Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




martes, 30 de junio de 2020

Vida efímera.

Rodeado de plátanos, 

bajo por Retiro a buen paso.

Chiquillería y jolgorio. 

Nadie diría que estamos en caución y precario

Relajo en las barreras

narices que sobresalen

Tarde de sábado de incipiente verano

Todo parece en su sitio.

 Hoy parece que el bicho está un poco menos

 Aunque todos sabemos que sigue

 porque ha venido para quedarse.

 Evasión, 

 qué manera de pensar en otra cosa,

 quizá en otra vida fuesemos largatos

 si no nos da el sol, languidecemos

 embrutecidos e insípidos.

 Que siga la vida.

 Que siga, fuera,

 y que no falten bemoles

 pero tampoco cabeza,

 y mientras, entre plátanos

 sigo cruzando el parque

 rodeado de una felicidad que es tan tenue, 

 como circunstancial.

 Tan efímera

 como maravillosa.

  Es, simplemente

  vida.


 

lunes, 29 de junio de 2020

Inmunidad de rebaño

De entre todas las palabras, expresiones, conceptos, definiciones médicas, praxis, constructos y demás jerga derivada del COVID 19, es sin duda la que más juego da.

 Estimada entorno a un sesenta por ciento, en un primer momento, por cálculos probabilísticos que manejan los científicos, hay ya quien asegura que con apenas un cuarenta por ciento de contagios confirmados, ya podríamos alcanzar la inmunidad de grupo, haciendo que fuese más difícil que se proyectaran cadenas de contagio, y que los casos que surgieran, pudieran  aislarse como brotes en cuarentena, más fácilmente. 

 Suena esperanzador, salvo que, por desgracia  no tenemos una idea, ni mínimamente apróximada de cuanta población ya se ha contagiado. Si estamos cerca o lejos de ese cuarenta por cierto, poco se sabe. Eso tira por tierra las expectativas de una vuelta a la normalidad sin mascarillas, complemento incómodo con estos primeros calores.

 Vistas así las cosas, a falta de medios naturales con los que crear barreras, hay que seguir esperando y apostando por los remedios que los laboratorios puedan crear para paliar los efectos del virus de la corona.  A falta de anticuerpos, solo nos quedan los antibioticos, esos que los chinos ya nos suministran en masa. Conspiranoicos del mundo, estais de enhorabuena.

 A veces uno se pregunta, si no sería más rápido contagiar a la gente que intentar vacunarla. Si no tendría más sentido inocular el virus a gente sana, para que sus anticuerpos fueran la barrera de todos. Pero claro. ¿Quien se la juega, siendo tan imprevisibles sus efectos?

 Inmunidad de rebaño, sí. Porque en este tipo de crisis no hay indivudualidad que se precie, ni humanismo que realce al ser humano como ente primordial. En esto somos simple masa, todos estamos expuestos, a todos nos puede pasar; nadie es mejor ni tiene mejore medios para aislarse que no se sean separarse de los demás.

 Es un virus democrático, pues es el demos, toda la población, su potencial víctima, sin escatimar a nadie por razones de origen, condición, extracción social, o pertenencia a un grupo dado. Somos rebaño en esto con todas las consecuencias .Nadie es mejor que nadie, porque nadie está libre de padecerlo. Las diferencias solo vienen dadas por el tratamiento, no por el origen del mal.

 Uno tiene cierta tendencia a pensar que este tipo de cosas puedan dar que pensar a la gente. Que ayuden a generar un ánimo más solidario. Reconozco que cada vez soy menos ingenuo en este aspecto. Como en tantas otra cosas, una vez se supere la crisis, olvidaremos cuanto de malo nos paso y cuanto de bueno pudo surgir en una situación tan anómala. Impresiona ver la memoria de pez del ser humano según para qué.

¿ Qué diría Ortega de todo esto? Dudo que las masas tuvieran motivo para rebelarse, ni siquiera a titulo personal. Desde luego será materia de análisis y reflexión, más allá de lo que prediquen las estrellan mediaticas de Chul Han o Zizek. Tenemos materia para discurrir. Ole.

viernes, 26 de junio de 2020

Trafalgar

 Es evidente que no olvidaremos nunca este año dos mil veinte, que será una efeméride que todos recordaremos a nuestra manera, pues a todos nos tocó vivir la misma situación, cada uno sujeto a sus propias circunstancias.

 Hablando de efemérides, este tan extraño año es el de la comemoración del centeneario del fallecimiento del mejor cronista que ha tenido nunca Madrid, Benito Perez Galdós,

 Falleció un cuatro de enero, solo, enfermo y arruinado, arrinconado por sus enemigos, esos que confabularon para que su candidatura nunca entrase en las quinielas del Nobel de literatura, galardón que otros escritores patrios alcanzaron con menos méritos. Apenas un año antes había recibido su último homenaje, la estatua que cerca del Paseo de Carruajes, hoy sede de la Feria del Libro, en el Parque del Retiro, se erigió en su honor, obra de Victorio Machado. Con la vista muy deteriorada, recorrió con sus manos secas y rugosas el perfil de su cara esculpida sobre mármol blanco, sonriéndose por reconocerse en su gesto y rasgos a través de lo que sus manos palpaban.

 Muchas eran las actividades programadas para homenajear al escritor canario, en forma de exposiciones, nuevas reediciones de su obra, así como publicación de diferentes biografías, que ponen empeño en dar a la figura de Galdós el lugar que le corresponde en las letras hispanas; para muchos el segundo gran novelista nacido a este lado de los mares, después de Miguel de Cervantes.

 Dentro de todos los homenajes que se pueden hacer a un autor universal, el mejor de todos ellos es leer alguna de sus obras y en mi caso la obra elegida ha sido el primero de los Episodios Nacionales, el dedicado a la batalla de Trafalgar, de triste recuerdo para este país y de sentido significado para los ingleses, que vieron como perdía en ella su vida el más ilustre de todos sus almirantes, Nelson.

 Casualmente la edición que he utilizado ha sido la de mil novecientos ochenta y seis, publicada en formato de bolsillo por Alianza Editorial, la que compré para leer en la clase de lengua y literatura de segundo de B.U.P. 

 A través de los ojos de un niño huérfano,(Gabriel), que vive al servicio de un marino retirado, (D. Alonso),  en Véjer de la Frontera, que utiliza un falso pretexto para huir a Cádiz a espaldas de su mujer  y enrolarse en uno de los buques que estarán en la batalla, se muestran los entresijos de los preparativos de una flota que carecía del liderazgo, preparación y capacitación necesarios para doblegar a las huestes del Imperio británico.

 A diferencia de lo que se suele destacar en algunos foros que encuentran estas series de narración de episidios de la historia de España como un elemento de enaltecimiento del sentimiento patrio, en la lectura de los mismos puede encontrarse un duro análisis crítico de las torpezas, miserias y equívocos que han llevado a este país a darse de bruces infinidad de veces, por falta de talento, for carencia de esfuerzo y por menosprecio del adversario.

 Leídos a tacitas, son una excelente oportunidad de conocer la historia, y de paso, alimentar un espítitu crítico y constructivo. Con ese dominio del lenguaje, y esa prosa limpia y realista que tan bien supo recoger pasajes y modos de ser, retratos costumbristas de un páis que bien conoció y que se pateó de esquina a esquina.





jueves, 25 de junio de 2020

Dias raros

Son días raros

Ha vuelto la rutina, sí,

la calle a coger pulso, 

el tráfico a rugir por las calles,

pero seguimos siendo como zombies.

y lo que es peor,

hemos cogido rutinas de control

temor a que nadie se te acerque

Miedo a cruzarte con nadie corriendo

y todas las tardes a las ocho

gente caminando por todas partes.

Toque de queda residual y autoimpuesto.

No solo es la mascarilla

nueva aportación de la cesta de la compra

y del presupuesto doméstico

Hay otros inquilinos, 

menos tangibles

que han venido para quedarse.

Pasará tiempo

puede que mucho,

hasta que la confianza se recupere de nuevo.

Luchar contra fantasmas

cada cual con el suyo

tareas para la canícula

lenta y calurosa, como siempre

y ahora además

sesuda y reflexiva.

Que no nos falten las cañas...




 

miércoles, 24 de junio de 2020

Transición amnésica

 De todo el juego que dio de si mi único periodo de estancia fuera de mi país, vengo dando cumplida cuenta en muchas entradas en este blog. Vivir fuera de tu entorno te marca, te enriquece de una manera notoria, hace que tu perspectiva vital sea otra, que no mejor que la que puedan tener los demás, porque tienes la gran suerte de poder comparar con lo que has visto y vivido. 

 Momentos de todo tipo, buenos y malos. Asistiendo a una clase de Ciencia Política impartida por uno de los docentes asistentes del profesor Martinelli, en la que se analizaban las características de los diferentes modelos territoriales y su grado de descentralización, se puso como ejemplo de país con modelo de alta descentralización a España, a la que se consideraba como estado federal en la práctica, con ciertos tintes de confederación; en aquella clase se habló nada menos que del Estado integral, aquel modelo fallido de descentralización que intentó poner Azaña en la II República, y del que sin duda  es claramente deudor el estado autonómico actual, perfilado desde el año setenta y ocho. También se puso de manifiesto las dificultades que tuvo la consolidación de ese nuevo modelo político y administrativo de gestión, que a diferencia de lo ocurrido en el treinta y cuatro, con el autoproclamado Estat Catalá, por Companys, deudor del Estatuto de Nuria del año treinta y dos, supo reconducir de una manera pacífica las ansias y anhelos de los territorios con mayor sensibilidad identitaria, en un contexto político y social complicado, donde la liquidación de los entresijos de la dictadura franquista iba a necesitar de templanza, equilibrios y concesiones.

 Aquella clase empezó hablando de estados unitarios y estados descentralizados, y terminó refiriéndose a las bonanzas de la no sangrienta transición politica española,  modelo de implantación de una democracia nueva, único en el mundo, tan sólo imitado y de un modo parcial, por la transición lleva acabo en los años noventa en Chile.

 De lo orgulloso que salí yo aquel día del aula magna de mi Facoltà de Scienze Politiche podría rendir cuentas aquí, desde luego, orgullo que en cambio no siento cuando veo como se refieren a ese mismo proceso, aquí en casa.

 De las bondades de las cosas suelen hacerse eco siempre antes fuera que dentro, "no olvides que nadie es nunca profeta en su tierra", me dijo una vez mi abuelo, y desde luego tenía razón.  En todas partes lo que ocurrió aquí, entre 1976 y 1981, es celebrado como un acontecimiento único, en cambio aquí solo nos hacemos eco de todo lo malo que pudo acontecer en aquellos años decisivos. Lo último, la ocurrencia de llamar a ese periodo, transición amnésica, por permitir que episodios oscuros como la guerra sucia del estado contra ETA, no tenga una comisión de investigación para esclarecer cuanto hubo en ella de verdad.

 Vaya por delante que me parecen bien las críticas, y que siempre estaré del lado de los que busquen la verdad y la transparencia. Y para conocer hechos oscuros del pasado cualquier momento es bueno, la verdad solo puede hacernos más fuertes. Sin embargo uno echa en falta esa dosis de reconocimiento, de agradecimiento, de dar mérito a quienes posibilitaron que hoy este país tenga un régimen de libertades imperfecto pero necesario, que nos ha dado una estabilidad y un lugar en el mundo avanzado, aunque para ello unos cuantos tuvieran que dejarse sus principios y desgraciadamente, la vida.
 

 

martes, 23 de junio de 2020

Comisiones de bar

Comisión errada. 

Las cuentas del monarca emérito 

seguirán siendo información cofidencial.

Como la de intentar conocer la identidad del señor X, 

ese que todos sabemos quien es, 

aunque carezca de marchamo oficial.

Operación de bloqueo contranatura. 

Los rebotados del partido de la gaviota 

se suman a la mayoría institucional 

para dar carpetazo.

 El bipartidismo manda,

por más que el hemiciclo 

sea el más ecléctico en cuarenta años plebiscitarios.

En otras latitudes quizá esto fuera motivo de escándalo,

Pero aquí con esta memoria de pez que nos caracteriza, 

dejaremos que el ruido se atenue en unos días, 

hasta que sea un rumor sordo.

Solo será vigente en tertulias de intelectuales 

con sesgo significado,

Que echarán más mierda a la poza

para acomodar sus inquietudes 

y llegarán a la conclusión de que la culpa de todo 

es del de siempre,

el que aguanta la respiración,

ahora en otra parte, 

desde que hace unos meses removieran sus despojos. 

Siempre recurso socorrido.

Y así seguiremos con el bucle,

Esa especie de mezcla de resentimiento, 

disputa de trincheras y argumentos tabernarios

porque en este país,

vivimos en un bar permanentemente

para seguir con todo eso, mirando adelante.

Puro vermut de incongruencias.

No hay como el amor del calor de un bar

Que diría Gabinete.

 
 

lunes, 22 de junio de 2020

La sombra del viento

Corría el verano del año dos mil uno. Estaba en una de esas etapas de transición, en la que después de terminar una cosa, estás a la expectativa de comenzar otro nuevo trayecto.

 Con mi master en recursos humanos finiquitado, en pleno proceso de negociación con mi empresa de entonces para comenzar las prácticas allí mismo, hecho que aconteció el día once de septiembre para más señas,  y lleno de jornadas eternas de trabajo, pues seguía compaginando mi trabajo en aquella consultora con mis agotadoras noches de faena en un bar del centro de Madrid, que me impedían irme de vacaciones, en esa tesitura me hallaba cuando te compré una tarde de entresemana, al salir del trabajo, en el Corte inglés de Nuevos Ministerios.

 Apenas si llevabas unos meses en venta, pero ya habían circulado unas cuantas ediciones, que como por arte de magia volaron de los estantes de las librerías literalmente,  cuando yo me decidí a adquirir la mía: nada menos que la número cuarenta y siete. Me había hecho el remolón, como siempre por las sospechas que me genera el ver que un libro se vende demasiado, sospechas que se confirman en ocasiones, como sucedió con el Codigo Da Vinci, inmenso éxito comercial, al que hay que dar la enhorabuena por la excelente labor de marketing que permitió que se vendiera como si fuese La Divina Comedia de Dante, un subproducto literario de ínfima calidad.

 Recuerdo que esa misma tarde comencé la lectura, y que empezó de un modo dubitativo, flojo, más interesado por recorrer con el protagonista  las calles de una Barcelona que conocía demasiado bien por hacer bien poco que había regresado de allí después de mi fallida experiencia. Ni si quiera las gracietas de Fermín Romero de Torres terminaban por engancharme del todo.

 No fue hasta que apareció El Cementerio de los Libros Olvidados, la noche en que Daniel cogío su libro maldito, no fue hasta ese instante, en que la lectura dio un giro brusco, pasando de la apatía a la lectura enfermiza. Las páginas de la edición extensa en tapas duras fueron cayendo como agua, y un sábado por la noche, a la vuelta de mi trabajo de camarero, me encerré en mi cuarto de piso compartido, para dar finiquito a la novela. Aquella noche leí del tirón más de trescientas páginas, y empezaba a despuntar el alba, cuando me quedé dormido.

 De ese modo, pasaste a formar parte de mi reducido grupo de lecturas imprescindibles, a ser una historia que de un modo un otro he incorporado a mi propia existencia. Y como tantos otros lectores sueño con encontrame algún día con ese cementerio, y tener la oportunidad de rescatar de su descanso a alguno de los libros que allí se encuentran.

 Con la misma discrección con la que manejaste el éxito, te has ido, demasiado pronto. Buen viaje tengas, que la tierra te sea leve, y no sufras por tus creaciones, dudo que encuentren acomodo en ninguna estantería de tu cementerio.

 


 

viernes, 19 de junio de 2020

Médicos y enfermeras

Tiene gracia

Conozco a más médicas que a médicos, 

y a un buen puñado de enfermeros, 

casi tantos como enfermeras

Sin embargo en el imaginario colectivo, todos ponemos sexo a un oficio u otro

a pesar de que no hay distinción de sexo en esas funciones.

Ahora que tanto se habla sobre custiones de género

ahora que el movimiento feminista vive un repunte considerable

salen a flote curiosidades que el lenguaje y su uso

han apuntalado de manera constante.

Es , a veces, un micromachismo

y a veces ni tan si quiera eso, 

simple y pura inercia

pero pocas cosas alimentan más las diferencias

que el uso que damos del lenguaje.

Lástima de genero neutro

que esquivara estas puntualizaciones.

Como ya dijera Hobbes

no hay lenguaje más puro que el de las matemáticas,

no está sujeto a matices

ni a interpretaciones

No hiere susceptibilidades
 
¿Matemáticas vs. Lenguaje?

No

Educación, educación, educación...



jueves, 18 de junio de 2020

El bote de Colón

"Quiero ser un bote de Colón y salir anunciado por la televisión..."

 Eso decían Alaska y Dinarama en su canción. 

 Hoy la gente no quiere ser ese bote,  quiere más bien botar a Colón de la historia, limpiarlo de la memoria con algún tipo de detergente, echarlo fuera, por genocida, borrarlo del mapa, convertirlo en pura ceniza, como si eliminándolo de las calles y de sus pedestales se borrara la estampa del presunto asesino.

 Antes echábamos la culpa a la leyenda negra, esa que tan bien supuestamente supieron manejar los anglosajones para echar tierra sobre las campañas de descubrimiento y conquista, ensalzando los abusos y crímenes de los invasores, por encima de lo que pudo haber de bueno cuando dos mundos que se ignoraban, se encontraron, y en donde el pez grande, como siempre, se comió al chico. Pez que contó lo que ocurrió a su conveniencia, como hacen siempre los vencedores, pese a la insistencia de pleitar por los más débiles de algunos, como Fray Bartolomé de las Casas.

 Siempre es posible revisar la historia, no dar por sentadas las cosas, especialmente en épocas pasadas en las que, con frecuencia, hay lagunas en los datos, que obligan a interpretar pasajes completos, sin la certidumbre que da el haber obtenido pruebas, lo cual obliga a especular antes que a dar fe de lo acontecido. Ninguna figura es intocable, ningún personaje es incuestionable, especialmente aquí, que no ponemos en un pedestal infinito, en medio de una plaza, a ningún almirante, ni a nadie, como hacen en otras latitudes.

 ¿Revisiones, pues? Siempre. ¿Manipulaciones y oportunismo? Nunca, básicamente porque es el camino que conduce a ninguna parte. Dudo que el movimiento pro derechos civiles de EEUU, recientemente reavivado como consecuencia del triste asesinato de George Floyd, encuentre sustento alguno en revisar la figura histórica de Colón, y en eliminar su presencia de las calles. Siguiendo esa regla de tres, que el Distrito de Columbia, que da cobijo a la capital de los estadounidenses cambie su nombre, y que pregunten a los colombianos como quieren que les denominen a partir de ahora en la comunidad internacional.

 Este tipo de reacciones dan para mucho, por el ímpetu de las acciones que las justifican, por el argumentario que utilizan, donde la demagogia y la censura de mente juegan un papel significativo. Sin duda la sociología tiene en estos actos un interesante elemento de estudio, sobre el que trabajar para analizar los comportamientos de estos colectivos, que buscan construir un presente, eliminado los cimientos que le son molestos del pasado.

 Desgraciadamente para ellos no hay detergentes que eliminen de la historia momentos de abuso y sufrimiento. Por eso el bote, la expulsión de Colón, sólo será testimonial, muy probablemente pasajero. No tienen suficiente poder para sacarlo de la historia, ni probablemente fundamentos para hacerlo.






 

miércoles, 17 de junio de 2020

Amerika

 Ayer vi un nuevo documental sobre la figura de Adolf Hitler, y en esta ocasión, el tema central del mismo era su famoso tren, el Amerika, el mismo con el que se plantó en Hendaya para mantener la famosa entrevista con Franco, recorriendo cerca de mil quinientos kilómetros, que podrían haber sido más si el diferente ancho de vía española no hubiera impedido que el tren entrara en España.

 Un tren que bien podría catalogarse de bunker rodante, dotado de dieciséis vagones en donde había espacio para todo, para llevar sus limousinas, para acomodar un nido de ametralladoras defensivas, un salón de conferencias, y hasta un vagón que alojaba las duchas y baños y que bien podría catalogarse como vagón de aseo...

 Todos y cada uno de los grande gerifaltes del Tercer Reich, llegaron a tener su propio tren, decorados a su gusto, siendo el del Mariscal Goering, el más fastuoso de todos ellos, y a cada uno de los mismos solían ponerle el nombre de un continente. Toda una declaración de intenciones, expandiendo el lebensraum a golpe de railes. 

 Su miedo a los aviones, a que fuera derribado en el aire, pese a tener un avión a su disposición que de hecho volaba acompanando al tren en cada uno de sus recorridos, pilotado por un oficial destinado exclusivamente a ese servicio, a estar a disposición permanente del führer, fue el que posibilitó que fuese este medio el favorito para sus traslados a lo largo y ancho del inmenso campo de batalla en que se convirtió a Europa.

 No deja de ser fascinante, como el régimen más miserable de la historia de la humanidad, despierta tanto interés, aún habiendo transcurrido más de setenta y cinco años desde su disolución, con la conclusión de la II Guerra Mundial. Interés que lejos de ser una carga para el principal afectado por el mismo, el país donde nació y creció el régimen nazi, se ha convertido en un significativo sistema de obtención de ingresos, que hacen que ciudades como Berlín, tengan como principal atractivo o reclamo, todo lo que tenga que ver con la Alemania Nazi, o el famoso muro, que sirvió para dividir el mundo con el telón de acero tal y como lo definió Churchill.

 Es historia, sin duda, y conocerla bien, es el camino más rápido para intentar no repetirla, pero esta necesidad de conocer todo, hasta el más ínfimo de los detalles, roza  el morbo, y cuestionan hasta que punto la historia no debe estar para esto, para frivolizar con cuestiones menores, que sólo ponen sobre el tapete algo de todos sabido: el extremo grado de soberbia y egocentrismo del que se ha ganado a pulso el título de mayor genocida. Que la simple curiosidad no solape el rigor. 

martes, 16 de junio de 2020

Cacareos

 Los catalogo de cacareos. Aunque quizá para otros sea más lógico emplear el término mantra. Eso que se repite una y otra vez cuando te dicen algo o te piden explicaciones por algun motivo, y lo dices con aire de solemnidad.

 Según quien lo diga, alcanza el rango de jaculatoria, de oración religiosa. Y hay detrás de cada ocasión en que se pronuncia un aire como de resignación, como de rendición ante lo evidente, ante aquello que nos viene dado y antes lo que no tenemos respuesta o solución.

Lo dicho, para mi son cacareos; formas aprendidas, ya hechas anteriormente, que a modo de coletillas se emplean para responder y justificarse. Camino fácil a la hora de rendir cuentas. 

 Bien nos vendría un Alonso Quijano que reprendiera el abuso, por exceso de uso de sentencias ya hechas, para encontrar respuesta a casi todo, con ellas. Demasiado Sancho Panza refranero campa por el estamento de regidores.

 El cacareo de moda estos días es: No lo vimos venir, todos llegamos tarde a esto. Y con esa sentencia, pronunciada con rictus serio, gesto cariacontecido, ceño fruncido, ojos tristes, y aires de humildad, con tintes de sobreactuación, uno se regodea en la mierda y justifica su inacción, como si fuera suficiente excusa el reconocer la incompetencia para justificar la falta de resultados, de capacidad de respuesta, la ausencia de dotes para la gestión, especialmente en tiempos muy dificiles.

 Es incomprensible, cómo ante tamaña justificación se recauden anexiones y palabras de aliento y compromiso, en vez de censuras y crítica. Quizá porque ese sea el estado corriente en estos tiempos, el de considerar virtud el reconocer que no se llega, antes que el dar respuestas a lo que se necesita. 

 Tanto que hablamos de valores, podríamos empezar por refrendar una apuesta clara por aquellos que busquen la excelencia, el rigor y la capacitación, en vez de justificarse en medio del fracaso. Que todos sean mediocres no justifica mi mediocridad. Y desde luego no me hace capaz de ejercer determinadas funciones. Haríamos bien en no conformarnos.



lunes, 15 de junio de 2020

Butterfield y la razón histórica

 Que en Estados Unidos no termina de cerrarse nunca la herida de la segregación racial es un hecho incuestionable. Ahora ha sido como consecuencia de la muerte a manos de varios policias de George Floyd,  pero antes de él otros casos de violencia y abusos por parte de la autoridad, han sido motivo de manifestaciones y tumultos, a lo largo de todo el país, protagonizados por parte de la comunidad negra.

 Muy lejano queda aquel gesto de ocupar un asiento para blancos en un autobús de Montgomery, protagonizado por Rosa Parks, pero la esencia de aquella protesta se mantiene intacta, sesenta y cinco años después.

 Quizá lo novedoso sea la internacionalizacón de las protestas, la furiosa reaccion que ha llevado a generalizar las protestas más alla de las fronteras del país, en lo que se ha convertido en una oleada de gestos de indignación, que a medida que pasan los días cada vez tienen menos de protesta espontánea y más de postureo.

 Incluso alguno de los portales de difusión de contenidos audiovisuales ha cedido a las protestas, retirando de su catálogo la que seguramente es la más célebre película que recoge el conflicto racial estadounidense: Lo que el viento se llevó, del realizador David O. Selznik, alegando para ello que su contenido era problemático.

 Conclusión, a la indignación hemos sumado una oleada de revisionismo de contenidos, de catalogacíon de si son apropiados o no, en función a si pueden soliviantar a determinados sectores, o  servir de menoscabo a determinadas etnias o minorías.

 ¿Puede denominarse a esto censura? Esa es la gran pregunta.

 Y es que es esta una materia en la que ineludiblemente tenemos que hablar de historia y de su interpretación y de analizar cuáles son sus implicaciones reales; y para ello tal vez convenga acercarse a  textos como este pequeño ensayo publicado por el historiador británico Herbert Butterfield, que en dos mil trece fue traducido y comentado por la profesora Rocio Orsi, ( Editorial Plaza y Valdés), bajo el título Butterfield y la razón histórica. En él y en esencia, se critica la utilización parcial e interesada de hechos del pasado para justificar cosas del presente, cayendo en la tentación de hacer una mirada parcial en la que uno sólo se queda con lo que le interesa, obviando el resto de su contexto.

 ¿Tiene mucho sentido considerar como nociva una película realizada en los años cuarenta, y que tiene como argumento la Guerra de Secesión estadounidense, motivada entre otras cuestiones por el rechazo que los estados sureños manifestaban a abolir la esclavitud?, ¿ Son compatibles y equiparables los contextos históricos?

 Como diría Butterfield, sería quedarnos con la superficie de un problema o conflicto, caracterizado por tener más razones y justificaciones de peso, que la cuestión racial, y con el paso de los años, esta cuestión ha ido evolucionando, dotándose de unos perfiles diferenciadores, que en nada se asemejan a la realidad del hombre negro en el Estados Unidos de mediados del siglo XIX.

 Anacronismos justificativos de un problema grave que requiere visiones modernas y actualizadas para atajar un fenómeno discrimanatorio que tiene raíces culturales y económicas, y del que no son las únicas víctimas los ciudadados negros americanos. Otras minorias o grupos, como los latinos, son también damnificados del supremacismo blanco, sin que tengan a sus espaldas un movimiento contestatario tan poderoso como el que surgió en favor de la minoria negra con la reivindicación de los derechos civiles.

 Censurar contenidos de ficción, por razón de que sus contenidos puedan ser un problema nos crea un conflicto severo al no ser compatible esa limitación con la libertad de expresión y de creación. Y ni siquiera la historia y su interpretación interesada pueden poner coto a la expresividad de los autores, por más que sus contenidos sean ingratos o desagradables. Tenemos un grave problema con el menoscabo que manifestamos a otros por razón de su raza, extracción social, u origen, pero tendremos un problema aún más grande si no somos capaces de separar realidad de ficción, libertad de obligación. Otro episodio de esta cada vez más generalizada tendencia a monitorizar el camino, de indicarnos qué es lo correcto, de hacernos pensar en una dirección, de controlar nuestras reacciones. Peligro.




jueves, 11 de junio de 2020

Ahí te quiero ver

 Señoras y señores, con todos ustedes, la presentadora más excitante de la televisión mundial...

 ...Y al pié de la escalera de peldaños y barandilla blanca con alfombra roja, esperaba el malogrado Enric Pous, siguiendo con los pies la melodía machacona que hacía la cobertura de entrada de Rosa María bajando cada semana la escalera de una manera diferente.

 Corría el año mil novecientos ochenta y cuatro, cuando esta actriz de raza y talento a raudales entró en los hogares de este país aún casposo y trasnochado, para quedarse en nuestros corazones para siempre. 

 Sentados junto a ella y al pobre Honorato, en los salones de unos hogares en los que ver la televisión después de la cena era un ritual obligatorio, de esa guisa,  transcurrieron tantas y tantas noches de carcajadas,  de infancia que ya despuntaban a adolescencia.

 Podría esta entrada destacar la filmografía, o las decenas de representaciones que sobre las tablas de un escenario de teatro hizo esta mujer, pero sería volver sobre todo lo que ya se dijo ayer, cuando en los rotativos saltó la noticia de su deceso. De su pérdida, todos se han hecho eco, admiradores e incluso detractores, los que la denostaron por ser valiente y posicionarse políticamente, algo que en este país nunca se ve con altura de miras,  enviándote a una trinchera de manera inexorable. Figura que produce un duelo unánime, no hay mejor epitafio posible.

 Ahí te querré ver siempre, Rosa. Gracias y buen viaje.

 https://www.youtube.com/watch?v=-rXWVwNC08U
 

Cementerios

  Cómo afrontamos el incierto y desconocido paso que conduce a la muerte es seguramente el tema más filosófico que existe. A fin de cuentas de entre todas las preguntas que nos hacemos como seres humanos, la de por qué estamos aquí, o por qué dejamos de estar es seguramente la que se lleve la palma.

 Y detrás de las muchas respuestas que podrían plantearse a ese dilema, podemos encontrar una en la manera que tenemos de tratar a nuestros muertos, una vez que ya no están con nosotros.

 Es un asunto ciertamente fascinamente, el de los enterramientos, como si esa considerada última morada fuera una cuestión de vivos y antes que de muertos.

 Reciéntemente, en la que ha sido mi última salida al extranjero, a la siempre tranquila, idílica y pacífica Suiza, pude observar, sin buscarlo ex-profeso, como entierran a sus muertos los helvéticos. Seguramente sea consecuencia de su predicamento protestante-calvinista, el que las tumbas estén exentas de la pompa y majestuosidad que en otras partes acostumbramos a ver, más dados a comtemplar mausoleos de todo tipo que no sabe uno bien si sirven de última morada o de homenaje post-morten.  Hay veces que al verlos uno piensa si el ego del finado se sentirá satisfecho con semejante despliegue, aunque, seamos serios, el ego siempre ha sido cosa de vivos, y tener una tumba familiar destacada, siempre fue sinónimo de posibles, de posición acomodada. No en vano tener garantizado un entierro al menos digno, fue casi una obsesión de nuestros mayores, encadenados al pago de los muertos, en pequeñas cuotas toda la vida, para conseguir que cuando llegase el momento, los gastos del sepelio quedasen cubiertos por la aseguradora correspondiente.

 Pero volvamos a Suiza y a sus campos santos. Este al que tuve acceso, junto a su modestísima y preciosa iglesia con tejado de madera a dos aguas, ejemplo de un gótico tardío practicado por estos lares, allá por el siglo XIV, lo componían un puñado de tumbas sencillas, practicadas directamente sobre la tierra, sin más hornamento que la cruz que señalaba el emplazamiento de las mismas, siendo esta, muchas veces de madera.


 


 A la carencia de esculturas de toda índole, de adornos en mármol o con apliques de metales varios, tan propio de la condición iconoclasta de los protestantes, suplía con efectos plásticos sorprendentes, el acompañamiento de estas sepulturas con adornos hechos en piedra con forma de corazón, pequeñas linternas que a modo de luminarias seguramente acompañen en vigilias de recuerdo en determinados momentos del calendario a los fallecidos y sus familiares, o los pequeños tejados sobre la cruz, para mantener limpias de nieve las inscripciones donde rezan los datos de los fallecidos. Con tan inusual sencillez, y cerentes de flores, que en esta parte de Europa serán un homenaje baldío a tenor de la facilidad con la que se producen nevadas, convierten a estos cementerios en lugares con un encanto que invitan a su visita, aunque sean lugares de reposo y respeto.

 Y es que ya se sabe, hay un turismo de cementerios que aunque hoy parezca más pujante que nunca, siempre estuvo ahí, animado por el interés que tiene para muchos conocer la última morada de personajes famosos, aunque no siempre es el caso, tal y como ocurre con emplazamientos como el único Cementerio Judio de Praga, amasijo de lápidas e hiedra, que más parece un desguace que un lugar de reposo eterno. Desde luego su visita, allá por donde pares, en cualquiera de tus excursiones, ya sea programada o accidental, es una estupenda oportunidad de formarse una opinión sobre el lugar que se visita, como si de un mini tratado antropológico-filosófico se tratase.


miércoles, 10 de junio de 2020

Todo sigue igual

 Fue un domingo, el pasado ocho de marzo, la última vez que cogí el metro. Y lo cogí de vuelta a casa tras ir a cenar con unos amigos para celebrar un cumpleaños.

 Desde aquella no había vuelto a cogerlo. Más de tres meses han pasado desde entonces. Noventa y dos días de limitar los traslados a paseos puntuales, a visitas al supermercado o a la farmacia, y de montar un rato en bici, aprovechando los espacios destinados al paseo o a ejercitarse.

 Hasta ayer mismo, que decidí quitarme los prejuicios y temores de entrar en el transporte público por temor a contagiarme. Así que pertrechado con mi mascara, accedí al andén de mi parada para hacer unos recados. Los límites de mi barrio por fin iban a ser traspasados.

 Y eso que hace un par se semanas me decidí a cruzar el puente de la M-30, para pasar al Barrio de la Estrella, y desde ahí acercarme al Retiro y a Goya. Ambos trayectos, el de ida y el de vuelta, por precaución, los hice andando.

 Así que ya tocaba.

 Qué sensación más extraña. Me encontré las instalaciones vacías, pese a acceder a una hora que en condiciones normales se podría considerar punta: la de salida del trabajo. Sin apenas público, sin el olor característico de los pasillos y escaleras mecánicas, con el suelo, paredes y asientos llenos de pegatinas y carteles recordando la necesidad de guardar la distancia de seguridad... Parecía que fuese la primera vez que entrara en una estación del Metro de Madrid.

 Y nada mas lejos de la realidad, pues ese momento ocurrió hace ya la friolera de veintisiete años, justo cuando iniciaba titubeante mi segundo año de CC. Políticas tras solicitar traslado de expediente desde la Universidad de Santiago de Compostela. No le tenía pillado el tranquillo a lo de los transbordos y desde Moncloa en la línea tres, en vez de bajarme en Sol para coger allí el 134, para acercarme a Mirasierra,  me fui directo hasta Legazpi...

 Era un de aquellos trenes rojos, estrechos, ruidosos, con un ruído en el mecanismo de apertura y cierre de puertas que más bien parecía una explosión, con bancos corridos que no admitían división de asientos separados... De haber ocurrido la pandemia entonces, hubiera sido mucho más complicado mantener la distancia de seguridad en vagones así.
  
 Desde luego toca pasar página, y el primer paso para hacerlo será acostumbrarse a esta nueva realidad de poner distancia de separación y llevar máscarillas para ir a cualquier lado. Y mientras eso se produce, seguir disfrutando de la novedad de... volver a lo de siempre. Qué ganas de volver a decir aquello de: todo sigue igual.



martes, 9 de junio de 2020

La flaca

  Es la primera vez que escribo algo así, una especie de necrológica, decidida además en este mismo instante, pues apenas hace unos minutos que se ha hecho oficial su deceso: Pau Donés, líder de Jarabe de palo, ha muerto.

 Esta misma semana, me hicieron llegar a través de whatsapp, el vídeo del último sencillo que había grabado, el que ha sido su última aparición en publico, su tema epitafio. Un canto a la amistad, al buen rollo, a lo alegre. Un mensaje positivo, llevo de energía, propio de alguien que sabe que vive con la espada de Damocles encima, pues quien enferma de cáncer sabe que puede ganarle muchas batallas, pero antes o despúes terminará perdiendo la guerra.

 He de reconocer que escuché el video un par de veces, aunque más bien tendría que decir que lo vi repetido por necesidad, por intentar asociar esa voz tan conocida con la imagen que yo guardaba en mi mente de Pau; imagen que en nada se parecía al del que salía cantando, con esa barba que a duras penas disimulaba un rostro consumido y envejecido antes de tiempo.

 Como cuando vimos a Freddy Mercury en These Are The Days Of Our Lives, último video grabado en mayo de mil novecientos noventa y uno. Lo editaron en blanco y negro, para que la falta de color atenuara de algún modo la falta de vida del rostro consumido de Freddy, cuyos movimientos pesados y faltos de agilidad ya valían por si sólos para demostrar al mundo que estaba muy enfermo, en las últimas.

 En cambio Pau no se ha escondido apagando las luces del color, ni ha registrado su voz por última vez en un video triste o melancólico.  Con un tono dicharachero, casi de charanga y de fiesta, acicalado con su cuello grande de camisa estampada, con esos aires caribeños que tanto le gustaron y que tan bien reflejó en su canción más emblematica, con esos mimbres se ha despedido de nosotros dándonos las ...Gracias por estar, por tu amistad y por tu compañía...

  Yo por mi parte te recordaré siempre, escuchando los acordes de La flaca, tomándome una garimba en algún bar de La Laguna, porque para mi siempre será mi canción de verano, de tardes-noches inacabables  en compañía de los amigos, disfrutando de las semanas de descanso después del curso lectivo.

 Hasta siempre Pau. Descansa en paz.

lunes, 8 de junio de 2020

Golpéate el corazón

 Dicen que sus particulares referentes vitales, europea nacida y criada en Asia, por cuenta del cargo diplomático que desarrolló su padre, han sido la base sobre la cual se ha perfilado la especial sensibilidad que caracteriza a esta autora.

 En cualquier caso, otro elemento que distigue a esta escritora de otros creadores es la cuidadosa selección de sus temas, siempre cargados de vitalidad y emotividad, donde trata de dar voz a personajes en cualquier momento de sus vidas, incluída la etapa dentro del vientre materno, en plena condición de nasciturus, tal como ocurre en su famosa Metafísica de los tubos.

 En este nuevo trabajo, Golpéate el corazón, ( Ed. Anagrama), utiliza un verso del autor romántico francés Alfred de Musset, para construir esta historia protagonizada por mujeres, donde los celos incomprensibles que surgen en una madre, desde el instante en que se produce el alumbramiento de su primera hija, son la base de la historia.

 En lo que sin duda es un profundo trabajo de contenido psicológico donde se pone al descubierto lo más intimo que se esconde en la maternidad, cuya puesta al desnudo en la figura de Marie, sirve para desmitificar un momento en la vida de una mujer, que no necesariamente es motivo de alegría o consecucíon de un reto personal. La maternidad vista como un paso impresindible en la vida de una persona, pasa en este trabajo a ser una decisión, más que una obligación y un deseo que solo debe perseguir quien lo quiera y tenga claro.

 Con su habitual manejo de un lenguaje llano, sencillo, falto de recovecos ni figuras innecesarias, Amélie Nothomb, recrea esta historia donde el desarrollo y crecimiento de la hija Diane, vendrá marcado por el desafecto de la madre, huella de marcado significado en lo más intimo de su corazón, que le impedirá alcanzar la felicidad, ni ser una persona como las demás. De cómo el carácter de una persona se forma, más allá de los tres primeros años de existencia, y de cómo se construye una vida, creando círculos concéntricos entorno al problema de un desgarro afectivo desde la cuna, va esta historia, de la que es fácil extrapolar muescas que puedan acompañar al lector, que de manera inevitable no sólo simpatiza con la protagonista, sino que incluso acaba encontrando nexos o puntos de unión, esos sobre los que construimos nuestra realidad, marcada por las satisfacciones, pero también por fracasos y desafectos amororosos.

 Se lee en un suspiro, pero el poso que deja es para degustarlo a largo plazo. Da que pensar, conmueve, y obliga a hacerse preguntas. Casi diría que es lectura obligada para madres, o mujeres que pretendan serlo, y para hombres, que traten de entender la faceta de la maternidad en toda su esencia.





 


viernes, 5 de junio de 2020

Claridad

Suena el despertador. 

Son las ocho menos cinco. 

Tardo unos segundos en reaccionar, 

en pensar en qué día estoy. 

Me lo temía, es domingo, aunque bien pudiera ser martes. 

Me doy la vuelta e intento dormir un poco más, 

sé que es inútil.

Desde que empezó esto todos los días son iguales. 

Terminan como empiezan. 

Tal vez sea la luz dentro de la casa, que se amortigua y diluye, 

creando un estímulo diferente 

que mi cabeza percibe monótono, lineal.


 Más que libertad quiero luz, 

más que salir, quiero claridad, 

y que mi mente tenga otra vez ese brillo del día, 

en cada momento, a cada hora.