La primera vez que hoy mencionar a los Jemeres Rojos fue en un reportaje emitido por el mítico programa de la televisión pública española, Informe Semanal. En él se hacía una semblanza del líder de este grupo revolucionario asiático, Pol Pot, que alcanzó el poder en Camboya un 17 de abril de 1975,tras cinco años de guerra civil que acabaron por derrocar primero al rey y después a la Republica Khemer, liderada por Lol Nol, una dictadura apoyada por los EEUU.
Se cumplen ahora cincuenta años del asalto a Phnom Penh, la capital, obligando a sus cerca de tres millones de habitantes a desplazarse hacia un exilio forzoso. Nacía de ese modo tan turbulento la Kampuchea Democrática.
Durante cuatro años trataron de instaurar un régimen comunista, ateo y campesino, en el que las purgas para considerar la idoneidad de los habitantes del nuevo orden, dieron la vuelta al mundo. Prácticas como la de ajusticiar a los que llevaran gafas, porque eso les permitiría leer, por ende pensar y por lo tanto, plantearse sublevarse, es sólo una de las muchas justificaciones que diezmaron la población del país. Hasta dos millones de muertos se han estimado, como consecuencia directa de un estado totalitario llevado a delirio más extremo.
Efemérides que conviene recordar, aunque parezcan tiempos pasados y hechos que se cree que no pueden volver a ocurrir; más si cabe en tiempos como éstos de posicionamientos en los extremos, donde las medianías escasean y los que están dispuestos a tender puentes y moderar, se esconden. La historia está para conocerla, aprender de ella y no repetirla. Esa frase que se repite como un mantra y que cada día parece estar más vacía de contenido. Tiranías crueles que empequeñecen el valor de la vida humana y llegan a disfrazarse de regímenes democráticos, siguen en vigor. La falta de alerta y atención lo facilita. No basta con conocer, también hay que mostrarse abiertamente militante, mucho más allá de lo que supone protestar por la redes sociales.
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