Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 29 de marzo de 2019

Adios, amiga

 Cada vez que lo pienso... ¿Cuántas horas hemos estado delante tú y yo, a solas? Horas de compañía porque en esto te has convertido a lo largo de estos trece años que hemos compartido casa y salón, en una fiel compañera.

 Eres imprescindible en la casa del solitario, como bien sabes; ese runrún que hacías desde la cocina, ese murmullo mínimo pero tan placentero que ha acompañado mis siestas en el sofá Klippan que tiene casi tanto años como tú...

 Y eso que no soy de apegarme a objetos y cosas materiales.

 Tanta pena me da quitarte, que ni si quiera he sido capaz de dejarte en la calle,como se hace siempre, arrinconada al lado de alguno de los contenedores de basura, para que venga uno  cualquiera a recogerte y llevarte a la chatarra. Ni a un punto limpio, que hubiera dado más dignidad a tu fin, pero no hubiera cambiado en nada mi desapego.

 Estás en la habitación que uso de trastero, esperando,  quien sabe,  a si tienes una segunda oportunidad, ya que por increíble que parezca, aún funcionas, después de trece años de servicio.

 Has sobrevivido a tres mudanzas, a las embestidas de Darco, que cuando era cachorro se entretuvo en comerte los cables, a los golpes de mis sobrinas pequeñas. A mi abandono, acumulando polvo, que muy de cuando en cuando me he dignado en quitarte.

 Cuando miro a tu sustituta, tan plana, tan negra, tan bien hablada, ya que no desprende ese sonido metálico que soltabas tu ya en esta última etapa, ni se le movía una linea en la parte alta de la pantalla, a veces pienso que es un cacharro insustancial, sin alma, sin esa personalidad que tenias y tienes aún,a pesar de tu desplazamiento al trastero.

 Me costaste doscientos quince euros, pagados en seis plazos, en una tienda Expert, que ya no existe, como no existe la empresa misma, arrasada como tantas otras pequeñas incapaces de competir contra las grandes superficies, en el Paseo de Extremadura. La que te sustituye me ha costado prácticamente lo mismo, tanto años después, ¿Qué curioso verdad? Compartis precio y pantalla plana, razón por la que me decidí por ti cuando te vi en aquella tienda. Ni tu marca, apenas conocida, ni tu color me llamaron la atención solo el color que esa pantalla desprendía y que se ha mantenido casi intacto hasta hace bien poco.

 Y a pesar de tu lento declinar, no han sido ni tus chirridos, ni tus colores alicaídos los que me han influenciado para prescindir de ti. La nueva sintonización digital ha pesado más que ninguna otra cosa, y movido los hilos necesarios para dar un paso que me resistía a realizar.

 Que sepas que sólo una enciclopledia antes de hoy había sido motivo de que me dispusiera a escribir una entrada en este blog sobre un objeto o cosa. Hoy el protagonista y la razón eres tu. Que estas pocas lineas, sirvan de homenaje, a tus muchos años de compañía.

 De corazón, gracias.



  



viernes, 22 de marzo de 2019

La muerte del comendador, Libro I.

 Aunque acaba de salir recientemente el tomo segundo de este último trabajo de Murakami, la entrada de hoy que sirve como sugerencia de lectura para esta semana hace referencia a la primera entrega de La Muerte del Comendador, editado nuevamente en España por Tusquets.

 Una vez más Murakami, nos atrapa con una historia de gente corriente, donde nada de lo que sucede es normal. El protagonista de la historia, un pintor retratista en horas bajas, que tras su divorcio decide tomarse un tiempo para viajar y pensar en su futuro, es el punto de arranque de una historia donde realidades paralelas se entrecruzan para configurar un ambiente narrativo cargado de simbolismos, momentos únicos, y recuerdos, historias cerradas en falso que requieren de sosiego y reflexion para terminar de cerrarse.

 Quien sigue con regularidad la trayectoria literaria de Haruki Murakami, observa que dos son las principales características que hacen del escritor japonés un autor diferente: Su tratamiento del tiempo, donde pasado, presente y futuro a veces pierden sus criterios cronológicos para ser parte de la historia sin tener relevancia directa en la trama, y la evolución de sus personajes protagonistas, personas afectadas por algún hecho traumático, que tras un caminar habitualmente errabundo, acaban encontrado una vía por la que transitar, al tiempo que consiguen encontrar respuestas a preguntas que les atormentan, o que no tienen respuesta para ellos hasta llegado un momento concreto.

  Las historias de Murakami son historias donde la continuidad hace siempre acto de presencia. Sus personajes, siempre encuentran el modo de seguir caminando, amparándose en razones que forman parte de ese mundo como de ensueño donde se desarrollan unas historias que no solo hacen pensar, también incluso soñar.

 Nuestro pintor vagabundo acaba por casualidades de la vida viviendo en la casa de un fallecido pintor tradicional japonés, cuya vida nada tiene de tradicional ni previsible. Sin más resguardo que los muros de una casa en mitad de un bosque, en la buhardilla de la casa- estudio encontrará un cuadro oculto donde se recrea la muerte de un comendador, dando con ello comienzo a la historia, y titulo al libro.

 Brillante, imprevisible, con recovecos inimaginables, con conexiones insospechadas entre personajes que dan a la trama una solvencia y fuerza que hacen que no pueda uno dejar de leer página tras página, La muerte del comendador es una obra de madurez de un escritor con un talento extraordinario. Otra joya más del genio de Kioto.


 

viernes, 15 de marzo de 2019

Te tratare como a una reina

 Comencé a leer a Rosa Montero gracias a su faceta de columnista en El País, lugar donde ha desarrollado su faceta de cronista de la vida real que tanto me entusiasma, como lector y como escritor esporádico que soy. 

 Ver trasladada esa tarea de contadora de historias sacas del día a día en sus novelas es algo que me admira, convirtiéndome en lector asiduo de sus trabajos. De manera recurrente cada cierto tiempo, alguno de los trabajos de esta periodista madrileña acaban llegando a mis manos y formando parte de las estanterías de casa. 

  En esta ocasión el turno le ha tocado a Te trataré como a una reina, ( Ed. Seix Barral, Biblioteca breve), historia que tiene su punto neurálgico en el Desiré, un bar decadente y deshauciado, por el que desfilan todo una pléyade de personajes, que parecen retratados  en una foto fija perdida en el olvido. Aspirantes a cupletistas, cantantes de boleros frustadas, ex-soldados convictos y solterones sin más vida que el trabajo, desfilan por unas páginas que abocan al lector a inmiscuirse en un ambiente de marcada tristeza y deterioro que invita a sentir pena por los personajes, perdidos en un limbo de sueños no cumplidos y en muchos casos, ni si quiera perseguidos o intentados. Vivencias no vividas que terminan invitando a reflexionar sobre las razones por las que condenamos a nuestras existencias a deambular por un camino de rutinas y actividades que en nada nos reflejan ni motivan.

 Te trataré como a una reina es en el fondo eso, un canto a la libertad, a la osadía de perseguir lo que se desea en la vida, sin atender a dimes y diretes, ni a juicios de valor realizados por terceros. Es una invitación a la autorrealización personal, a la búsqueda de ese camino que permita aproximarnos al fin de toda vida, el de tratar de alcanzar la felicidad.


jueves, 7 de marzo de 2019

Objetos frágiles

  Hay en los cuentos y relatos de Inés Mendoza algo que te invita a desnudarte. Desnudarte para liberarte, pues sólo liberándose uno de su envoltorio puede tratar de llegar al meollo de la cuestión, que no puede ser otro que el intentar  llegar a conocerse de verdad.

 Como ya ocurriese con El otro fuego, también publicado en el sello Páginas de Espuma, Inés Mendoza ejerce de arquitecta, profesión para la que se formó y en la que un día trabajó, hasta que un día decidió dejar de proyectar edificios a través de planos y bocetos, para perfilar y dar contorno y forma a personas a través de historias.

 Inconformista, rebelde, frustrada por la corrosión y declive de un mundo ahogado en la artificialidad, donde lo sensitivo queda reducido al mínimo, así es como Inés Mendoza describe al mundo en estas dieciocho historias, lleno de desesperanza y pobreza  donde el ser humano se presenta desnudo y frágil, incapaz de hacer frente a esa inmensa mole cada vez más ajena a nosotros, cada vez más abiertamente hostil, en la que nos desenvolvemos en nuestro día a día. 

 En Objetos frágiles el lector encontrará en cada una de sus historia un relato de la individualidad, de lo intimo y personal, una reflexión de lo que supone ser mujer y hombre, de la importancia de no relegar a un segundo plano nuestra condición existencial, menospreciada por el medio y por nosotros mismos, en esa especie de enajenación permanente en la que nos empeñamos en vivir, justo ahora cuando más evolucionados estamos como especie. 






Destino

Destino

Cuál es el camino

Piensas y piensas 

y sabes que cuanto más lo intentas

más borrosa se vuelve la ruta,

allí por donde quieres transitar

y nunca tienes la sensación de ir.


Destino si

pero qué tiene de tuyo, te preguntas

si tanto depende de la fortuna,

tanto que a veces neutraliza la intención

dejando que una especie de inercia te lleve

ajena a cualquier interés o instinto.


Destino

No lo buscas

no sabes si algún día te darás de frente con él

o si llegarás a tenerlo tan claro como para perseguirlo.

Solo sabes que estás ahí 

suficiente para justificar tu día a día,

tu camino.