Mijail

 Pocos alcazan así la eternidad, la de estar en el altar de las personas que influyeron de algún modo para cambiar el mundo. 

 Pereostrika y Glasnost, palabras que hoy ya forman parte de la historia, promovidas por un hombre que tuvo el coraje de iniciar un proceso de reforma y transparencia que terminó por desmantelar el esclerótico y corrupto estado soviético. El mundo que salió de esa etapa derribó el muro de la vergüenza y dio pie a una nueva era donde la política de bloques fue parcialmente superada.

 De lo que vino después, de la Rusia de los oligarcas y las desigualdades, otros deberían responsabilizarse, pero para la conciencia colectiva de sus conciudadanos todo aquel declive comenzó a cuenta de las decisiones del líder de Stavropol, que debilitó la siempre altiva y poderosa Rusia. 

 Sin hacer ruido, enfermo y abandonado, en un hospital de Moscú, en medio de la total indiferencia de unos compatriotas, que ya sean dentro o en la diáspora, le consideran un traidor.

 El último líder de Unión Soviética será enterrado sin homenajes, sin honores de Estado, casi como una molestia, como un trámite que hay que pasar cuanto antes. Algún día tendrá ese reconocimiento que sólo hoy tiene en el resto del mundo. 

 

Acopio

 Cuando es en exceso, se asocia a un transtorno de la cabeza, que convierte a quien lo padece en un tenedor de objetos que almacena sin ton ni son, convirtiendo el lugar donde lo hace, normalmente su vivienda habitual, en un auténtico estercolero, al carecer el almacenaje de cualquier sistema logístico.

Síndrome con nombre de cínico,tan ligero de equipaje que vivía en un tonel. No deja de ser paradójico que se le de el nombre de Diógenes al que almacena sin control, cuando el filósofo mostro en su vida desapego total a almacenar o poseer nada.

 Tenemos todos algo que ver con este problema que llevado al límite lleva a sus victimas a vivir en un basurero. Tenemos tendencia a almacenar cosas, muchas de las cuales carecen de utilidad, durmiendo el sueño de los justos hasta que un remozado en casa o una mudanza se convierten en la excusa perfecta para tirar cosas al contenedor o al punto limpio. Por qué nos da pena desahacernos de cosas que acumulamos sin utilidad. Gran misterio.

 En mi caso me sucede con la ropa. Todos los cambios de estación trato de hacer limpieza, aprovechando el cambio de fondo de armario; en todas las ocasiones el resultado es el mismo: camisas, jerseys y camisetas, pasarán otra temporada más ocupando espacio, sabedoras de que nunca más volverán a ser utilizadas ni para andar por casa.

 Cosas de la cabeza de cada cual, de mostrar aprecio por lo que se tiene. Aprecio o lástima. En el fondo no es otra cosa que tener más de lo que se necesita, algo que muy posiblemente nos afecta a todos. Pero eso daría para otra reflexión y otra entrada, el sentido que le damos a la propiedad, a la necesidad de tener cosas. 

 

Doble visión

  Leo una entrevista a Iker Jimenez en el diario El Mundo. Periodista que desde hace algún tiempo ha cruzado la línea de lo políticamente correcto. Ha pasado de ser un curioso de los fenómenos oscuros y extraños, un gurú para algunos o simplemente un friki para otros, para convertirse en un portavoz de los que no se conforman con lo que nos cuentan, y ponen en duda muchas cosas. Su programa sobre el Covid, ha sido esa especie de Rubicón, que no le ha traído más que perjuicios, especialmente económicos. No hay que ser muy listo para entender que, quien hace eso, tiene que llevarse palos por todas partes.

  En la entrevista insiste en que ante todo y por encima de todo, es un periodista que ejerce como tal, aunque eso no le exime de poder dar opiniones. Informar con criterio. Todo periodista esta llamado a realizar esa tarea. Es su misión.

 Otras cuestiones son tratadas en el cuestionario. Como la Teoría de la doble visión, a cuenta de las apariciones o fenómenos ovni, que con tanta asiduidad se han documentado. Según esa teoría, quizá la consecuencia de tantas apariciones no sea resultado de fenómenos físicos o tangibles, si no de algo que llevamos nosotros dentro, que nos convierte en ventanas para que se manifiesten cosas que en realidad, no son visibles. Más palos en las ruedas del informante.

 Siempre me ha parecido un personaje pintoresco, este periodista, capaz de tratar temas muy interesantes, como de dar pábulo a patrañas inmundas, (¿ De verdad hay gente que anda buscando el arca de Noe en Turquía?). De lo que no he tenido nunca dudas es de su honestidad, y ahora de su valentía. Igual que con la cobertura del Covid le han llovido críticas, poner en tela de juicio el fenómeno ovni, al menos en parte, no le va a acarrear pocas andanadas, empezando por las de su maestro y mentor J.J. Benítez, que a lomos de su Caballo de Troya, ha hecho de la literatura de fenómenos extraños su modo de vida.

Riaño

 Etapa de la vuelta ciclista, Los corredores transitan por los aledaños del Pantano de Riaño, aquel que en el ya lejano 1987, anegó con sus aguas las calles del viejo pueblo, hoy latentes bajo una balsa que luce escasa por cuenta de la sequía.

 Nadie cuestiona ya la decisión que en su día llevo a  la gente a encadenarse a las puertas de sus casas, contando con la ayuda de gente famosa, como el propio Imanol Arias, cuya familia tiene sus raíces en esta comarca leonesa.

 Pantano diseñado en tiempos preconstitucionales, en lo que sin duda es la más profunda huella dejada en ese periodo de la historia, la de las grandes obras de ingeniería, que a día de hoy son la base sobre la que se construye la red hidrológica gracias a la cual tenemos suministros de agua, para consumo humano y para riego; fue un gobierno socialista el que desarrolló y terminó la etapa final de una construcción que viste impresionante cuando se observa por la carretera que la circunda, la misma que más arriba te lleva a Asturias.

 Recuerdos a golpe de pedal, guardados en una retina que sólo ha pasado por esos lares una vez, hace más de veinte años. Razón más que suficiente como para escribir esta entrada.

 

 

Rentrée

 De vuelto al cortijo, a veintisiete grados, como mandan los cánones del no santo Consejo de ministros. De usar la rebeca a tener que abrir las ventanas. Esas que había que dejar con los estores bajados para no molestar a los vecinos. Ahora ya no hace falta, la luz a las diez de la noche se apaga en todo el edificio.

 Nuevas reglas de supervivencia ligera, anticipo quien sabe, de otras más draconianas. Agosto sigue su curso lento y parsimonioso. A tenor de los comentarios que se oyen, casi mejor que no se vaya, pese a sus noches de bochorno, al aire irrespirable y a pantanos que van camino de convertirse en pozas infectas. Con tanto agorero terciando, que no llegue septiembre. No sé cómo nos las arreglamos para que siempre se acabe el mundo.

 

On my way

 A mi manera. Carretera y manta. Sesión contínua de otro día de dieciocho horas en danza desde que puse pie en tierra.

Seginda etapa. Quinientos treinta y dos kilometros de subida, para poner punto y final a este verano de largos desplazamientos sin cruzar fronteras.

 Palos y ordenador en ristre, fiando la suerte al viejo Ford. Que la carretera nos sea propicia y tranquila.

 Mañana desde el Foro inauguraremos la estacíon venidera, aunque al estío le queden casi tres semanas. De cabeza ya estamos en otra historia.

 

 

Gatos callejeros

 Gatos callejeros, que no han pisado calle alguna porque viven en un patio. Camada bajo custodia de la madre, siempre vigilante, que busca sustento sin perder de vista a ninguno de sus cachorros.

 Variedad de pelajes: negros, grises y rallados, genética que pone en dificultad averiguar qué otro gato, seguramente próximo, dejó preñada a la hembra.

 Merodean las viviendas de los bajos, mostrándose tranquilos y confiados, dejando que les mires apenas a un palmo de distancia, hasta que intentas alargar el brazo para tocarlos; entonces reculan y dan un paso atrás, desconfiados, aproximándose a una reja que da a un jardín, que utilizan de madriguera y escondrijo.

 Afables pero distantes. Buscando una comida que de otro modo tendrían más cara. Así pasan los días esta familia minina, vecinos circunstanciales y tolerados, en una urbanización de costa.

 

Matices

 Matices linguísticos. Leo en una cabecera nacional que las familias en pobreza moderada afrontan el subidón de la cesta de la compra, como buenamente pueden.

 En esa obsesión de ponerle nombre a todo, de crear escalas para todo, hasta la mismísima pobreza tiene ya un escalafón.

 Así si hay pobres moderados, habremos de suponer que hay pobres severos y pobres que casi no son pobres, porque tocan el techo de esta nueva escala social.

 Incluso podríamos hablar de pobres ricos, de una especie de aristocracia de desheredados, en la cúspide de una clase social que tendría en ellos su punta de lanza.

La realidad es la que es. Es más simple y tiene una evidencia, una acción que de rutinaria pasa a convertirse en algo cada vez más serio y complicado:  Llenar la nevera. 

 Tener garantizadas las tres comidas diarias. Ese es el listón. Cosas de las que antes ni nos molestábamos en hablar, ahora están en boca de todos. Porque muchos razonablemente acomodados, se irán aproximando a ese listón que marca la diferencia entre ser pobre y lo que hay más arriba. Ricos ricos, como siempre, sigue habiendo muy pocos.

 

 

Límites

 Dónde están los límites de la privacidad. Que una primera ministra tenga que dar explicaciones de lo que hacía en una fiesta con amigos y no se pida explicaciones a quien ha filtrado una grabación que era privada, da muy buena cuenta de cómo afrontamos lo privado desde que existe internet.

 Esto transciende la era de las fotos robadas, prácticas del todo obsoletas. Somos paparazzis en potencia, capaces de registrar con cualquier terminal unas imágenes que más pronto que tarde acabarán colgadas en la red. 

 Suena a ponerle puertas al campo, a cercenar la libertad de expresión, pero urge limitar el uso de la imagen y voz ajenas. Sea porque se violenta la intimidad de una personalidad pública o de cualquier otro común. Registrando, divulgando o simplemente callando.

Redes. Cuántas puertas valiosas abiertas, y cuantas otras no tanto, que con muy poco pueden hacer tanto daño. 

Retorno

 Retorno a la rutina, a la normalidad, pero con matices. A tiempo completo, sí, pero en la lontananza, apenas a quinientos kilómetros de casa, pero lo suficientemente lejos como para no notar el trajín de una ciudad que acapara intensamente. 

 Nunca he entendido por qué, teniendo un tamaño medio entre las grandes urbes del mundo, cómo un sitio así puede abotargar las cabezas tanto.

 Así que apuro mis días fuera, aunque sea trabajando en remoto. Cargando las pilas para volver al Foro en el declive de un verano que presagia un otoño movidito. 

 Aires del sur, que más que aires son aguas termales. Remanso de paz reparador.

Murgi

 Límite oriental de la Baetica fuiste, extremo de una península que baña el Mediterráneo por tus costas. Tierra de campos y labranza, de veranos abrasadores, de tardes de sol infinitas, de tertulias de silla y calle.

 Tierra de amigos, de hospitalidad espléndida, tan grande como los plásticos que inundan tu superficie.

 Hoy toca decirte adiós, después de unos días de descanso en tus playas de cantos rodados, de chinarricos, como suelen decir por aquí.

 Volveré. Digo como hice otras veces, por el mucho bien que me haces cuando me arrimo a tus lindes.

 Bye Murgi romana, hoy convertida en El Egido. Hasta muy pronto.

Siete y media

 Saltar la banca. O asaltarla para conseguirla.  Rondas de garbanzos en juego. Estraperlo de legumbres para dirimir la batalla, a mesa puesta de cava y resaca de barbacoa.

 Partidas de ida y vuelta. Tendencias constantes, hay quien repele la fortuna sistemáticamente y quien la acapara casi por aburrimiento. Juego que no marca tendencias de fortuna en la vida, o tal vez sí.

 Risas de postre y nubes flambeadas de mechero de acompañamiento. Fin de juego. Misión cumplida.

Matagorda

  En medio de un secarral, mar de polvo que acrecienta la sensación de sequedad.  Plásticos a ambos lados de una carretera que no conduce a ninguna parte. Invernaderos de una tierra que se hace de notar incluso vía satélite. Espectáculo parco, sobrio y feo. Eso lo hace impresionante. 

 Cada cierto tiempo se ve a alguien transitar por esa carretera que de solitaria, se convierte en siniestra. Una persona de origen magrebí llamando por teléfono.Quizá a la familia al otro lado del charco. Día a día de una vida de trabajo y sacrificios en esta pedanía de El Egido.

 Caprichos del GPS, que para llegar a un restaurante nos ha hecho transitar por una zona de invernaderos.  Motor económico de una Almería de plástico y hortalizas.

Indalo

 Indalo que eres figura rupestre neolítica, símbolo de una tierra que abriga a sus autóctonos y visitantes con igual cariño y fortuna.

 Hombre que alzas sobre tu cabeza un arcoiris, cual atlante condenado a sujetar la tierra separada del cielo, quien sabe si por toda la eternidad o como muestra de altanería. Esa luz y color que va de mano a mano, alcanzando la embergadura de tus hombros, es espacio de claridad y descanso.

 De cómo acabaste siendo tocayo del Obispo Indalecio, nadie da ciertamente cuenta, tal vez por mera analogía, por ser el precursor de la palabra en el sudeste peninsular; desde que te descrubrieron ya vieron en ti maneras de crear corriente.Tú también das palabra, pero sin abrir la boca.

 Desde Mojacar a Almería, en estos escasos días de estancia, brindaré por tu presencia, a tu salud, por todo lo que aportas y transmites, por la retahíla de recuerdos felices que sólo alcanzo cuando te vislumbro en cualquier parte.

Alegría y paz, Descanso y energía. Indalo, totem vital.  

Decirte adiós

 Esta noche, al fin, he conseguido conciliar el sueño. Después de muchas madrugadas de dormir a ratos, de despertarme angustiado, con falta de aire, con el corazón en la boca, de tener que incorporarme y esperar a que el ritmo cardíaco me bajara, para poder volver a tumbarme.

 Lo he logrado después de despedirme de ti y de borrar tu número de teléfono.

 Fin a tres meses de contacto, desde que aquella mañana, haciendo ruta hacia Palas, te encontrase en mitad del campo con tu amiga.

 Fueron días increibles, en los que poco a poco conseguiste que me interesara en ti, en tus gustos, en tus ambiciones. Poco a poco las miguitas de pan que fuiste sembrando acabarón llegando a mi estómago.

 Y a mi corazón.

 Recuerdo la noche de la despedida, cuando os acompañamos a vuestro hotel, el abrazo con que nos dijimos adiós, la ternura de tus brazos; esa noche volviéndome a mi hotel, ya sabía que me había enamorado de tí, hasta las trancas.

 Llegaba lo más difícil, mantaner esa magia en la distancia. Y nuestros caminos fueron siguiendo destinos inversos, cuanto más yo me enganchaba a tí, más te ibas alejando tú de mí, por razones que sólo tú sabes.

 Intenté hacer lo que me pedías, jugar a ser amigos, pero lejos de conseguirlo, he puesto aún mas piedras en el camino, distorsionando la poca dignidad que me quedaba.

 Porque uno se falta así mismo cuando trata de ahogar lo que siente.

 Ayer, en un arrebato de lucidez, tome la decisión, porque era una necesidad y una obligación. Verte me duele, oirte me aterra. Porque te quiero, necesito olvidarte.

 Punto y final. Dentro de algún tiempo, cuando la congoja que ahora me cubre pase, volveré a mirar las fotos del camino;  a buen seguro que lo haré con una sonrisa de cariño infinito.

 Hoy toca seguir andando, pasar página, olvidarme de la idea de que algún día podría conquistarte. Que el tiempo, siempre fiel aliado, me ayude en mi empeño.

  

 

Sin blanca en París y Londres.

 Cuarenta y siete años dan para mucho. Al menos eso es lo que debe deducirse de la obra de George Orwell, a quien su pronto deceso no le ha privado de dejarnos una prolífica obra literaria que no deja indiferente a nadie.

 Sin blanca en París y Londres, (Ed. Destinolibro), publicado en mil novecientos treinta y tres, es una crónica urbana y personal, que tiene por protagonistas a los desheredados, a esa ingente masa de población que vive al margen del sistema.

 Con su habitual modo, de establecer un plan cual estudio de campo, Orwell desgrana en las páginas de esta obra, los hábitos de vida, modos de conseguir recursos y la red de lugares de asistencia a desfavorecidos, en las dos principales urbes del viejo continente.

 Miseria, suciedad infecta, frío, hambre, alcohol y muchas calamidades: estos son los argumentos con los que Orwell confecciona esta estampa social, carente de moralinas o intenciones proselitistas, ceñida a la objetividad de los hechos; creada con el único fin de mostrar al mundo la cara menos amable de la vida, complicada para un buen número de seres humanos, mendigos que no cuentan en ninguna parte.

 

 

 

 

 

Guggemheim

 Ese fue nuestro plan de vuelta, pasar menos de tres horas en Bilbao, con un desayuno copioso, al que no podía faltarle un pincho de tortilla de patatas y visita al homenajeado este año Museo Guggemheim, principal precursor de la revolución que en mil novecientos noventa y siete dio origen a casi una nueva ciudad, lejos de su pasado frío, oscuro e industrial.

 Veinticinco años contemplan la obra de Frank Gehry, el museo del mundo más visitado por fuera que por dentro, el centro de arte que minimiza las exposiciones que muestra dentro, ante el inconmensurable mosaico de planchas de metal, cristal y hormigón que jalonan su presencía en los aledaños de la ría.

 Rendí pleitesía a esta joya arquitectónica por primera vez en dos mil dieciocho, cuando un fallido viaje en pareja, dio paso a una solitaria excursión cultural, que desde la Basílica de nuestra Señora de Begoña hasta  el Casco viejo de la ciudad, acabó con mis pasos en el museo.

 Entonces la exposición motivo de la entrada era una del escultor suizo, Giacometti. En esta ocasión la razón ha sido otra bien distinta: visitar Motion. Autos, Art, Architecture, una restrospectiva de la historia del automóvil , con la muestra de vehículos de época, prototipos futuristas, modelos deportivos y coches icónicos que son ya una referencia en todas las épocas.

 Acompañado de un ingeniero industrial que ha dedicado muchos años de su vida profesional al sector de la automoción, no podía ser de otro modo.

 Digno colofón a un viaje breve pero intenso. Felicidades y larga vida, Museo.

Taldea

 Nada como hacer las cosas en grupo, formar un buen equipo y planear un trabajo.

 Somo un buen equipo, desde hace años, aunque esta vez nos hemos quedado huérfanos de alguno de sus miembros. No han estado en presencia, pero si en espíritu, ese que se manifiesta con tanta frecuencia y facilidad por vía de whatsapp.

 Elección de hotel, de restaurante para degustar las esquisiteces locales. Planeado de excursiones. La logística es siempre cosa de Jorge. De diez. Chapeau!

 Paseo por Jaizkibel para poner la guinda. Pinxtos y copa para comentar las mejores jugadas. Qué fin de semana.

 Y llegó la hora de partir. Fin de fiesta. La vuelta desde donde empezamos,  acompañados por un solitario peregrino, audaz por salir en pleno verano caldeado desde la lejana Hondarribia. No menos de un mes necesitarán sus pies si quiere llegar a los aledaños del Obradoiro.

Augur Hondarribi. Itzuliko naiz.

 

 

Muga

  Al otro lado de la ría, por el viejo puente, aquel que servía de punto y aparte, cuando los policías de uno y otro bando pedían papeles. Por ahí han transcurrido los pasos, callejeando por San Juan de Luz y tomando baños de sol y agua en la playas de la glamurosa Biarritz. Resaca de traineras en modo turista.

 Siempre de verde, rodeados de colinas de esta rocosa y bendecida tierra del norte. Contraste para unos ojos mesetarios acostumbrados a la rudeza de parajes secos y enjutos en vegetación.

 Penúltimo viaje de un capítulo que toca a su fin. Falta ponerle la guinda a un pastel improvisado a ratos. 

Jatetxea

- Aupa.

- Kaixo, dos cervezas, por favor.

- Kaixo, enseguida.

 Sesión continua. Cambio de puesto, pero no de función, ni de repostaje. Líquido elemento acompañado de lúpulo, a falta de uva tratada que echarse al gaznate, no por carencia, sino por inercia. Ingesta adornada de cuando en cuando por un pintxo neutralizador, bajada de alcohol  y un poco de energía para seguir. Maratón por capricho.  Como si no hubiera mañana.

  Hay fatigas que se agradecen. Cuerpos tullidos, pero cabezas  despejadas y felices. Balanza de pagos satisfactoria. 

Kalea

 Alea jacta est. Con los pies a la vera del Bidasoa. Pasaia nos contempla. Zuritos generosos nos darán el placet en esta excursión de apenas setenta y dos horas.

 Parada y sosta. Con el chamizo  a cubierto, toca revisar rincones y sendas adoquinadas, fachadas de mosaico con postigos verdes.  Que el aroma de mar tan próximo, aromatice el resto. Primera incursión.

 Kaixo Hondarribia. 

Marcas

 Miras hacia abajo y ves manchas de pintura blanca, desparramadas por el suelo. Provienen de un cubo de pintura grande, de al menos veinte litros. Por la extensión, cubren el suelo de lado a lado, diríase que el mismo debía estar practicamente lleno. De la utilidad, al desperdicio.

 Osados, no les ha importado si había coches cerca, algunas gotas han ido a parar a las llantas de uno aparcado. Es pintura plástica, de fácil disolución con agua, tal vez raspando un poco. Qué habrá pensado el dueño cuando haya visto el improvisado adorno.

 Aprendices de artista. Vándalos callejeros que emplean de lienzo cualquier cosa que pillan a su paso. Huella que en condiciones normales sería efímera, ahora en tiempos tan secos, quién sabe. Arrebatos de improvisación, ajenos a los dictámenes. Creatividad salvaje, sin aros por los que pasar.

             

Angosturas

 Caminos estrechos, de perfil sinuoso, a ratos oscuros, a ratos sin ventilación. Trechos más llevaderos que otros. Tortuoso.

 Así a veces uno deambula. Pero sólo a veces. 

 Hace sol y hay luz hasta tarde,pero en ocasiones no ve quien quiere. Hay nubarrones que ocultan esa luz, los mismos que hacen que transites por pasillos así tan estrechos. Sin espacio, sin luz, a veces casi sin aire.

 Corredoiras de libertad, abríos paso ante mis ojos, que no veo la hora de dejar estas sendas tan inhóspitas.  Campo abierto de mente, eso es lo que quiero y necesito.