Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




martes, 31 de diciembre de 2019

Chinpún

 Otro año  que se marcha.

 Otro año con mucha marcha.

 Otro año de soliviantos, empecinamientos, caras largas y frustraciones.

 Parece como si estuvisemos abonados.

 Doce meses completos de provisionalidad, de denuncias y pleitos. 

 De bolsillos estancados e improperos cruzados. 

 ¿ Es un año perdido?

 Para nada, solo un necio no aprovecharía el bagaje creado, 

 más si cabe si es tan negativo.

 Así que 2020, solo una cosa te pido:

 que nada de lo hasta hoy acaecido,

 caiga en saco roto ni deje de servir. 

 Este año más que nunca

 las doce uvas han de ser uvas de la suerte

 aunque para nosotros la suerte dependa más de cabezonerías que de azares

 ¡Salud y más voluntad que suerte!

 

 

 
 
 

viernes, 27 de diciembre de 2019

Sobre los huesos de los muertos

 Decía un buen amigo en tono de broma el otro día, que este año los premios Nobel de Literatura habían recaído en la Murakami polaca (Olga Tokarczuk) y en el Murakami austriaco (Peter Handke), y es que cada año el escritor japonés aparece en un lugar destacado en las quinielas que apuestan por su nombre como el elegido. Pero un año más la suerte le ha sido esquiva y la academia ha optado por otros nombres, dos en este caso y los dos europeos, dejando de ese modo normalizada la lista de galardonados que aun tenía pendiente el asignación el vencedor del año pasado.

 Viene esta anécdota a colación como consecuencia de la pequeña recensión que aquí se deja de una de las novelas de la que es ya oficialmente la vencedora del galardón en 2018 y es que bien podría decirse que Olga Tokarczuk construye en sus novelas un pequeño ambiente lleno de magia, creencias, naturaleza y destino, como si de resultas de ello se creara un mundo onírico donde las cosas no necesariamente son lo que parecen, y no las explicaciones oficiales son las que realmente funcionan.

 En Sobre los huesos de los muertos, (Ediciones Siruela), la escritora polaca hace una mezcla original, algo así como una novela policíaca donde en un entorno rural se investigan unos crímenes, cometidos en el clásico sitio donde nunca nadie espera que pase nada. Una vieja profesora de inglés, que ocupa su tiempo en mantener en buen estado un pequeño grupo de casas que se alquilan por temporadas y  que vive aislada en un entorno rural, es la protagonista de esta historia esencialmente ecologista. Apasionada del bosque y de sus animales, a los que considera portadores de una esencia similar a los de los seres humanos, ocupa su tiempo en interpretar los horóscopos, a los que otorga mayor influencia en nuestras vidas de la que nuestro raciocinio se atreve a reconocer y en hacer la vida imposible a los cazadores, a los que planta cara, sin dejar de denunciarles a las autoridades a la primera ocasión de que dispone.

 La muerte de uno de esos cazadores en extrañas circunstancias será el inicio de esta especie de thriller naturalista, donde el amor por el entorno y el respeto a las reglas del medio ambiente serán la base sobre la que se sostiene una trama llena de giros inesperados, reflexiones profundas y revisiones de una vida que nos empecinamos en complicar y con ello empobrecer. 

 Con un lenguaje llano, cercano, que invita a la complicidad,a participar de la trama como si se fuera un lugareño más, Olga Tokarczuk construye una historia donde pasión, ternura y crudeza comparten escenario en un lugar que se llama habitualmente la vida. Y al igual que el escritor japonés la descripción de los paisajes, de los ambientes y hogares, de las comidas y bebidas están envueltas en una aureola de proximidad, complicidad y ensoñación que hacen del universo de la autora polaca un espacio mágico,uno de los más interesantes de ser novelados y leídos en la actualidad. Desconocida para mi hasta su encumbramiento con el Nobel, su descubrimiento a través de esta lectura supone una gratísima sorpresa que habrá que ampliar  con nuevas lecturas de sus trabajos. 



Parásitos

 Después de disfrutar de la enorme interpretación de Joaquin Phoenix en Joker, la cartelera de cine estos días tiene otras gratas sorpresas que mostrar como esta cinta coreana ganadora de la Palma de oro en el festival de cine de Cannes, titulada Parásitos, y dirigida por Bong Joon-ho. 


 La trama cuenta la historia de una familia de baja extracción social, que a duras penas malvive en un minúsculo apartamento de los bajos fondos, rodeado de cucarachas que encuentra una oportunidad de mejora a través de las clases de inglés que el hijo da a una adolescente integrante de una familia de la alta sociedad. Con un minucioso plan trazado, cada uno de los miembros del clan acabará ocupando alguno de los trabajos que demanda la lujosa vivienda, ya sea como chófer del padre, profesora de dibujo del pequeño o empleada del hogar de la casa. Se establece así un hilo argumental por duplas o parejas donde la trama se va desarrollando a través del vínculo que cada cual establece con el miembro de la familia empleadora. 

 Todo va sobre ruedas hasta que los nuevos inquilinos descubren que en la despensa detrás de un mueble la casa tiene un bunker, y en el se esconde un secreto del que sólo tiene conocimiento la anterior empleada doméstica.

 Con un rimo narrativo sencillo, directo y por momentos hilarante y  trepidante, Bong Joon-ho arma esta historia que habla de conflictos sociales, capacidad de supervivencia, y reflexiona sobre la importancia de saber aceptar la situación en que se vive, en cada momento. La mejor manera de tener un plan es no tenerlo, como si la improvisación fuera la única guía necesaria para sacar las cosas adelante: basta con saber leer las oportunidades que la vida te ofrece, cuando te las ofrece.

 Deliciosa y profunda esta bien reconocida y premiada película es sin duda un plan perfecto para ir al cine y ver algo diferente.




jueves, 12 de diciembre de 2019

Greta

 ¿Por qué me cae bien Greta Thunberg?

 Desde luego no será porque me destaque por ser un activista del medio ambiente, soy más bien ecológico, que no ecologista, o lo intento. Manejando cacharros como el que estoy utilizando para escribir esto es complicado serlo, visto la cantidad de energía que necesitan para tenerlos operativos.Y así con otras tantas cosas: móviles, tablets... Nadie que esté a la ultima en tecnología puede presumir de ser ecologista, seamos sinceros.

 Tampoco me cae bien esta chica porque sea una adolescente, (que no niña) de dieciséis años. Por cierto la edad de escolarización obligatoria en Suecia, es desde los siete a los dieciséis, con lo cual esta muchacha puede estar estudiando como no hacerlo, y no en la escuela, como sugieren muchos de sus detractores.

 No me cae bien porque sea una persona enferma y tenga el síndrome de Asperger. A la vista está que una persona que sufra esos trastornos neurobiológicos puede tener un grado de vida normal más que razonable. No veo a una persona enferma que busque dar pena detrás de sus actividades.

 Tampoco siento simpatía alguna por esta chica ni me parece admirable porque se obsesione con algo que sea justo en el fondo y haga de esa reivindicación su forma de vivir. Ni tan si quiera me fascina su maravilloso nivel de inglés.

 Entonces, ¿ Por qué la defiendo?

 Supongo que después de darle vueltas solo encuentro una razón: por llevar la contraria; quizá porque no entiendo por qué molesta tanto que una cría se cruce el Atlántico en un catamarán si tiene todo el tiempo del mundo para hacerlo, y encuentra con quien la lleve. Que tiene apoyos, más allá de los que le puedan brindar sus progenitores, es obvio, y que probablemente es la punta de lanza de algín lobby ecologista, también. Aún así, ¿ No estará en su derecho de hacer lo que de la gana para llamar la atención del gran público, como hacen otros, además con ánimo de lucro y sin cortarse un pelo?

 En fin Greta, que hagas lo que te salga del ciruelo. Y si como sospecho a algunos molestas porque tienen miedo de que puedas influir en sus hijos adolescentes, mira tu que bien, si hasta me parece estupendo que consigas concienciar a críos que ahora parecen vivir abotargados y atontados publicando por redes sociales todo cuanto hacen o sacándose fotitos con morritos a cada momento, en esta especie de paranoia narcisista por la que nos ha dado a todos de inmortalizar cada momento.

 Si Greta, me caes muy bien, aunque en el fondo sea solo por tocar los cojones.

 Eah, he dicho.





miércoles, 11 de diciembre de 2019

La noche de las velitas

 Quien sabe cuánto tiempo tardarían hace años en saber de la vida de sus familiares aquellos que por razones del tipo que fuera se vieran en la necesidad de cruzar el charco y estar a unos cuantos miles de kilómetros de distancia de casa. Seguramente hasta que no apareciera el código Morse fuera una quimera tener conocimiento rápido de nadie, si para tener noticias de un allegado hubiera de esperarse por ejemplo, a la notificación por vía postal. 

 Hoy con la red, y el uso generalizado de internet, ese problema no existe y la comunicación es inmediata.

 Tengo un hermano allende los mares, haciendo las américas como buen nordaca, que se ha negado en redondo a resignarse a trabajar de lo que sea aquí para subsistir. Tirando de orgullo se lió el petate y marchó a Colombia donde con más trabajo que fortuna se ha asentado, estableciéndose con su familia de reciente creación, en los aledaños de Bogotá.

 Con frecuencia tenemos noticias de él, gracias a las aplicaciones de mensajería que tienen los nuevos dispositivos móviles de comunicación; por ellos tenemos conocimiento casi diario de la vida y milagros de Sara, su hija, la última llegada al clan familiar que por desgracia aún no tenemos la fortuna de conocer en persona. 

 De entre las cientos de fotos que nos han llegado de su vida allí, me ha llamado mucho  la atención esta, sacada justo en la entrada de la puerta de su casa. En ella se le ve afanándose por derretir la base de una vela con el objeto de que el cirio reblandecido se solidifique de nuevo en la base, una vez depositado en el suelo.


 Interrogado por el significado de lo que hacía en la foto, nos comentó que es típico en Colombia realizar este acto que denominan la noche de las velitas, en la víspera del ocho de diciembre día de la Inmaculada Concepción, que es una forma de atraer la suerte, además de rendir homenaje a la virgen, y que para los colombianos este momento supone el inicio de las navidades. 

 Viendo la foto, no pude menos que acordarme de un libro que me impactó en la universidad y que de hecho traigo a colación siempre que puedo, La ciudad antigua de Fustel De Coulanges, libro que además de describir la fisonomía de las ciudades, o explicar el derecho o la economía, estudiaba los diferentes tipos de culto existentes en la antigua Grecia y Roma, con mucho su parte más interesante para mi gusto.En ella se relata la relación por ejemplo que los romanos tenían con el lugar que consideraban su casa, como el hogar propiamente dicho siempre estaba formado alrededor de un fuego, y como en el ara o altar se realizaban todo tipo de ofrendas a diversidad de dioses, así como homenajes a difuntos, a los que no se consideraba fallecidos sino pasados a otra vida.

 De entre esas deidades domésticas si hubo una que me llamo la atención fue la de los dioses de la entrada o del umbral de la puerta, aquellos que velaban por la seguridad de los que vivían dentro. Por ello que cada vez que se recibía a un nuevo inquilino en el ámbito doméstico este debía entrar por la puerta sin pisar la entrada, para que estos dioses no los considerasen foráneos, siendo esta la razón por la que la novia cuando llegaba a la casa de su nuevo marido, entrase en volandas llevado por él, costumbre que sorprendéntemente se ha mantenido intacta con el paso de los siglos sin que mucha gente sepa a qué obedece su cumplimiento.

 Dioses de la entrada, velas en el umbral de la puerta. Costumbres que tienen una mezcla de belleza, creencias, superstición y, en resumidas cuentas, son cultura. Puede que pasen muchos años,décadas o centurias, pero como decía Freud en El malestar de la Cultura, somos seres condicionados por el entorno en que vivimos y sus tradiciones y creencias, y ellas no nos hacen necesariamente libres, por mucho que la humanidad avance.


 

martes, 10 de diciembre de 2019

La desgracia es progresista

 Andaba hablando con una buena amiga la fatalidad que su compañera de trabajo arrastra de un tiempo a esta parte, donde todas parecen ser noticias malas en su vida. Mientras me comentaba que esta tarde se pasaría por el hospital para estar con ella y así darle ánimos en tan duro trance, ( su marido esta ingresado por un cáncer), me decía: 

 - Hay que vivir, disfrutar la vida a tope, desgraciadamente solo hay una cosa en la que somos realmente iguales, y esa es en la enfermedad y la muerte; ahí no se distinguen entre guapos, ni feos, altos o bajos, ricos o pobres...

 Solo la desgracia es progresista, me dio por pensar mientras leía las disquisiciones de mi amiga por whatsapp, muy dada ella a filosofar como suele hacer toda la gente alegre y optimista que solo ve oportunidades y no barreras, porque la vida se pasa en un suspiro.

 Así que solo en lo malo nos igualamos. Solo nuestra miserias nos ponen al mismo nivel constituyendo una suerte de rasero que solo entendemos y conocemos cuando nos vienen mal dadas. Es entonces cuando todo lo que nos separa, la suerte, o cualquier clase de meritocracia, deja de tener su efecto separador. La distinción depende de la voluntad, de la acción, del saber elegir o de leer las oportunidades que se pasan por nuestras narices y que pocas veces sabemos interpretar, y como tal, resulta que es esencialmente injusta, Si destacas dejas a otros atrás y el que te mira desde abajo no necesariamente lo hace en buen lugar, ni con buen ánimo, mientras que lo que nos une, viene dado por una especie de suerte caprichosa que nos deja a merced de unos designios que pueden zarandearnos a su antojo y sin control.Y esos frutos del caprichoso azar, solo nos unen en el dolor y en la enfermedad. Vaya, ¿no?

 Qué gran paradoja, tener la capacidad de comprenderlo pero no tener la posibilidad de cambiarlo. Panaceas y descubrimientos solo retrasan lo inevitable, que es igual para todos. Qué gran putada y cuanta frustración acarrea. El progreso de lo malo, una suerte de igualitarismo misérrimo y la desigualdad de lo bueno, como si la bondad fuera un mineral precioso escaso, que no todo el mundo puede alcanzar.

 Nada como una charla por whatsapp una tarde de martes para hacerse pajas mentales. Olé.

 

lunes, 9 de diciembre de 2019

La hija de Burguer

 Fue durante muchos años una novela prohibida, no en vano ataca frontalmente a uno de los sistemas políticos más injustos conocidos, el felizmente superado régimen del apartheid, que durante décadas segregó la población de todo un país por razón del color de piel.

 La hija de Burger (Colección Fábula, Ed. Tusquests), narra la historia de una joven adolescente marcada por la actividad política de sus progenitores, miembros del Partido Comunista de Surafrica, cuya actitud rebelde a los preceptos del sistema segregacionista, conlleva el encarcelamiento y continuo enjuiciamiento de sus actividades, consideradas ilícitas. No en vano la novela comienza con la presencia de la joven a la entrada de la prisión donde queda recluído un padre que acabará falleciendo en ella, convirtiéndose así más en una referencia difuminada, que en nada se pareciera a la relación normal que una hija y padre pueden llegar a tener sin la infraqueable pared de un muro de prisión.  

 Cuánto puede tener de autobiográfico este relato, es algo que cabe preguntarse a tenor de las situaciones que vivió esta escritora,hija de emigrantes judíos. Como si de una especie de solidarización con la causa de los mas desfavorecidos se tratase, el ser ella miembro de otra minoría perseguida fusiona de algún modo los escenarios ficticios de la novela con los reales de la vida donde la incomprensión de no sentirse aceptado por ser diferente en algún aspecto, crea ese hilo narrativo fugitivo, triste y doloroso.

 Con el Premio Nobel de Literatura de 1991, se premió la tarea divulgadora del inmenso estado de opresión que durante décadas sojuzgó al rico país de América del Sur, y con su muerte en 2014, la literatura en aquel país quedó huérfana de su voz más reivindicativa y militante, siempre comprometida con la igualdad y el respeto.

 Leer este trabajo de Nadine Gordimer, es no solo empaparse de la historia de uno de los grandes conflictos del mundo contemporáneo, es también una manera de comprender los cambios que vive un mundo donde los avances no son eternos y la involución acecha detrás de cada esquina.



 

viernes, 15 de noviembre de 2019

Lectura

La OCDE aplaza la publicación del los resultados del informe PISA referentes a las pruebas de lectura, alegando anomalías y comportamiento de respuesta inverosímil. 

 Este informe obtiene su población objeto de estudio entre alumnos de quince años.

 Me pregunto qué clase de conclusiones obtendría los responsables de este informe periódico, si realizasen esas mismas pruebas en otros rangos de edades. Y es que cuanto más lee uno las cosas que se escriben, más claro tiene que es un problema serio el que afecta a la lectura comprensiva, o dicho de otro modo, a lo que entendemos cuando nos ponen delante un texto.

 Y es que aquí no aplica eso de que cada cual entiende lo que quiere, más bien habría que de decir, lo que puede. Porque no basta con estar razonablemente dotado de entendederas, hay también que ejercer músculo y practicar la lectura comprensiva.

 Quien sabe, a lo mejor eso nos haría menos volubles, menos manipulables, menos previsibles. Todas esas cosas que se tienen cuando se ejercita el sano hábito de pensar, de darle a las meninges y discurrir. Pocas cosas ayudan a eso más que la lectura continua y provechosa. 

 Lectura si, sin más. Además es un hábito barato, accesible y asequible. Esparcimiento con rédito. Una ventana de libertad y crecimiento personal. Y por paradójico que resulte, cuantas más virtudes le encuentres, menos parece que interese eso a la gente.

 Da que pensar. Quizá es que es más cómodo ser dócil y manejable o da miedo ser autónomo y estar alerta. Hace siglos los campesinos aceptaron formar parte de señoríos por miedo a estar desamparados en caso de que se produjesen rapiñas y saqueos en sus tierras. Así fiaron sus bienes a cambio de seguridad por un precio, un régimen de semi esclavitud a cambio de la vida y el pan. Así se aseguró la transición en la historia tras la caída del Imperio Romano, y a sus extensas tierras llegó el alto medio a través de la feudalización. Hoy vivimos un feudalismo intelectual, equiparable a aquello donde el individuo fía todas sus esperanzas a que le den miguitas de felicidad a cambio de no poner peros y reparos. Dóciles al pastoreo y las proclamas. Hay cosas que no cambian.
  

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Sidi

 Seguramente Pérez Reverte se ha enfrentado con este libro a uno de los retos más importantes de su carrera literaria, el de tratar de recrear la vida y milagros de Rodrigo Díaz, ese caballero burgalés que las crónicas ubicaban en Vivar, alejado de clichés, arquetipos, coletillas que han covertido a este personaje medieval, más que en una leyenda en un perfecto producto prefabricado. 

 En Sidi, (Ed. Alfaguara), el personaje protagonista es un soldado de fortuna, un mercenario a quien la poca cabeza de su Rey Alfonso VI manda al destierro. lejos de regodearse en la poca fortuna, o en la pérdida del poder real, las páginas de la novela ponen de manifiesto la dureza y rudeza de la vida nómada e itinerante de un hombre de armas que al mando de un puñado de fieles busca el mejor de los acomodos, no dudando para ello de ofrecerse al mejor postor. No en vano buena parte de la leyenda de la figura del Cid, se cimenta sorprendentemente como soldado a sueldo de un rey moro, el de la Taifa de Zaragoza, Almuqtadir, bajo cuya tutela conseguirá las grandez hazañas que lo convertiran en la leyenda que fue después.

 A través de sus páginas Sidi describe con acierto los avatares de la vida del soldado trashumante, en sus largas jornadas a caballo, el lector, siente frio, calor, hambre, sed, dolor y cansancio, al tiempo que sufre y siente miedo antes de iniciar alguna de las acometidas o escaramuzas contra el enemigo con el que se bate sin miramientos, con rudeza, sabedor de que puede ser el caído en vez del vencedor.

 Dotado de una inteligencia seguramente superior, con dotes de mando y con esa química que transmiten los llamados a liderar grupos, Sidi nos muestra el perfil de un hombre duro, solo preparado para batallar pero que tiene las suficientes luces como para escuchar y entender al contrario. Es quizá el gran fondo que deja la lectura de esta novela, en donde su personaje principal es alguien confiable y dotado de sentido común, alguien capaz de aunar voluntades distintas, de conciliar y de ser el valedor de colectivos donde no todos esten cortados por el mismo patrón, ni defiendan o crean lo mismo. 

 La lectura de Sidi, casi parece una necesidad en unos tiempos como éstos donde todo es cuestionado y muchas actitudes intolerantes son cuestionables. Sin duda Perez Reverte busca transmitir un mensaje de calado y con fondo antes que retratar a un personaje histórico en una nueva biografía novelada. A fe que lo ha conseguido.



 

lunes, 28 de octubre de 2019

Los muchachos de Zinc

 Casi diría que es de obligada lectura esta novela documental de la escritora bielorrusa, Svetlana Alexievich, ( Los muchachos de Zinc, Ed. Debolsillo), más después de que el presidente Trump anunciase ayer a medio día la eliminación del último gran líder del ISIS, cuya vacante no tardará en ser ocupada. De aquellos lodos, los de la Guerra de Afganistan, que enfrentó a los comunistas de la República democrática con las milicias yihaidistas, vienen todos los barros posteriores, de los que solo el mundo se hizo eco después de la masacre del once de septiembre.

 En una nueva novela documental, llena de testimonios contundentes, terribles y profundamente humanos, la autora da cuenta de la penúltima andanza exterior de la extinta Unión Soviética, cuyo entusiasmo por internacionalizar la causa socialista no decayó, ni en sus horas más postreras. Así el Kremlin liderado por un obsoleto Breznev, decidió apoyar a las tropa comunistas del país islámico, al tiempo que los EE.UU. alimentaban con dinero y armas a los opositores del régimen. La guerra fría, vivió de ese modo uno de sus últimos momentos a lo largo de una década, que terminó con un conflicto sin vencedor claro que dejó el país sembrado de cadáveres, con al menos un millón de afganos y quince mil soldados soviéticos fallecidos. Svetlana Aleixievich espero al menos cuatro años antes de llevar a la imprenta unas páginas que por fuerza iban a levantar ampollas en la ya de por si malograda condición patria de la unión de repúblicas. No en vano unos meses antes de su publicación, llegaría a su término la URSS para dejar paso a una efímera Confederación Independiente de Estados, (CEI), un intento fallido de prolongar por otros medios el ya caduco intento de confederación eurasiático bajo vitola marxista.

  Como se ve el transfondo de la obra aquí referida es historia viva, historia reciente, y ayuda a entender las ideas y venidas, las contradicciones y el espíritu de los países resultantes de aquel experimento de estado,cuya huella tardará aún tiempo en ser superada completamente. Y sin que el espíritu soviético malamente puede ser enterrado como lo fueron los soldados de una guerra absurda, cuyos restos eran repatriados y entregados a sus familiares dolientes en ataudes de zinc, como bien significa el titulo de esta novela. 

 Se quiera o no se quiera, S. Alexievich ha convertido su obra en un espejo de la conciencia de un país que un día fue y que hoy, aunque exánime, no se resiste a dejar de ser y desaparecer.



lunes, 14 de octubre de 2019

El colgajo

 Esta novela es un canto a la esperanza, una apuesta de futuro, una demostración inequívoca de que la vida es siempre hermosa, incluso cuando te someten a las pruebas más difíciles.
  
 Llevaba tiempo esperando este libro, quizá porque sin leer el testimonio de uno de los supervivientes de la matanza, no terminaría de entender qué es lo que sucedió y por qué. Aún hoy tengo en lugar visible en mi habitación de los libros una fotocopia con el famoso lema: Je suis Charlie, igual que tengo vigentes los recuerdos de aquellos días, aquella mañana de escuchar la radio y leer noticias por internet, la tensión de no saber dónde estaban los asesinos, su posterior acorralamiento y liquidación, aquella manifestación fría en la Puerta del Sol, en la que nos juntamos apenas un par de centenares de personas y muy pocos no eramos franceses...

 ¿ Y todo esto por la publicación de unos dibujos? ¿ De verdad puede una mente ser tan retorcidamente obtusa como para condenar a muerte a alguien a quien como mucho debe censurarse a través, por ejemplo de medios como la más absoluta indiferencia?

 Esperaba un relato reivindicativo, defensor del legado de Charbes, de Cabu, de Wolinski...Y en cambio las páginas de lectura de El Colgajo. Editorial Anagrama, son una invitación a la superación, un canto al esfuerzo, al sacrificio, a la dignidad, a no perder nunca la cara a la vida, por muy duro que esta te lo ponga. Son unas páginas donde no se desgrana ni una gota de rencor, transmitiendo con ello un mensaje muy claro: nada aniquila más al ser humano, nada le aleja más de su esencia que sentir inquina u odio por nada o nadie.

 A Philippe Lançon aquella mañana del siete de enero le destrozaron la cara con varios balazos. Milagrósamente salió con vida de un atentado donde no podía quedar ninguno vivo. A su durísima tarea de recuperación que le ha llevado a sufrir un martirio de operaciones y convalecencias en hospitales ha sumado una capacidad innata de recuperación mental, que le ha llevado a comprender que una nueva vida comenzaba para él tras el atentado, vida que no está desaprovechando sumido en el rencor hacia sus verdugos y quienes les alentaron.

 Todo un ejemplo de integridad, escrito con la maestría de un periodista y reportero curtido en mil batallas, incluída la de vivir su segunda vida. Un regalo su lectura.






 

 

jueves, 10 de octubre de 2019

Jocker

 Zapatero a tus zapatos. Qué bien expresa el dicho la sensación que a uno le queda cuando intenta hacer algo que no ha hecho antes. Sin embargo en esta ocasión, voy a saltarme mi prudente ayuno en cuestiones cinematográficas para dar unas pocas pinceladas de la película que fui a ver ayer, Jocker, de Todd Philipps.

 Así es como habitualmente se refiere uno a una película, mencionando al director de la misma, pero mucho me temo que en esta ocasión habría que referirse a ella como la cinta de Joaquin Phoenix, cuya magistral interpretación es suficiente para rellenar cualquier critica que se quiera realizar de esta producción, con apelativos que solo pueden conducir a una palabra: Impactante.

 Y eso que estamos ante una película que si de algo se puede calificar es de sórdida, llena de planos oscuros en zonas oscuras de una ciudad donde la pobreza y la suciedad campan a sus anchas, la eterna e inevitable Gotham. En medio de esa atmósfera plomiza y asfixiante reluce la figura del guasón ( cuesta trabajo creer que nadie denomine a esta película de esta manera y no con su nombre original), cuyos gestos, sonrisa nerviosa y excesiva, movimientos convulsos, arqueos de cejas y  bailes por doquier, relucen en mitad de un escenario donde la crítica social y la reivindicación toman partido de manera inmediata. Protestas ambientadas en el personal modo de ver el mundo del Jocker,  en donde no queda claro que es realidad y que es ficción propia de su mente enferma, enferma de tristeza de quien creyó nacer para reír y nunca consiguió sonreír.

 Reflexiva, trepidante, intensa, sin dar respiros al espectador, la visita al cine para ver esta película es casi una obligación para disfrutar de una interpretación memorable que seguramente forme ya parte de la historia del cine.




 

miércoles, 9 de octubre de 2019

Acampadas

 Es un día entre semana y regreso por el Paseo del Prado camino de la Glorieta de La Cibeles, para coger un búho. De repente me topo con ellos. Apenas son una cincuentena de tiendas de campaña que ocupan un cuadrilátero estrecho rodeado de parterres que delimitan el espacio. Reina el silencio, aunque las pancartas y carteles que hay por todas partes resuenan como un clamor: reclaman el derecho a tener una vivienda digna.

 Hace apenas unos días que el Ayuntamiento ha desmantelado el campamento. Escucho a uno de los portavoces del movimiento de protesta que se queja de que les han confiscado las tiendas. Apenas un trozo de tela de poco o nada de valor, aunque para quien duerme en la calle es algo más preciado. La protesta se cancela, se desmantela, y lo hace sin altercados, en silencio, el mismo que hace que en apenas unos días nadie se acuerde de ellos. La pobreza siempre es silenciosa, anónima, no conoce de sujetos ni de identidades. A nadie le importa.

 Leo que otra nueva concentración y asentamiento  de tiendas acaba de instalarse en la Plaza de San Juan de la Cruz, en un lateral de Nuevos Ministerios, justo en el punto donde hubo una estatua ecuestre del dictador, que fue retirada de su emplazamiento de noche, sin aviso previo, con una precaución que solo delata el miedo que todavía desprende este personaje para muchos. En esta ocasión la razón de la acampada es otra: protestar por el cambio climático, eso conlleva que la mayoría de los integrantes de la protesta sean jóvenes, como si el medio ambiente solo fuera patrimonio de los que menos edad tienen. También pacífica, no tiene visos de terminar en ningún momento, aunque como ocurriera con los sin techo, será desmantelada antes o después. 

 Nada que perdure en el tiempo, Nada de ocupar las calles, como se hiciera en su día con la Puerta del Sol y el 15M, como si de un síndrome se tratase, que evitara limpiar los espacios públicos de estancias prolongadas.

 Parece este medio de protesta un medio reciente, pero nada más lejos de la realidad. Otros ya abrieron camino, como los trabajadores de Sintel, que durante 187 días ocuparon un buen trecho del Paseo de la Castellana, en los aledaños del Ministerio de Economía, en el mismo espacio en donde yo mismo, hice noche en una de sus tiendas en la acampada para reclamar al Gobierno de España que donase el 0,7% del PIB para ayudas al desarrollo. 

 Acampadas. Toleradas, pero con recelo. Patrimonio de los más jóvenes, idealistas, convencidos de que se puede hacer algo para cambiar el mundo, antes de que el mundo les ponga en su sitio, y los ideales languidezcan. Solo los que no tienen nada, los sin techo, no conocen de rangos de edad en sus protestas. La desigualdad no discrimina por sexos o edades, y es que nada nos iguala más que la miseria. Qué paradoja y qué desalentador.

martes, 1 de octubre de 2019

Extinción


 David Foster Wallace siempre dio pistas de por dónde transcurriría su carrera literaria; en el tiempo, iba a ser breve, como consecuencia de su carácter depresivo, que le llevaría a ser un enfermo bajo tratamiento prácticamente toda su vida, cuya consecuencia directa fue la del suicidio, acaecido en un periodo voluntario sin tratamiento.

 Por otra parte, en la selección de los temas; Foster Wallace fue siempre un escritor actual, que quiso recoger en sus textos su particular visión del mundo, retratándolo a través de sus incongruencias y faltas.

 Es sin duda por eso, por lo que el autor describe de manera minuciosa, al milímetro, cada una de las acciones que configuran sus historias, buscando de aquella manera la mejor forma de desentrañar los defectos de la mal pretendida sociedad perfecta de consumo. En sus historias, Foster Wallace desenmascara a personajes que a pesar de vivir en medio de la opulencia, andan perdido en procesos y actividades absurdas, que hacen del individuo un ser enajenado más que un sujeto capaz de actuar y de tomar determinaciones ajeno a lo que le rodea.

 Este es el universo peculiar, calculado, detallado, histriónico, y absurdo, que desgrana en cada uno de sus cuentos en esta complicación denominada Extinción, (Ediciones Debolsillo); en ella sus personajes deambulan por situaciones de la vida real, en casa o en el trabajo tan simples como las que puedan acaecer a cada cual, generando en el lector una suerte de duda, en parte por la analogía que obviamente ve en los personajes, proximidad que conduce a preguntarse cuánto de lo que hacemos día a día tiene sentido, o responde a lógica alguna. 

 Por la profundidad y reflexión de estas historias, esta colección de cuentos bien podría formar parte de materia de estudio, o simplemente de fuente de inspiración para aspirantes a literato o escritores en busca de material nuevo. Por el fondo y la forma, por la reflexión y el estilo, sencillo, cargado de matices, sobrado de descripciones, siempre lleno de argumentos y planteamientos. La figura de Foster Wallace esta llamada a crecer con fuerza con el paso de los años, para convertirse en un referente necesario de presente y futuro en la narrativa contemporánea.



lunes, 2 de septiembre de 2019

Esta bruma insensata

 Dicen que las historias de Enrique Vila-Matas tienen dos virtudes: son imprevisibles, no se corresponden con ningún guión, ni recurren a método programado, y son adictivas, acabas metiéndote en la historia aunque por momentos no sepas de qué va, ni tengas nada que te invite a identificarte con los personajes. 

 Por la parte que me toca, suscribo ambas afirmaciones y declaro que son esas mismas las razones por las que me he vuelto un incondicional de sus libros; desde que cayera en mis manos Dublinesca, una especie de manual de ayuda para todos aquellos que quieran leer el Ulises de James Joyce, varias han sido las historias con las que me he dejado atrapar por este autor, en las que solo un elemento se repite: la irrupción del mundo de arte en alguna de sus manifestaciones. Literatura, escultura, arte moderno, performances... Vila- Matas se ha convertido en una especie de cronista literario del mundo de la creación, a la que homenajea en cada una de sus publicaciones.

 La última entrega del autor barcelonés, responde  a un título tan sugerente como evocador.( Esta bruma insensata, Edit. Seix Barral) y es que esa palabra, bruma, es la clave del argumento de una historia llena de contrastes: entre el idílico y tranquilo paisaje de Cadaqués y Cap de Creus, con la Barcelona cosmopolita y en plena ebullición  por el conflicto soberanista, la personalidad del protagonista, hombre tranquilo y sin grandes ambiciones, que trabaja mandando material en forma de citas literarias, a su hermano y escritor de éxito, afincado en la Gran manzana desde hace años. Esta Bruma insensata es un vaivén constante de sentimientos, de estados de ánimo, de pareceres, de instintos creadores, y en resumen de posicionamientos ante la vida, con los altibajos propios de quien no sabe si lo que hace es lo correcto o no, de si recibe el aprecio que se merece o no, de si está donde debe estar o no...

 Toda una reflexión existencial con hilo argumental literario. Aún a riesgo de caer en tópicos, cuidado con leerla, que engancha. 




viernes, 30 de agosto de 2019

Rituales y sacrificios

 Leo que han hallado en una tumba en Huamchaco, (Perú),  los restos de doscientos treinta niños en lo que parece ser una suerte de ritual hecho por integrantes de la cultura Chimú para tratar de aplacar los estragos del clima. Los cuerpos que corresponden a niños con edades comprendidas entre los cuatro y los catorce años, suponen el último descubrimiento de enterramientos de este tipo, siempre datados en el periodo precolombino.

 El pasado martes en Coatzacoalcos, Estado de Veracruz, veintiocho personas fueron asesinadas en un Bar llamado El Caballo blanco. Un grupo armado de personas encerró a las víctimas e incendió el local, dejando que se consumieran pasto de las llamas al evitar que pudieran salir cerrando los accesos. Las autoridades consideran que el ataque es un ajuste de cuentas y que la matanza forma parte de la pugna que por el control de la venta de drogas llevan algunos grupos de la zona.

 Al menos quinientos cincuenta años separan unos hechos de otros, y en ambos casos se sigue un ritual y sus correspondientes sacrificios, con resultado de comprobar como gente seguramente inocente acaba inmolada en el altar de una meta que se pretende lograr cabalgando a lomos de lo irracional. Más de cinco siglos de distancia y un punto en común:  lo macabro y cruel de unos crímenes que ponen de manifiesto lo poco que sigue valiendo la vida humana.

  

miércoles, 28 de agosto de 2019

Gota fría

  Lunes por la mañana. Increíble lo cuesta arriba que puede hacerse a veces el comienzo de la semana. Un whastapp me anuncia en el teléfono que una buena amiga esta de paso en Madrid. Quedamos para tomar café. El lunes tedioso y anodino tiene un aliciente para variar y al acabar mi jornada laboral me voy al centro.

  Me espera sentada ya en una mesa de metal y mármol del Café Central, vetusto y elegante como siempre, más ahora desde que un indulto in extremis le ha permito seguir siendo referente de conciertos de música negra, cuando todo hacía prever que cerraría por la subida del precio del aquiler a un local de renta antigua. Alegría, besos y abrazos y un café y un té negro acompañan el breve reencuentro amenizando el toma y daca de preguntas y respuestas que comienza con el inevitable: ¿ Cómo te va todo?

  Es entonces cuando comienza a llover, con lluvia fina al comienzo, que da paso a goterones más grandes que caen como flechas a medida que se incrementa la fuerza con la que cae el agua. Será por la falta de costumbre, porque llevamos meses sin ver una gota, pero de repente la charla se para y se centra en observar las cristaleras del café, comprobando como el agua rebota en el suelo, chapoteando en los charcos que comienzan a crearse, apenas interrumpidas por pasos apresurados de gente que busca refugio para no calarse hasta los huesos.

 Las previsiones hablaban de tormentas de cierta intensidad y en esta ocasión no erraron el pronóstico. Con el paso de los minutos, la intensidad de la lluvia no baja y los charcos terminan por disolverse en torrenteras que comienzan a caer plaza abajo desfilando por un barrio de las letras que imagino un arroyo creciente.

 Mientras sigo con la mirada perdida en las cristaleras, al igual que mi amiga, de repente me acuerdo de una tromba como esta, allá por el año 1995, que como entonces me pillo fuera de casa, pero no al fragor de un café y con compañía como ahora, sino en plena calle y  camino de encontrarla ya que iba a una residencia de estudiantes, donde había quedado para recoger a mi novia de entonces. El ansia por no llegar tarde pudo más que la lógica y me lancé en una carrera desenfrenada desde mi colegio mayor hasta la boca de metro que me hizo calarme completamente. El traslado en el subterráneo, mucho más lento de lo habitual, terminó con mi llegada a la Glorieta de Bilbao donde el agua comenzaba a anegar los accesos de la estación hasta llegar a los tobillos, y al salir a la calle de puntillas, más agua me esperaba en mi recta final hasta dar con el portal de entrada de la residencia.

 De cuanta agua podría llevar yo encima seguramente diera buena cuenta la mirada sorprendida de la monja que aquella tarde estaba en la portería; mientras llamaba por megafonía a Sonia no paraba de echarme miradas, mitad de incredulidad y de reproche, que no hacían más que acrecentar mi sensación de sentirme un completo fantoche en ese momento. Y para colmo de males peor aún fue la que me lanzó mi novia, que debió creer que iba a buscarla montado en un corcel negro y vestido de príncipe y en cambio se encontró a un mindundi calado hasta los calzoncillos, más próximo a pillarse una pulmonía que de iniciar un paseo de cuento con su prometida. 

 Aquella tarde se anegó una parte de la M30 porque los responsables del viejo cauce del Manzanares no abrieron las esclusas para desalojar agua, y la final de Copa del Rey, celebrada en el Paseo de la Castellana, entre Valencia y Deportivo de La Coruña debió de ser suspendida, para reanudarse algunos días después. Yo por mi parte me llevé la bronca de turno, que terminó en reconciliación en el viejo Speak Easy de la Calle Francisco de Rojas.

 Ana me mira y se ríe. Dice que hace rato que lleva observándome y que le encantaría saber en qué estoy pensando. Me sonrío y le pongo al corriente de mi cita con Sonia de aquella tarde de Junio, puede que tan pasada de agua como esta. Y sin querer le cuento mi historia con aquella chica con la que apenas llegué a salir medio año: Solo recuerdo de ella que estudiaba económicas en el CEU y que era de Pedro Muñoz, un pueblo de Ciudad Real. Quien sabe, quizá si me la cruzo algún día la reconozca, le digo a mi amiga mientras pedimos otro té y otro café, con la excusa de que no se puede salir por culpa del agua.  

  Hay veces que los lunes pueden ser adorables, con confesiones de una tarde de lluvia y de gota fría.

lunes, 26 de agosto de 2019

Un torero al agua

   Andaba disperso y divagando,como de costumbre al salir del trabajo,  sentado en el 140, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla del autobús, camino de casa.

  Justo en una de las paradas del trayecto de la linea, mis ojos se fijaron en un cartel anuncio de una autoescuela, donde se ofrecían cursos de carretillero.

 - Carretillas elevadoras claro, me dije, pensando en lo que leía, al tiempo que mi memoria me traía recuerdos de hace más de veinte años.

 Si, hace veinte años trabajaba de mozo de almacén en un centro logístico de distribución que la Cadena Día tiene en las afueras de Sabadell. Con una extensión equivalente a varios campos de fútbol, aquel centro suministraba pedidos a mas de seiscientas cincuenta tiendas en Cataluña y Baleares, y a algunas tiendas de Grecia.

 Vestido con mi inevitable uniforme rojo, y botas con refuerzo en la puntera, montado en una carretilla con dos palas horizontales cargaba mi hoja de pedidos que alcanzaba los mil seiscientos bultos de media diaria, en las ocho horas que escrupulosamente cumplía entre las dos de la tarde y las diez de la noche.

 ¿ Cómo acabé de mozo de almacén? Uff, es una larga historia, y quizá diera para escribir una novela; cansado de intentar ejercer de vendedor de seguros para Agrupació Mutua, y de no recibir más ofertas de trabajo que para puestos de comercial, me animé a probar la experiencia de trabajador de perfil bajo. Y de ese modo obtuve un modo de ganarme la vida en los apenas nueve meses que viví en Barcelona.

 De entre las muchas cosas que llamaban la atención en aquellas naves estaba la megafonía, instalada con una potencia tremenda que hacía que cada vez que alguien hablase por alguno de los micrófonos habilitados se escuchara un estruendo tremendo.

 Uno estaba instalado junto a la zona de los palets del agua mineral, convenientemente precintados con plástico y celulosa para que su líquida carga apilada botella sobre botella, no se viniera abajo. Tan juntos estaban unos de otros, que para poder moverlos de su sitio era necesario requerir la intervención de un carretillero que con la fuerza de su máquina y la maña y destreza de su manejo, pudiera ayudar a cargar la mercancía. 

 No recuerdo cuantos carretilleros tenía el almacén por turno, pero a pesar de ser unos cuantos, apenas si daban abasto para cubrir la extensión de la nave, repleta de calles y calles armadas con estantes que llegaban hasta el techo de uralita, rebosantes de comida, bebida, productos textiles y otros de consumo doméstico.

 Dada la rapidez de las maniobras, y la necesidad de acortar los tiempos, también claros y concisos debían ser los mensajes a transmitir por la megafonía, por eso cuando alguien cogía el micrófono para demandar la presencia de una carretilla elevadora, el mensaje que se escuchaba era:

- ¡Un torero al agua, un torero al agua!

 Debí poner una cara de perplejidad que dibujara en mi rostro un gesto absurdo la primera vez que escuché ese mensaje, el día que me incorporé a mi puesto y andaba recibiendo formación, que el chico que lo estaba haciendo no pudo menos que partirse de la risa. A medida que iba viendo al carretillero faenar para mover los palets, me explicó que en Cataluña a las carretillas las llaman toros y que, por lógica pura, a sus conductores, toreros.

 Arranca el autobús y dejamos atrás la autoescuela. Continuo con la cabeza apoyada en el cristal mientras pienso en cómo debieran haber redactado el anuncio del cartel; ¿ Se dan cursos de torero, se forman toreros, se enseña a manejar un toro? Inevitablemente no puedo hacer otra cosa que reírme, mientras dejo que mi mente vuelva a su estado divagante, como siempre, después de ocho horas de ordenador y hojas en excel.



 

  
 

jueves, 25 de julio de 2019

Pulso

 ¿Por qué lo llaman negociación, cuando esto en realidad ha sido un pulso? Escuchando las valoraciones de unos y otros después de terminar la fallida sesión de investidura, no puede uno menos que pensar en que aquello que durante semanas nos han vendido como un intento de formar una coalición /cooperación, no ha pasado de ser un simple intercambio de golpes, donde cada cual solo pretendía quedar por encima del otro. Mucho gallo para tampoco gallinero.

 Y le negaron la investidura por segunda vez... Para ser todos de izquierdas qué poca voluntad de llegar a acuerdos, y qué fácil le están haciendo la transición a los rivales de bancada para recuperarse del varapalo sufrido, que tiene forma en la fragmentación del voto y la representación en nada menos que tres partidos. Desde los tiempos de AP/PP/UL no había andado la derecha tan dispersa. Con mentecatos políticos como estos en las filas opuestas, no tardaremos en verlos restablecerse.


  A verlas venir. Así estamos. Quizá sea el precio a pagar por tener un hemiciclo plural que se ha elegido bajo mentalidad y sistema bipartidista. Y qué caro sale pactar. Vaya parlamento donde no se parlamenta, ni siquiera entre los que son de la misma cuerda. 


 Nos acordaremos de estos días; seguramente se estudie en la Universidad. Pocas veces un  capital político y electoral tan grande habrá sido malgastado en tampoco tiempo.  El 15M cada vez queda más lejos, tanto, que nunca se hará realidad. Demasiada ínfula para tan poco idealismo. Y que luego vengan reclamando el poder de la utopía y la necesidad de convertirla en ideario político. Con tanto ego subido pululando por los arrabales poca chicha  podrá sacarse. Y poca novedad, más bien ninguna. Tanta movilizacion para que todo en el fondo quede como siempre. No tardará en hablarse de fraude...

martes, 23 de julio de 2019

Zona Roja

  Hubo un tiempo en que un abogado laboralista valenciano copaba las listas de libros más vendidos en este país, a finales justo de los años setenta y comienzos de la década de los ochenta. Cuentan incluso que llegó a tener cuatro libros en la lista de los más vendidos, siendo esta una lista de diez títulos y que a lo largo de su longeva carrera llego a vender más de cuatro millones de libros;  con unos registros así, si a alguien se le podía conocer con el sobrenombre de best seller, ese era sin duda Fernando Vizcaíno Casas.

 Son cifras prácticamente inalcanzables para ningún escritor español reciente, ni foráneo, ni siquiera por alguno galardonado con el Nobel de literatura; con estos mimbres cuesta trabajo comprender cómo alguien que vendió tanto en su momento y que fue tan leído, haya caído en el más absoluto de los olvidos.

 El libro que da pie a esta entrada, Zona Roja, publicada por el siempre potente sello de Planeta, apareció en mi casa dentro de una caja de libros desahuciados, condenados a un contenedor de reciclaje de papel, a no ser por mi casual intervención que me llevó a ofrecerme para acogerlos en mi biblioteca.  Es este el segundo libro que leo de este autor. El primero titulado Los rojos ganaron la guerra, también de Planeta, lo compré regalado de precio en el rastro de Madrid, una primera edición que además venía dedicada al que fue el primer propietario del libro.Y si en esa ocasión narraba una ucronía, (que hubiera pasado en España si no hubieran triunfado los sublevados y si los afectos a la República), en Zona Roja en cambio , se da un baño de realidad, contando el día a día de la población anónima en la capital valenciana, sede provisional y paulatinamente asediada de un gobierno en el exilio, en claro proceso de huida, bajo las directrices del Doctor Negrín.

 ¿ Qué pudo haber provocado un éxito tan rotundo en este autor? Sin duda la elección de los temas muy del interés de los lectores de este país en los comienzos de la democracia que apenas se desperezaba de los efectos y consecuencias de la transición política. Si a eso le sumamos la posición provocadora del autor, nostálgico del régimen apenas superado, convirtieron a este escritor en una especie de cronista que con suma habilidad, ty capacidad litraria, supo contar historias corrientes de gentes corrientes, bajo el manto de la tensión y conflictividad política con que vivimos a diario en este país, fuente inagotable de dramas y enfrentamientos.

 Pasados los años, y con la lógica evolución de una sociedad cada vez más asentada y más interesada por otras cuestiones, las cuitas literarias de Vizcaíno Casas acabaron en el olvido, postergando a un vendedor nato de libros en un autor olvidado y para muchos casposo y anacrónico, a quien sus juicios de valor siempre generaron más enemigos que amigos. Quien sabe si ahora con la vuelta a la vida de determinados grupos de nostálgicos del franquismo, vuelve a resurgir la figura de un escritor a quien si posicionamiento político le dio fama y notoriedad efímeras.








martes, 16 de julio de 2019

Una educación

  Es este uno de esos libros inclasificables, no solo por la historia que relata, sino también por el estilo, la estructura, el lenguaje y por supuesto el sentimiento que hay detrás de cada una de las páginas escritas en él.

 En puridad debería decirse que Una educación, ( Editoral Lumen), de Tara Westover es una autobiografía, el testimonio que una joven de treinta y dos años muestra al mundo a través de un libro donde pone de manifiesto su increíble existencia como miembro de una familia de religión mormona, cuyo celo en el seguimiento de sus preceptos religiosos es llevado al extremo de hacer vivir a los miembros de la misma prácticamente al margen de la sociedad. 

 La simple suma y sucesión de datos y hechos verídicos que se narran en sus páginas servirían para hacer de este libro algo sumamente especial: una niña que no sabe ni en que día ha nacido, que nunca fue escolarizada, que jamás visito un medico y que desde pequeña supo los sinsabores de la dedicación a un trabajo tan duro como la venta de chatarra. Sin embargo lejos de caer en la sensiblería y en la conmoción, fácil, Westover elabora la historia propia de una superviviente capaz de salir a delante pese a sus peculiares condiciones de vida; de ese modo en Una educación su autora huye de la tentación de cerrar su libro con la sucesión de sus acontecimientos vitales sin más,  para tratar de demostrar al lector que la vida de cada cual es no sólo la suma de hechos que suceden, si no también de las decisiones que se toman y de cómo uno decide formarse para tomar sus decisiones propias y con ello, tratar de cambiar su destino.

 Detrás de estás páginas llenas de momentos crudos e incluso terribles hay un canto a la esperanza, a la libertad, a la capacidad que tiene el ser humano de construir aquello que se proponga, a pesar de cuantos obstáculos se presenten y pongan por delante, y aunque para ello tenga que romper con el bien más preciado que pueda poseer cualquiera: la propia familia.

 Sin duda una educación es un libro especial, tan especial como su autora, cuyo tesón y determinación le permitieron salir de algún lugar en las montañas de Idaho para alcanzar un doctorado en Cambridge y con ello una nueva vida. Una historia que es todo un ejemplo.