Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 31 de enero de 2019

Juegos de la edad tardía

 Para todos los que practican el landerismo literario, Juegos de la edad tardía, (Ed. Tusquets, Colección andanzas, 1989),  es una novela de culto. Uno de los primeros trabajos de un joven profesor de instituto todavía lejano del consagrado escritor que es hoy Luis Landero.

  Landero muestra en este trabajo lo que es la esencia de sus relatos y textos: el de contextualizar sus historias  en  entornos que son tan corrientes como los que podamos tener sus lectores en nuestro día a día. Así sus personajes y protagonistas son personas que bien podrían convivir con nosotros o ser llegado el caso, nosotros mismos. 

 Pues si, uno bien podría identificarse con Gregorio Olías, protagonista de esta historia. Hombre de cuarenta seis años, (casualmente los que tengo yo en este momento), oficinista de poca monta y horarios fijos que consume sus días en su monótono trabajo y en sus rutinas domésticas, donde languidece en compañía de su anodina y conformista esposa y con la compañía de una suegra insoportable. Aficionado a la poesía, en sus páginas desgrana la frustración por no haber sido valiente y no haber perseguido su sueño de ser algún día escritor, para cuyos menesteres ya tenía incluso nombre, el que sin duda algún día sería el admirado Augusto Faroni.

 La extraña relación que inicia con uno de los comerciales de su empresa, Gil,  con quien no tiene más contacto que una llamada de trabajo cada cierto tiempo para recibir un pedido de vino y aceitunas, desde algún lugar remoto de alguna zona rural, es el punto de inflexión desde el que, sorprendentemente, la vida de Gregorio comienza a evolucionar de su sesteo continuo. De repente empiezan a tomar forma viejas ilusiones y viejos anhelos, y el gran Faroni sale de la retaguardia para encarnarse en la determinación de un aburrido oficinista que de repente se convierte en un intelectual políglota y viajado.

 Con ese humor con retranca tan clásico del mundo de Landero, van desfilando por la trama personajes a cual más pintoresco y estrafalario que acompañan a nuestro protagonista en su afán por retomar sus sueños de escritor, hasta hacerle llegar a un punto de no retorno, donde no podrá retomar su vieja vida.  

 Juegos de la edad tardía es una gran reflexión sobre la vida, sobre los sueños y metas que se quedan por el camino y sobre la lucha que uno mismo tiene que mantener para no convertirse en el principal obstáculo para hacer cosas y realizarse. Sin duda un regalo de novela, que con los años se disfruta tanto o más visto desde la distancia de los treinta años que lleva publicada.




viernes, 18 de enero de 2019

Catarsis del porno

 Siempre me ha parecido curioso el tratamiento que a la pornografía se le ha dado en en los medios de comunicación. Siempre en un aparente segundo plano, las referencias que hacían alusión a ella procuraban tratarla desde diferentes frentes, ya fuera como industria, analizando sus recursos o los miles de millones que mueve anualmente en todo el mundo, o haciéndose de eco de curiosidades o noticias que hacía referencia a la actividad como tal, ( contagio de SIDA entre actores, ocultación de actividades de prostitución, popularidad de la misma entre famosos y políticos...) De alguna manera siempre se ha hecho referencia a ella desde una perspectiva que mantenía una indudable equidistancia,motivada seguramente por creencias y motivaciones morales que durante mucho tiempo han visto esta actividad como algo sórdido o sucio.

  Sin embargo de un tiempo a esta parte parece que la actitud de medios y portales de internet sobre el mundo pornográfico ha cambiado. No solo porque las noticias que se publican son más constantes y abarcan todo tipo de hechos, desde la aparición de nuevas productoras, a la actividad de determinados actores, sino porque además otorgan un determinado protagonismo a sus intérpretes, especialmente las que pertenecen al sexo femenino.

 Antes era frecuente conocer el nombre de una actriz porno por su escarceo amoroso con un futbolista o personaje influyente más que por otras actividades como las que se mencionan ahora, donde algunas adquieren protagonismo por realizar labores de coaching o divulgación, convirtiendo sus pecados en virtud, poniendo a disposición de quien quiera escucharlas su experiencia con el sexo, ayudando a los demás a convivir o aceptarlo con naturalidad, o interveniendo directamente en actividades propias de la infancia o beneficencia.  

 En cierto sentido es como si una profesión antes denostada de forma rotunda o hipócrita, de repente se hubiese redimido, dando a sus actores la opción de aportar cosas a la vida y al común de los mortales, más allá del morbo o la curiosidad. 

 Incluso se filosofa desde la visión del sexo, tema que da para reflexionar largo y tendido. La corriente de defensores del denominado "poliamor", cada vez es más extensa,  cuenta con alguna protagonista de filmes para adultos como gran defensora, aduciendo razones de diferente índole que justifiquen la practica sexual alejada de la monogamia emocional. Eso además lleva anexas otras consideraciones como, qué tipo de tratamiento ha de seguirse con hijos nacidos de parejas que se dediquen al porno profesionalmente, o que convivan con personas que no lo hacen. Como se ve, el tema da para mucho.


 Es la ultilidad del porno en la vida corriente. De la oscuridad sórdida de una práctica denostada, a la luz de la practicidad moderna. Catarsis total.

viernes, 11 de enero de 2019

Jose´s Bar

 Un sábado frío, propio de comienzo de año, tarde aburrido en casa, con aires de resaca una vez acabadas las navidades. Suena el teléfono,un mensaje de whatsapp que sugiere quedar a tomar algo.  Te vistes y sales a la calle. Por una vez no quedas por tu zona, ni por el centro. Otro barrio de las afueras es el lugar elegido. 

 Sales de una boca de metro que no has pisado en tu vida, una de esas que se han hecho en los últimos quince años, fruto de la vorágine constructora que llevó a Madrid a desparramarse a través de su periferia y al metro a prolongar sus ya extensos kilómetros de túneles en los años locos de horadar el subsuelo para hacer de esta ciudad un auténtico queso de gruyer.

 Tu amiga es puntual; ateridos de frío os vais los dos a un Museo del jamón, uno de nueva cuña, de un tamaño que más parece una tienda de muebles que un bar de raciones y jamones. Sabes que es la primera caña, una caña de paso; la quedada requerirá de un garito con más enjundia. Apenas media hora después salís nuevamente en busca de posada.

 La  Avenida de Córdoba de aceras nuevas y anchos carriles de circulación pronto se topa con una glorieta que anuncia la vuelta al Madrid de siempre. Sin daros cuenta os habéis plantado en el inicio de Marcelo Usera, "esto parece el barrio chino, se han quedado con todos los bares y tiendas de la zona, a ver donde nos metemos",dice tu compañera de paseo, casi arrepentida de haberte sugerido quedar en Almendrales en vez de hacerlo en Legazpi. La caminata que tiene visos de convertirse en un mal trago, pronto encuentra arreglo convirtiéndola en un mal menor, anécdota a comentar en las sucesivas cervezas que vendrán después. Subiendo por la calle en la acera de enfrente aparece el Jose´s.

 Con hechuras de pub irlandés pero adornado como una cervecería alemana, pronto nos escurrimos en su interior. Con una luz difuminada y música baja que proviene de un canal de TV para nostálgicos, nos acomodamos en uno de los sofás y pedimos un par de pintas. Esto es ya otra cosa. Mi amiga nota que me disperso, que miro y remiro el lugar donde nos hemos metido, como si mi memoria quisiera traerme recuerdos de aquel sitio, como si ya hubiera estado allí.

 De repente se me enciende la lucecita. Claro que he estado. Detrás de la barra, el dueño, me refresca la memoria inmediatamente. Visiblemente envejecido, pero es él, el mismo que veinticinco años atrás me ofreció trabajo de camarero por mediación de mi amigo Jaime,a poco de llegar yo a Madrid. Su rostro casi cincelado. de formas geométricas y su corta estatura le delatan. Una sonrisilla me viene a la cara, y con ella los recuerdos de mi llegada a la ciudad. 

 Mi compañera de la cita demanda mi atención y rápidamente la pongo en situación. Atropelladamente le cuento anécdotas y recuerdos de a poco de poner los pies aquí, cuando todo era enorme e inabarcable y parecía estar muy lejos y ser poco manejable. Aquellos primeros meses de novatada, meses decisivos que hacen que adores o reniegues de esta ciudad, los viví con una intensidad como pocas veces más he tenido en mi vida. Fueron días de recorrerme la ciudad de punta a cabo, saltando de una linea de metro a otra, andando hasta cansarme por zonas que nunca más he vuelto a pisar,sabedor de que cuando me aburriera de hacerlo solo tenía que buscar una boca de metro para volverme a mi residencia de estudiantes. Días de perderme en el Rastro, cuando en la callejuela de las mascotas vendían animales, llegue a ver un burro en una esquina, y no jaulas vacías para canarios y collares para perros como ahora.

  Aquel Madrid atiborrado de tubos de escape,  me olía a churros y a calamares, a bufandas de lana en invierno y a geranios en verano, con ese frescor mañanero que daba al aire una sensación de pureza que hace que sea una bendición madrugar en Julio. Veinticinco años después sigue oliéndome a lo mismo.

 Enfrascado en mil anécdotas y en cuantas veces fui al Jose´s a tomar cerveza, le fui desgranando a mi amiga casi sin querer mi desembarco en el Foro, aquellos días en que Madrid me acogió con toda su dureza, de calles enormes y gentes con prisa, y como poco a poco fue engulléndome con mi consentimiento hasta el punto de mutarme la piel y convertirme en un vecino más.

 ¡Qué ricas me supieron las cervezas! No hubo margen para la nostalgia. Se añora lo que se echa en falta, y a mi Madrid me sobra, para mi fortuna. Entre otras cosas porque aún hay garitos como el Jose´s que me recuerdan de donde vengo y por qué vivo donde vivo. 

viernes, 4 de enero de 2019

No tengo miedo

  Qué gratísima sorpresa me ha deparado la primera lectura de este 2019, este trabajo de Niccolò Ammaniti, galardonado con el premio Viareggio en su sección de narrativa en 2001.

 Con un título tan sugerente como intrigante, No tengo miedo, cuenta una historia de verano y de infancia, ubicada cronológicamente en la década de los setenta en algún lugar del sur de Italia. En medio del asfixiante calor de la canícula, un grupo de chavales combaten el aburrimiento con una carrera de bicicletas en medio de los resecos trigales que rodean el pueblo, en dirección a una colina donde una casa abandona y desvencijada les espera. Al último en en llegar le tocará pagar la prenda: entrar solo en la casa y contar a los demás qué terroríficas visiones habrá allí dentro. El portagonista, Michele, un niño de apenas 9 años, será el encargado de vivir esa experiencia, de cuyo sorprendente resultado y descubrimiento no dará cuenta a los demás, obligándole a volver a la casa a solas. 

 Con esta intriga de inicio, Ammaniti, va construyendo una historia que sin dejar  nunca su lado infantil, se convierte en una trama de adultos, donde nadie es lo que parece y dónde un gran secreto tiene unidos a varios personajes aparentemente ajenos, los unos a los otros. 

 Con un lenguaje sencillo, propio del vocabulario de niños en sus juegos, el autor va trazando una historia truculenta, donde la intensidad y la tensión se acrecientan página a página, haciendo al lector comprender cada detalle de la situación como si lo hiciera desde la mente de un niño de nueve años que sin saber ni  cómo ni por qué se ve envuelto en una situación verdaderamente critica. Con el entorno de verano y su sofocante calor de telón de fondo, el relato va aumentando su temperatura, haciendo partícipe al lector que ríe y llora, tiene miedo y sufre, se agota montando en bicicleta y termina por hacerse las mismas preguntas que Michele, sin entender qué está pasando.

  Trabajo esplendido de Ammantini , cuyo ejercicio mixto de novela infantil y de intriga le supuso el reputado Vaireggio así como un lugar destacado entre los escritores italianos de su generación. Sin duda una lectura imprescindible.