Habré pasado delante incontables veces, por esa calle trasera que bordea el Paseo de la Estación, calle que por culpa de esto ahora sé cómo se llama, Paseo del Matadero y que hace apenas unos meses cambió el sentido del tráfico rodado que transcurre por ella.
Ubicados justo bajo la autopista A4, la misma que divide el pueblo en dos partes y que obliga a cruzarla por debajo a través de un tunel altamente transitado; en un esquinazo, detrás de una zona de aparcamiento de vehículos minúscula, se habían asentado unas cuantas personas sin techo, con tiendas de campaña, colchones, sillones y otros enseres.
Nunca se escuchó que se tratase de personas problemáticas, ni tampoco que generaran problemas a los vecinos de esa zona. Yo mismo he pasado a primera hora de la mañana, aún de noche, por sus aledaños y jamás escuché siquiera el más leve ruido, cuanto más sentir algún tipo de inseguridad.
Al parecer las razones del desmantelamiento obedecen a condiciones de higiene y salubridad; carentes de sanitarios o duchas, deposiciones y abluciones sólo podían llevarse a cabo detrás de unos garajes que hay justo al lado.
Desconozco cuantas personas estaban al final ubicadas allí; sólo espero que encuentren un acomodo más digno y que eso se haya contemplado al tiempo que se producía el desalojo.
Volveré a pasar por allí, sin que pueda dejar de mirar donde, en otro tiempo, hubo que gente que hacía su día a día y dormía en la calle. Personas con un pasado anónimo y un presente tan injusto como invisible para la mayoría de la gente.
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