Hoy dos personajes muy conocidos del mundo de la farándula y el espectáculo, han reconocido sus problemas con sustancias estupefacientes. Confesiones públicas que tienen un objetivo liberador tras superar la bajada a los infiernos surgida de la dependencia de los psicotrópicos.
Cada vez que aparecen noticias como esta me acuerdo del comienzo de la novela de Roberto Saviano, Zero, zero, zero, escritor que se mantiene bajo el programa de testigos protegidos del Gobierno Italiano, por sus revelaciones sobre el mundo de la mafia, recogidos en su obra cumbre: Gomorra. En ella, Saviano, no se limita a describir situaciones dadas, propone algo tan terrible como rotundo: explicar el mundo a través de los ojos de la cocaína.
España tiene el dudoso honor de ser el país de Europa que más la consume. Según estimaciones oficiales,publicadas por el Observatorio europeo de las drogas y toxicomanías, hasta un 11% de la población con edades compendidas entre los 15 y los 65 años la consume habitualmente.
Como bien dice el escritor italiano, eso implica hacer uno cuentas y unos números que son demoledores. Hablamos de millones de personas que consumen esa sustancia y que lleva a preguntarse, a cuántas personas de nuestro entorno les habrá sucedido caer en esa adicción.
Tal vez sea el médico de cabecera, el conductor del taxi,el empleado de la funeraria o el vigilante de seguridad de un edificio de oficinas.
Vicios transversales. Hubo un tiempo en que consumir según qué sustancias era equivalente a un status social determinado dado su elevado coste, pero en este caso no hay cortapisa posible que impida acceder a ella aunque siga siendo cara. Vidas comprometidas en la salud, pero también en lo económico que lleva a la quiebra moral y social, si no se ataja a tiempo.
Economía sumergida, dependiente de un contrabando que emplea las costas españolas para introducir su mercancia desde los puntos de cultivo en América y Asia a Europa. Transaciones que no tributan, ni generan ingresos al estado, sólo costes para atender a enfermos dependientes que necesitan ayuda y tratamiento.
No es sólo un problema de salud, es un problema social; fronteras permeables, en las que los peligros tienen forma de polvo blanco y aparentemente invisible.
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