Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 17 de abril de 2015

Caza de brujas

Estamos ya en periodo de pre-campaña; en apenas unos días serán publicados en documento público, los edictos y convocatorias con las fechas en que se pondrán de nuevo las urnas con el objeto de elegir ediles y diputados autonómicos que sirvan para establecer mayorías de gobierno en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.  El escenario se presenta apasionante con la irrupción de nuevas fuerzas politicas que en apenas unos meses y con precariedad de medios, han conseguido discutir el espacio electoral a los otrora casi intocables partidos de un sistema electoral español, definido por un multipartidismo atenuado que la Ley D'Hont convierte en un bipartidismo alternante de facto. Galopando a horcajadas sobre los efectos de una crisis  enquistada en los hogares españoles, los nuevos actores incorporados a éste elenco político, ponen la sal y pimienta a unos comicios donde se esperan  grandes novedades, como el cambio de regidor en los dos grandes municipios del Estado, o la caida de gobiernos largamente anclados en el abuso, los excesos, y, por extensión, las inevitables corruptelas derivadas de todo aquello. Nuevos gobiernos y nuevas mayorías  que deberán liderar la salida de una crisis, que, a día de hoy,  se antoja casi tan difícil de gestionar como la peor etapa del deterioro al que hemos sido sistemáticamente sometidos con la caída del ciclo económico anterior.

 Como efecto colateral a la caída de los dioses en que parece estar convirtiéndose para los dos grandes partidos este periodo, cabe reseñar el marcado protagonismo que están  adquiriendo el poder judicial y algunos de sus jueces como consecuencia  de las  diligencias que en ciertos casos están llevando al banquillo de los acusados a, en otro tiempo, personajes de cierta relevancia y notable importancia en sus formaciones.  En estos dias hemos asistido  a la comparecencia de un  ex - presidente de la Junta de Andalucía, ante el Tribunal Supremo, o al arresto acaecido anoche mismo, al ex ministro de economía que lideró la entrada de España en el Euro. Personajes en otro tiempo en la cúspide, son hoy objeto de escarnio y censura públicas, en este contexto de caza y captura del corrupto en que se ha convertido la política española de un tiempo a esta parte y del que estos dos ejemplos citados son tan sólo una parte.

 Que se haga justicia y se depuren responsabilidades ante aquellos cuyas malas praxis hayan conducido a enriquecimientos ilícitos, es un imperativo  que se convierte en necesario, más aún si se quiere comenzar un nuevo periodo de renovación al albur de la recuperación económica. La falta de alternativas reales de gobierno a PP y Psoe en estos años han convertido a ambas agrupaciones en partidos catch all, habituados a recoger  cosechas de votos en todos los caladeros imaginables para perpetuarse al frente de los órganos de gobierno de las instituciones, que han gozado de pocos cambios, caldo de cultivo necesario para aquejar a la democracia española de un viejo mal denominado poltronismo, acentuado por prácticas económicas carentes de escrúpulos,  y que cuenta entre sus más caracteristicos síntomas,  prácticas como el nepotismo,  la falta de transparencia  o la legislacion a golpe de decreto que trate de cercenar derechos para evitar excesos en el celo y las críticas de los ciudadanos.

  Sin embargo no hay que convertir la búsqueda de esa justicia en un exceso que convierta la política española en una caza de brujas en la que se utilicen los juzgados como elemento para eliminar enemigos políticos. Eso nos llevaría a incurrir en prácticas nocivas que recuerdan al macartismo, etapa nefasta y señalada de la historia de Estados Unidos que en la década de los años cincuenta, promovida por el senador Joseph McCarthy, desencadenó un proceso de delaciones, acusaciones infundadas y denuncias, que en algunos casos llegaron a alcanzar cotas inimaginables, como la realización de interrogatorios, procesos irregulares  o la elaboracion de listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas.

 En España  eso hoy va camino de convertirse en la caza del imputado, cuya figura legal dista de la del condenado y por tanto culpable, y que en estos momentos, parece ser opinión mayoritaria, debe llevar aparejado el cese de cualquier actividad política, sin esperar veredicto  alguno que delimite cuan fundadas o no puedan ser esas acusaciones. Los excesos de esas acciones son fácilmente imaginables  para quienes seguimos la politica y a diario y vemos el riesgo  de que la cosa pública acabe por convertirse en una constante criba que haga selección interesada de cargos electos a conveniencia, eliminando las impurezas con imputaciones que no tienen ni que ser supuestas.

 Grande es el riesgo y grandes  son los retos que se plantean en el futuro para una clase poltica en constante proceso de cambio, sometida al ojo inquisidor de la opinión pública  y de algunos de sus corifeos, dispuestos a sacar tajada  a costa de lo que sea. Atentos y expectantes habremos de estar para evitar que de un mal salgo otro, quien sabe si incluso mucho peor. A lo mejor también  aquí  algún telentoso intelectual  sabe dejar su impronta elaborando un texto como el dramaturgo Arthur Miller que escribió su famosa obra Las brujas de Salem en pleno apogeo del macartismo.


viernes, 10 de abril de 2015

Decadencia real

 Habrá quien sienta algún tipo de simpatía, quizá de conmiseración por la actitud dócil, casi inocente y excesivamente ingenua de una persona que por formación, y tradición tiene de todo menos de idiota.  Aún así en un gesto que pocos, por no decir nadie, pueden alabar, la hija del cesante jefe de estado, insiste en su estrategia de defensa de negar la mayor, declarándose ignorante de todo documento o contrato donde aparece estampada su firma.

 La Casa Real en España puede declararse oficialmente en vías de desaparición. En un periodo de tiempo quizá no muy lejano, será declarada especie extinta, motivando con ello cambios profundos en la legislación y ordenamiento jurídico, como acontece con todo cambio que lleve consigo sustituir una forma de estado hereditaria por otra refrendada por sufragio, ya sea directo o indirecto. No es un enfermo convaleciente que queda en suspenso y a expensas de un tratamiento milagroso que pueda sanarla y revitalizarla. La monarquía en España es un quiste que solo queda extirpar, a tenor de sus raíces oscuras y poco democráticas, que impiden sanar lo que contamina por otra vía que no sea la amputación, antes de alcanzar la gangrena.

.-  Es una institución obsoleta en la que prima la figura masculina frente a la femenina en la linea sucesoria por consanguinidad.

.-  Es una entidad fuera de onda, en la época moderna donde las democracias deben siempre apostar por elegir a sus líderes, antes que heredarlos, con todo lo nocivo que ello conlleva. 

.-  En España mientras nadie pidió cuentas, nadie las concedió desde la Casa Real, en la que ha sido una política comunicativa de poca transparencia que resulta a estas alturas intolerable. Todo lo que se sustenta con fondos públicos, debe tener justificaciones también públicas, le pese a quien le pese.

 Quizá la Infanta no lo sepa, quizá no se de cuenta, pero sus explicaciones pánfilas y torpes ante el juez son un magnifico sinónimo de las bases sobre las cuales se sustenta una figura política, que en nada busca la legitimidad en las decisiones del pueblo sobre el que se erigen. Me temo que es incompatible con el mundo moderno, adoptar una forma de estado en la que la jefatura y máxima representación recae en un individuo al que priman y sustentan antes sus derechos dinásticos que sus méritos reales. No se trata de revestirles de autoridad y legitimación; se trata de que esa legitimidad sea coherente con una sociedad que demanda a raudales información, transparencia y proximidad a sus instituciones que siguen mostrándose esquivas, lejanas y , en casos como el que aquí nos refiere, altivas y prepotentes. La respuesta de la infanta ante el juez es la propia de alguien que se siente por encima de la ley, que se justifica en su condición de inquilina de eso que en su día dieron en llamar realeza y que ahora, lejos de ser un elemento de distinción o inmunidad, se convierte en un insoportable peso para quien lo posee.

 No hay mucho más que decir. Ni por refrendo popular ni por legitimidad moral o democrática; la monarquía en España esta a punto de expirar. Y el que suscribe estos comentarios, en otra época respetuoso con la figura del saliente monarca, a quien no dejó de reconocer su contribución a la llegada de la democracia en España, considera que el mejor servicio que puede realizar ahora, su sucesor e hijo, Felipe VI, es poner los medios para facilitar la transición hacia un modelo nuevo en que la máxima autoridad del Estado sea elegida por los ciudadanos. Que la III República, llegue pronto para quedarse, y por fin en este país tengamos un régimen político que aunque muy común y frecuente en el orden internacional, en España no ha dejado de ser un experimento breve y de éfimeros resultados que lo convierten una rareza en la historia política de nuestro país.



lunes, 6 de abril de 2015

Escalofrío

 Escalofrío. Esa es la sensanción que desde hace diez días nos recorre a todos la espina dorsal. El accidente de avión acaecido en los Alpes franceses y que ha dejado la desoladora cifra de ciento cincuenta fallecidos, es la razón de ello.

 No es un accidente de aviación al uso; alguien dirá que ninguno lo es, ya que muchas son las circunstancias que acompañan estos trágicos sucesos; aún tenemos todos en la memoria el desafortunado vuelo malayo, desaparecido en mitad del océano y del que, meses después no se tiene el más mínimo rastro ni de la ruta que siguió, ni del paradero de sus restos. Sea por lo que fuere, cada vez que ocurre un accidente de estas características, el impacto que produce en la opinión publica es mayor, dado el alto número de fallecidos.

 Sin embargo la tragedia de los Alpes en el malogrado vuelo de Barcelona a Düsseldorf, viene marcada por el terrible acontecimiento de que fue un accidente provocado; no por la macabra pericia de unos terroristas kamikazes o por el sabotaje en tierra de alguno de los componentes del aparato. El copiloto del vuelo, un joven de veintiocho años, del que estos días hemos conocido un historial medico mental más que sospechoso, decidió por causas que no se conocerán nunca, encerrarse en la cabina solo y precipitar la aeronave frente unas montañas que al parecer eran objeto de su devoción.

 No voy a caer en el error de convertir esta entrada en una lista de apelativos que traten  de explicar la frustración, el dolor y la rabia que los familiares de los fallecidos deben sentir en estos momentos, ante una desgracia que podría haberse evitado. La muerte siempre nos deja helados, por imprevista, salvo excepciones en que el fallecimiento es esperado, y por el tremendo vació que deja saber que aquellos a quienes queremos no van a volver nunca más.  Desgraciadamente, muerte y absurdo van cogidos de la mano en no pocas ocasiones; lamentarse y castigarse tratando de entender lo inexplicable es autolacerarse. Apoyar a las familias en su dolor, ofreciendo la verdad de cuanto haya sucedido, compensándoles, no solo con las ayudas económicas que correspondan , sino con el cambio y corrección de las medidas de seguridad que no permitan que una persona con problemas emocionales pueda asumir la responsabilidad de la conducción de un vuelo, irán en la linea adecuada y necesaria que impida, en la medida de lo posible, que acontezcan dramas como este. Toda ayuda será poca en el objetivo de evitar una muerte que siempre es más fácil de arrebatar, que de evitar.

 Reconozco que no me gustan los aviones; cada vez que me subo a uno, en el momento en que la tripulación cierra puertas y da instrucciones para el despegue, una oleada de angustia en forma de presión en el pecho me ahoga, obligándome a coger bocanadas grandes de aire. Es superior a mis fuerzas; podría pedir ayuda psicológica realizando alguno de los cursos que compañias aéreas ofrecen a usuarios para ayudarles a superar el miedo a volar, o recurriendo a ansiolíticos para rebajar y templar los nervios en el momento del despegue. Sin embargo hay otro argumento que mi cabeza asimila pronto y que me evita pasar por alguno de los dos sistemas antes mencionados; basta observar a los tripulantes de cabina realizar su trabajo enseñando las instrucciones de vuelo o paseándose entre las filas de asientos comprobando quien lleva los cinturones abrochados, para que esa presión en el pecho se alivie, mi ritmo cardiaco se tranquilice y mis pulmones reciban bocanadas de aire en su curso habitual. " si estos, me digo, se atreven a meterse en este cacharro conmigo, es porque es seguro, y me van a llevar a mi destino con total seguridad". En ese momento me formo en mi cabeza la imagen de unos profesionales con muchas horas de vuelo a sus espaldas que no sólo están ahí para hacerme mas confortable el viaje, sino que además, comparten en lo que dure el trayecto, el destino que ese vuelo tenga, y que no debe ser otro que el de llegar correctamente a la terminal de  pasajeros del aeropuerto de destino.

 Vayan estas lineas como homenaje y admiración para todos aquellos que asumen la responsabilidad de trasladar pasajeros en medios de transporte colectivos, ya sea por mar, tierra o aire. Su profesionalidad, nos da la oportunidad de desplazarnos en condiciones de seguridad óptimas, facilitándonos la vida.