Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 31 de mayo de 2019

La verdad sobre el caso Quebert

  De una novela de accíon o policíaca uno espera fundamentalmente dos cosas, una trama enrevesada donde diferentes personajes alimenten una atmósfera de dudas e incertidumbre y un final inesperado, donde nada es lo que parece y el crimen tiene una autoría insospechada.

 La verdad sobre el caso Quebert, (Ed. De bolsillo,2018) del escritor suizo Jöel Dicker cumple con creces esas expectativas, armando una trama compleja y rica en matices en un lugar perdido de la costa estadounidense, donde personajes corrientes de vida corriente se ven sorprendidos por el hallazgo del cuerpo de una joven desaparecida treinta años atrás.  Con un relato cronológico caótico, desarrollado así de un modo consciente por parte el autor, con la clara intención de despistar y crear escenarios de duda o tensión,  las diferentes revelaciones que poco a poco va aportando el caso, ayudan a generar un ambiente de desconfianza y temor, casi a partes iguales, entre los vecinos del pequeño pueblo de Aurora, que va en aumento desde prácticamente el mismo comienzo de la historia. 

 Con estilo sencillo, nada pretencioso, directo, el lector pronto se ve metido de lleno en la acción, ejerciendo de investigador propio y planteándose sus propias conjeturas sobre quien pudo matar a Nola Kellergan

 No es de extrañar que en tan poco tiempo este trabajo haya tenido su réplica en televisión con la grabación de su serie homónima. A buen seguro habrá sido un éxito si ha logrado reproducir los escenarios de una trama que mas que una novela parece un guión cinematográfico. No en vano el libro se vertebra y utiliza como base la relación íntima de dos escritores, como si fueran padre e hijo en vez de alumno y profesor, cuyo vínculo se desarrolla a lo largo de cada capítulo, usando la propia acción como excusa para desarrollar una especie de pequeño manual de cómo escribir un gran libro.

 Sea como fuere, es de esos libros que te atrapan desde el comienzo y que se devoran en pocos días. Eso convierte a este trabajo de Dicker en una novela sorprendente que hace las delicias de quien gusta de este genero literario.




jueves, 16 de mayo de 2019

La banda de los niños

 Que Roberto Saviano es un cronista nato es algo que queda fuera de toda duda. Ya sea en trabajos como cero, cero, cero donde el texto recoge acontecimientos de actualidad relacionados con el mundo de la cocaína, o en cualquiera de sus novelas, donde la separación entre realidad y ficción es tan fina que contribuye a hacer aún más contundente el efecto que produce cuanto se narra en el lector.
 
 Como buen cronista, Saviano no se pierde en descripciones ampulosas o en ambientaciones excelsas. Con una precisión milimétrica cuenta lo que ve, con tanta simpleza como efectividad, consiguiendo meternos de lleno en cada escena, como si por un pequeño agujero pudiéramos aproximarnos a la acción como testigos de excepción de cuanto acontece. 
 
 Este nuevo trabajo publicado en España por Anagrama, La banda de los niños, vuelve a deslizar sus tramas por la hermosa y a la vez terrible Nápoles, en cuyas calles la vida cotidiana trata de abrirse paso en medio de las disputas entre bandas rivales por hacerse con el control de cada palmo de terreno, espacio de venta de estupefacientes, de extorsión y de muerte, donde la vida no vale más que lo que quiera decidir el capricho de un maleante. Con una crudeza que pone los pelos de punta, Saviano cuenta en esta obra la paulatina introducción en el mundo de la venta de drogas de un pequeño grupo de adolescentes, cuyos ejemplos a imitar no vienen del cercano estadio de fútbol de San Paolo, o de la televisión, sino de las prácticas de los capos de organizaciones mafiosas, cuyos hábitos y poder buscan imitar. Como si fuera un juego de niños, en donde las pistolas son de verdad y las personas mueren de verdad, Saviano va construyendo una historia de horror en donde la perplejidad campa a sus anchas a medida que se deslizan las páginas de una lectura vertiginosa y estresante. 
 
 Intensa, cruda, terriblemente moralizadora, La banda de los niños es otra nueva aportación del Saviano militante y pacifista, empeñado en sacar las vergüenzas de una Europa que consiente que una organización así haya estirado sus tentáculos hasta donde ni siquiera se ve, por más que sea la bella Napoli el lugar único aparente de sus tramas.
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 9 de mayo de 2019

No menor que el vacío

 Nuevamente fruto de un regalo, una poeta, lectora apasionada y escritora cada vez más consagrada de versos. Ha sido de ese modo como esta pequeña compilación de Luis Feria,  No menor que el vacío, (Ed. Biblioteca Básica Canaria), ha caído en mis manos.

 Lo bueno que tiene leer antologías o compilaciones de textos como esta,  es que te permite poder comparar la trayectoria de un autor, especialmente en lo relativo a los temas de fondo que justifican sus trabajos o sirven de materia evocadora para conformar los mismos.

 En el caso de Luis Feria debería hablarse de un poeta todo terreno. Miembro de una de las generaciones de poetas que menos reconocimientos y publicidad entre el público han cosechado, la del cincuenta, en sus creaciones pueden encontrarse recuerdos y cantos a su tierra, Tenerife, así como reflexiones relativas a su época, elementos de historia y retratos intimistas e historias de amor, como no podía ser de otra manera. 

 Feria hace de su forma de componer versos una labor artesanal, donde la precisión en cada palabra, en cada término, en cada concepto, cumple una  función muy específica: la de trasladar un sentimiento, un estado de ánimo, un compromiso, un anhelo o una simple intención con un lenguaje tan cuidado como llano, que hace de sus lectura una tarea asequible, a la que es fácil aficionarse rápidamente.

 Esta colección de poemas  es un buen reflejo de la labor de este escritor, cuya obra bien merece un reconocimiento mayor que el que le profesan sus compañeros de género, tan poco transitado y practicado en los hábitos de los lectores de hoy.





lunes, 6 de mayo de 2019

Estulticia

 Anoche escuchando las noticias de la radio antes de dormirme oí que un rayo había caído sobre un avión en un aeropuerto de Moscú, provocando un incendio en el aparato y un aterrizaje forzoso que milagrosamente había permitido que las víctimas apenas sobrepasaran la decena. Hoy por la mañana, viendo las noticias en un canal de televisión mientras desayunaba, la versión de los hechos cambió radicalmente; al rayo le había sustituido un problema técnico en el aparato, y desgraciadamente la cifra de fallecidos se triplicaba, alcanzando la cuarentena sobre un pasaje de apenas ochenta personas.

 Desde que todos nos hemos abonado al intrusismo informativo, gracias a ese  aparato que llevamos en el bolsillo y que nos permite sacar fotos, grabar vídeos, mandar mensajes y enviar cualquier cosa en el acto gracias a internet, hemos tenido además la oportunidad de ver imágenes de tan lamentable suceso. Grabadas desde la terminal por algún pasajero en espera de su vuelo, se veía como se deslizaba una bola de fuego sobre la pista de aterrizaje,  demostrando el notable mérito de un comandante que se ha ganado el cielo para al menos cuarenta personas de ese ataúd con alas que debiera haber costado la vida a más personas, muy probablemente. Pero si ya es impresionante ver una imagen así, más sorprendentes son las grabaciones que otros reporteros por azar han hecho correr por redes sociales. La de un pasajero grabando el incendio del motor in situ, en su asiento de la nave siniestrada, en un estremecedora escena llena de gritos y lamentos, que ponen los pelos de punta, o la de las labores de desalojo del aparato por la parte delantera, mientras la parte trasera arde pasto de las llamas.

 Es este último vídeo el que más llama la atención, no por la espectacularidad de las llamas, ni por el trasiego de los efectivos de bomberos que se apresuraban a apuntar sus mangueras sobre la base del fuego. Impresiona ver, andado como almas en pena, a un puñado de  pasajeros que consiguieron salir del avión, acompañados todos ellos con un trolley de equipaje de mano, el típico que te permiten subir a cabina por sus reducidas dimensiones.

 Y entonces es cuando uno se pregunta: En mitad de un fuego, en un recinto reducido y alargado como es la cabina de un avión, con el riesgo de ahogarse con el humo, ¿De cuánto tiempo dispone uno para poder evacuar el aparato?, y  en una situación así, ¿A quién puede importarle una maleta? 

  Como no podía ser menos se ha abierto una investigación, por incumplimiento de la normativa de seguridad. Al menos dos son los que se han contabilizado como fallecidos por el retraso en una evacuación que apenas duró un minuto. ¿Se habrían salvado si la estupidez de algunos no les hubiera hecho preocuparse por unos bultos alojados encima de sus cabezas?

La estulticia humana no tiene limites.



 

viernes, 3 de mayo de 2019

Luz de tormenta

 Con un título tan sugestivo como rotundo se hace complicado pasar por alto un libro como este, y es que con él el maestro Ángel Zapata ya anticipa al lector lo que  se apresta a asimilar con su lectura: un escenario de lucha, de inconformismo ante un mundo en donde los elementos que neutralizan y bloquean al sujeto son cada vez más sutiles y menos obvios.

 Y es que de eso se trata, de encontrar la luz en medio de esa tormenta diaria por la que transcurre nuestra vida. Como de costumbre, Zapata encuentra en esta colección de relatos, tan breves que bien pudieran ,calificarse como aforismos,  las palabras precisas con las que denunciar los abusos y excesos e invitar al oprimido a rebelarse contra su escenario de enclaustramiento. Metáforas que corren por cada uno de los pequeños textos donde el transfondo inequívoco surrealista da paso a la reflexión.

 No tardará el lector en sumergirse en una especie de mundo mágico donde objetos, espacios y personas parecen interconectarse sin lógica aparente ni concierto; nada más lejos de la realidad; la superposición de imágenes cuyo simbolismo permite ver las cosas mientras transcurren a lo largo de la narración, crearán el mínimo pero suficiente espacio de estímulo que permitirá comenzar la reflexión; reflexión íntima que aplicará en el momento de comenzar a leer. Eso convierte la lectura de Luz de Tormenta en una experiencia intransferible, donde lector y creador reflexionan juntos en busca de esa luminaria donde todos queremos ampararnos.

 Ni que decir tiene que el "ropaje" con que acompaña Páginas de Espuma con su cuidada edición, convierte este último trabajo de Zapata en una experiencia sobresaliente. Digna de leer a sorbos, como quien degusta un buen café. Que aproveche.