Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 23 de diciembre de 2015

Ración de croquetas



   Tras un largo tira y afloja vía whatsapp que ponía en duda mis opciones de llegar a buen puerto, conseguí que Aurora aceptase mi invitación para salir aquel sábado por la noche. La primera cita, después de habérmelo currado largo tiempo, debía haber sido de simple tanteo, pero aquellas tostas que tomamos en un bar de La Latina acompañadas con un buen rioja se me fueron de la mano por culpa del vino, aligerando aquello mis rubores y dudas a la hora de atacar, y que acabaron con un intento de aproximación que Aurora resolvió haciéndome la cobra. Aquella noche terminó con pena y sin gloria, pero uno, que fue siempre perseverante, decidió no rendirse buscando la manera de conseguir una nueva cita.

   “Si después de lo del otro día, hoy vuelves a quedar conmigo es porque te gusto. Hoy te hago los cuellos como que me llamo Jaime”, me decía mientras terminaba de perfumarme mirándome al espejo para revisarme el pelo una vez más. Aprovechando la cercanía de su domicilio, le sugerí que quedáramos por la zona de Retiro, en un local que no llevaba abierto mucho tiempo, que ella no conocía y que las guías gastronómicas de los periódicos mencionaban cada vez más. 

  Aurora trabajaba en el departamento de recursos humanos. Después de que fuera a llevarle un parte de baja por un esguince jugando al fútbol, me quedé prendado. Esos ojos grandes y negros me miraban fijamente mientras me decía “espero que ya estés bien”… puede parecer una tontería, pero a mí aquello me sonó a música celestial. Aprovechando reuniones de empresa, algún evento por causa de la visita de alguno de nuestros jefes, y la proximidad de mi amigo Ernesto, compañero de ella, fui estrechando el cerco que desembocó en una charla larga y tendida un viernes tomando algo con otros compañeros al salir del trabajo. Aquella noche conseguí que me diera su teléfono; aquella noche, sin que ella lo supiera, o tal vez sí,  yo decidí darle mi corazón.  

  Tras recoger a Aurora que con sus botas negras hasta las rodillas y sus vaqueros ajustados me había provocado torticolis en el cuello de tanto mirarla, nos acercamos al restaurante dando un paseo. De ambiente moderno, con camareros impecables y bien parecidos, nos acomodamos en nuestra mesa donde tomábamos una cervecita mientras mirábamos la carta.  Fue entonces cuando nos llegó un suave aroma que no supe reconocer y que luego el camarero que nos atendió asoció con croquetas; “son de cocido” dijo mientras nos las recomendaba como entrante.

  Adoro las croquetas, me recuerdan a mi abuela. Aquella mujer tenía unas manos tocadas por algún don divino para la cocina, y cada uno de sus guisos era una fiesta para el paladar. Con apenas una rudimentaria cocina de fogones de carbón y una encimera de loza gastada por el uso y el paso de los años que ella usaba como centro de operaciones, conseguía preparar cualquier plato de su largo recetario. Pero mi favorito eran sus croquetas, especialmente porque me contrataba como pinche para ayudarla a hacer la masa, darles forma una a una, ponerles el rebozado con pan rallado y huevo antes de ponerlas en la sartén con aceite bien caliente… Verlas después en la fuente recién hechas y humeantes era un espectáculo que entonces me fascinaba y que aún hoy me conmueve cuando lo recuerdo. Una vez le pregunté porque le salían tan buenas las croquetas y ella me contestó: “porque las hago con mucho cariño y como yo te quiero tanto...” Días después viéndola cocinar otra cosa recuerdo que le dije: “abuela, mamá no me quiere tanto como tú”. Aquella mujer menuda y arrugada a quien los dientes postizos le habían hundido parte del mentón dándole un gesto raro mientras hablaba, me miraba con sus ojos cansados mientras se reía diciéndome “¿Por qué dices eso?”, a lo que yo le contesté. “Porque a mamá no le salen tan ricas como a ti”.  Aquella ocurrencia me valió entonces un brazo de oso y un beso y hoy mientras lo recuerdo un puntapié de Aurora con sus botas de gata que me mira con cara rara como diciéndome, “¿Estoy aquí, en qué demonios estás pensando?” 

 “Perdona, se me ha ido el santo a la cabeza, ¿Pedimos una ración de croquetas?”, Aurora me dice que sí, me sonríe y me ofrece su cerveza para que brindemos mientras me mira fijamente. “Vamos si te hago hoy los cuellos”, vuelvo a repetirme mientras le devuelvo la sonrisa.


    ***  Dedicado a Mari, Ramón y Jorge, sin cuyas sugerencias tomando unas cervezas  en algún bar de la zona de Retiro, no hubiera sido posible escribir esta historia.


                                                    Taller de Escritura Creativa. " La Escritura desatada"
                                                                   Prof. Inés Mendoza.
Texto nº 10 

martes, 22 de diciembre de 2015

Fantasmas y resaca electoral

 El soniquete de los números de la lotería cantados por los niños de San Ildefonso, sirve de fondo para escribir esta entrada. Lo prefiero así ya que me transmite paz y tranquilidad. Ese sosiego que te llega al ver que las cosas cotidianas, cosas tan tradicionales como que la navidad, comiencen sabiendo que sólo a unos cuantos les van a venir los turrones pasados por euros, turrones que esperas que caigan en manos de familias que lo necesiten, consuelo tonto sí, pero sincero, que todos nos autoconcedemos al comprobar en la tradicional pedrea que otro año más nos vamos de vacío y sin el gordo. Quizá sea el momento más puro y más sincero de todas las navidades, periodo cada vez mas insustancial y excesivo por lo demás.

 Escojo este momento para reflejar mis reflexiones sobre lo acaecido el pasado domingo, a cuenta de la celebración de elecciones generales. Nunca antes habíamos renovado las cámaras de representantes en fecha tan tardía. La necesidad de estirar como un chicle la legislatura para que los datos de empleo, entre otros indicadores, reflejaran un cambio de tendencia, único argumento a ofrecer por el equipo de gobierno saliente como estrategia electoral,  han permitido que papeletas y polvorones se nos junten en esta ocasión.

 La semana pasada ha sido una semana de intranquilidad, de cierta angustia; mientras se sucedían los dias de campaña electoral, sazonados por insulsos debates a cuatro donde más se hablaba de quienes no participaban que de quienes lo hacían, unos porque habian rehusado la invitación y otros porque no habian sido ni siquiera invitados, el día once nos vimos sacudos por el ataque cerca de la Embajada de España en Kabul por parte de un grupo terrorista, dejando el saldo de diez fallecidos, entre ellos dos polícias españoles. Y con tan terrible tragedia se avivaron los fantamas de hace doce años, cuando la Casa de España en Casablanca recibió un brutal ataque en mayo de dos mil tres que dejó un reguero de muerte, perdiendo la vida cuarenta y una personas que estaban cenando en su restaurante. Aquel ataque, que no alertó a mandatarios ni responsables de los cuerpos de seguridad del Estado, no lo suficientemente atentos ante la amenaza terrorista que propició meses más tarde la masacre de los trenes aquel once de marzo de infausto recuerdo. Así, con miedo a que algo así pudiera reproducirse en plena campaña electoral, han ido pasando los dias, donde afortunadamente solo se ha hablado de ideas, colas en correos para depositar el voto por adelantado, y baile de escaños en encuestas prohibidas publicadas en algún periódico de Andorra la Vella.

  Tras un domingo sin incidentes, donde la participación quedó fijada en un muy decepcionante setenta y tres por ciento, (es sorprendente el grado de pasotismo y desidia de parte de la población a la que da igual que llueva  o truene, nunca se arrimará a una urna electoral), el escrutinio entorno a las once de la noche daba ya un perfil nítido de la italianización del mapa político español, configurado como un tablero sobre una mesa de cuatro patas con más o menos consistencia; la España bipartidista alternante de PP-PSOE, queda desplazada, quien sabe si de manera provisional o de un modo permanente, por un nuevo escenario donde irrumpen dos fuerzas que con casi  nueve millones de votos han arrebatado a los partidos tradicionales ciento nueve escaños en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo.

 Escenario nuevo, mayorías nuevas. Las presumibles sumas por bloques ideológicos de PP-C´S o PSOE- Podemos por sí  solas no permiten alcanzar la mayoría de ciento setenta y seis escaños, cifra necesaria para alcanzar la mayoria absoluta. Eso aboca a una legislatura con coaliciones en minoria o a plantearse otros escenarios de pactos donde la izquierda tiene más bazas que jugar que la derecha, a quien le extensión de la legistura hasta el límite, le ha permitido ganar las elecciones, pero dentro de un entorno de debilidad manifiesta, que le da el no encontrar aliados entre los partidos minoritarios, donde las fuerzas vascas y sobre todo catalanas tienen mucho que decir y ofrecer, especialmente si la coalición que salga ganadora en la investidura incluye la posibilidad de celebrar un referendum vinculante. Ese plebiscito, al que de un modo ambiguo e incluso timorato se habian aproximado los círculos de Podemos, es ahora una condicion imprescindible, a tenor del gran éxito que estas siglas han alcanzado en Pais Vasco y Cataluña, donde han sido la fuerza más votada. 

 Y es que se mire por donde se mire estas elecciones tienen un gran protagonista, toda vez que la fórmula de Albert Rivera ha ido perdiendo fuelle sin ser capaz de transmitir en el ámbito estatal la misma fortaleza y eficacia de mensaje que si que tienen bien trabajado en Cataluña. Ese protagonista no es otro que Podemos, que en apenas dieciocho meses ha pasado de ser una fuerza inexistente a ocupar sesenta y nueve escaños en el Parlamento de Madrid. Sencillamente impresionante. No hay paragón posible en la política local y es un caso notorio que debe destacarse en el contexto europeo.  Será motivo de estudio y de reflexión ver como la capitalización del monumental cabreo que tuvo como expresiones movimientos como el del 15M, ha derivado en una movilizacion masiva que se ha traducido en mas de cinco millones de votos, disputando el liderazgo de la izquierda española a un PSOE cuya institucionalización ha derivado en una descarga ideológica frente a la que por ahora no se esta haciendo frente de modo alguno. Es uno signo inequívoco de la crisis que la izquierda de gobierno sufre en todo el mundo, maniatada por la necesidad de ser leal con las instituciones, pero sin encontrar el modelo adecuado con el que contrarestar las políticas neoliberales que la globalización económica trae. La irrupción de partidos como Syriza o Podemos en Europa, no deben entenderse tan solo como flor pasajera, no son una foto puntual fruto de la crisis; son una alternativa con ideas claras en el modelo social y con dudas en el planteamiento técnico y económico, pero alternativa a fin de cuentas. Y aunque no quiera verse de ese modo ya han planteado una vía de acción que la nueva izquierda debe asimilar en su confrontación contra la visión neoliberal del mundo. De no hacerlo acabarán siendo suplantados por estos nuevos actores emergentes que han venido para quedarse.

 Volviendo a lo concreto, a la valoración de los resultados, haría bien Podemos en no dejarse llevar por la borrachera de ilusión que hay detrás de su incipiente electorado. Las fórmulas de coalición elegidas para ganar peso en las elecciones pueden ser efímeras si no tienen continuidad. De momento y a tenor del número de votos alcanzado por Unidad Popular, cuyos más de novecientos mil sufragios válidos podrían haber sumado más escaños a la izquierda emergente, han revelado que ha sido una mala decisión no aceptar la oferta de Garzón de sumar fuerzas para ganar representación. Se ha perdido una oportunidad histórica de quedar por delante del PSOE y ser la principal referencia del arco ideológico más progresista. En política hay veces que esas decisiones se pagan, especialmente si el PSOE se pone las pilas y asume parte del nuevo ideario acompañándolo con un acertado plan de renovación de caras que ya representa el propio Pedro Sánchez. Aviso para navegantes.

 Esperemos acontecimientos. Por lo pronto veremos cuánto tiempo tardamos en ser convocados de nuevo a las urnas. Estas maniobras pactistas a las que estan acostumbradas otras democracias de nuestro entorno, son una experiencia nueva para nosotros, tan nueva que quizá no hayamos tenido suficiente tiempo como para asimilarlo, y no den margen para formar un gobierno estable. De todo se aprende.  A ver qué sucede en las próximas semanas. Mientras tanto, Feliz Navidad.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Medio kilómetro



Teresa sale a la calle cogido de la mano de su hijo. Apenas medio kilómetro separa el portal de su casa de la entrada del colegio. Una suerte que esté tan cerca. “Así cuando seas un poco más mayor, nadie tendrá que acompañarte y podrás ir y venir a casa tú solo”, dice al pequeño que escucha con atención hasta que ve el muro de la fachada del colegio. Se oyen gritos de niños. El patio principal está justo detrás y los pocos minutos que quedan para que den las nueve son aprovechados para jugar a la pelota o al escondite. Teresa da un beso a su pequeño, que pone la mejilla con prisa y se marcha. Apenas si tarda un instante en soltar la mochila al lado de una canasta de baloncesto y sale corriendo buscando a sus amigos. Teresa sonríe. Disfruta de la imagen del pequeño antes de dar la vuelta para marcharse. De camino a la panadería, se da cuenta que ha olvidado el monedero y vuelve a casa.

“Luego bajaré a por el pan”, se dice mientras entra en la cocina. Toma otra taza de café. Está aún caliente en la cafetera. Reclinada sobre el fregadero, rodea con sus manos la taza de loza mientras deja que sus ojos se pierdan en el líquido negro, que traza remolinos después de agitarlo con la cuchara. Queda así un buen rato, en silencio. Mira hacia la habitación de Emilio cuya puerta sigue cerrada. Volverá a levantarse tarde. Se queda hasta las tantas con el ordenador, mirando páginas eróticas y de contactos. Lo supo mirando en el historial del navegador, un día por casualidad. Hubo un tiempo en que le importó; ahora ni si quiera tiene curiosidad. Enciende el portátil y va rápidamente a su correo y a mirar ofertas de empleo. Todas las mañanas invierte un par de horas en buscar trabajo. Con eso, preparar la comida y recoger al niño, ya tiene las horas de la mañana ocupadas.
No recuerda cuando, en qué momento empezó a darse cuenta de que su matrimonio se iba a pique. Todo parecía una nebulosa. Apenas había dado a luz cuando las cosas entre Emilio y ella empezaron a torcerse. La complicidad de antes, los continuos arrumacos, el hacer cosas juntos, todo fue diluyéndose entre biberones, cambios de pañales y noches en vela. Poco a poco fueron distanciándose. Y mientras la pareja naufragaba, el proyecto de familia se mantenía; el niño, la hipoteca y el moribundo negocio familiar creaban ese vínculo; donde hubo sentimientos, ahora solo quedaban obligaciones.

“Con lo bien que nos iba”, se repite una y otra vez. Los ingresos empezaron a fallar; aquellos contratistas que tan bien pagaban antes, ahora no hacían más que dar largas. No lo entendió nunca. Cómo nadie puede arruinarse teniendo trabajo, tan solo porque no le pagaban. Era una cadena en la que unos fallaban a los otros. Así dejaron de cumplir con los plazos del alquiler de la maquinaria, con las nóminas de los albañiles que tenían contratados y que acabaron en el paro. Tantos años de lucha difuminados de un plumazo. Aún les quedaba la casa. Pensaba que era una tontería, pero Teresa sentía que cogía fuerzas imaginando que algún día el niño podría ir al colegio solo, sin que nadie tuviera que acompañarlo. Con esa idea compraron el piso por la zona; con la ilusión de cumplir esa promesa ella seguía adelante.

Hora de salida. El patio vuelve a ser un hervidero de críos gritando y corriendo. Teresa llega con el tiempo justo a posta. Los corrillos habituales con otras madres son un incordio. Aún así no tiene más remedio que saludar y contestar a alguna pregunta que quien la formula bien  sabe la respuesta. El niño llega a la carrera cargado con un dibujo que ha hecho. “¡Mira mamá esto es para ti, feliz día de la madre!” Si antes era ella la que buscaba su mejilla para despedirse, es ahora él quien lo hace plantando en su cara un sonoro y húmedo beso. Se estremece y sonríe. “Vamos cariño, que tenemos espaguetis para comer”, le dice mientras coge el dibujo;  eso le vale que el niño la zarandee y casi la tire al suelo de la alegría. Adora comer espaguetis. Vuelven los dos juntos, cogidos de la mano, caminando ese medio kilómetro de ida y vuelta que es lo mejor del día.



                                                          Taller de Escritura Creativa. " La Escritura desatada"
                                                                                          Prof. Inés Mendoza. Texto nº 9