Pocas imágenes son más poderosas que las de la muerte, cuya representación más característica, la viste de negro riguroso con una guadaña en ristre, siempre a punto para segar vidas como si fueran briznas de trigo.
Esa guadaña metafórica que pesa encima de todos y cada uno, que en cualquier momento hace acto de presencia, aunque uno tenga la virtud de silenciarla, de obviarla, de llegar a vivir pensando que no está y que no existe.
De cuando en cuando pasan cosas que te la ponen delante y te hacen recordar que siempre sigue ahí.
Anoche fue uno de esos momentos. Por culpa de un alimento mal ingerido, que provoca asfixia y obliga a practicar la maniobra de Heimlich para evitar malos mayores. En un suspiro, en medio de un momento de ocio, puede acabarse todo, de a forma más imprevisible, más absurda.
Como si fuera un recordatorio, de todo lo que tenemos en juego y de lo poco que hace falta para perderlo. Valorar lo más importante, una obligación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario