Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




lunes, 31 de diciembre de 2018

El valor de la utopía

  Y llegó el ultimo día del año; otra vez estamos en plena víspera de la noche más larga y previsiblemente más divertida, del año.

 Desde hace algunos días vienen sucediéndose recopilaciones de lo que han dado de sí estos doce meses; balances que inevitablemente trasladaremos cada cual a lo que nos corresponde a título individual. Y ya puestos a hacer resumen, no se me ocurre mejor manera de hacer el mío que hablando de mis lecturas en este 2018 que se va; balance literario pues que en realidad es balance de vida.

 Cerca de cincuenta han sido los libros que han ocupado mis lecturas a lo largo de estos meses, habiendo hueco en ellas mayoritariamente para novela y ensayo, los palos que más toco y en donde más agusto me encuentro en mi faceta de lector; sin embargo este año de entre todas las lecturas destacan sin duda la de Nudismos, de Belén Valiente, poemario del que he tenido la inmersa fortuna de ser prologuista, El año del regreso, de Francisco J. Capitán, a cuya presentación en la Casa de Melilla en Madrid fui invitado como presentador y De esperanzas y soledades, opera prima de mi buen amigo Pablo Puicercús, en cuya revisión y publicación  me involucró activamente, siendo la firma de su libro en la Feria de Retiro, uno de los momentos más emocionantes del año.

 Este año, además ha dado tiempo a volver a hacer pinitos como escritor, asistiendo a un nuevo módulo de Escritura creativa y relatos cortos impartida por Inés Mendoza, en la Escuela de escritores de Madrid, contando con la compañía de mi fiel Isabel Morante a la que espero ver muy pronto en igual tesitura creadora que la de los mencionados más arriba.

 Sin duda el año ha cundido. Así que ya puestos a pedirle al venidero algo, le diría que cuando menos fuese tan productivo como lo ha sido este. Y que además de las referencias que incluyo arriba, apareciesen en mis lecturas libros como el que ha servido de inspiración para terminar animarme a escribir esta entrada.

 Tan simple como sorprendente; ¿ Ha muerto la utopía, triunfan las distopías?es la transcripción por escrito de la última lección, después de cuarenta años dedicado a la docencia, el profesor y teólogo Juan José Tamayo. En ella y de manera muy sucinta recorre el origen y la historia del concepto utopía, cuya materialización como término se debe a la figura de Tomás Moro. Si de algo merece hablarse en este libro es sobre la reflexión a la que llega el profesor Tamayo, que acusa a nuestro tiempo de haber abandonado la posibilidad de lanzar utopías para entregarnos en cuerpo y alma a describir escenarios distópicos donde el futuro que se vertebra está condenado a desarrollarse en escenarios tétricos y negativos.

 Si la realidad es ya de por si tan negativa como es, como lo pueden ser también nuestras fabulaciones y visiones de futuro.

 Esta última lección es un canto a la positividad. No en vano detrás de cada utopía hay una proyección de ilusión, de conseguir alcanzar algo bueno y fecundo, mas allá de que como utopía esto sea difícil de conseguir y alcanzar.  Se trata de recuperar un motor de cambio que mas allá de alimentar la esperanza esté detrás de la persecución de grandes logros y conquistas de la humanidad. No en vano detrás de cada gran meta, siempre hubo un imposible que había que intentar conseguir.

 Sin duda es uno de esos libros que dan que pensar, que te hacen replantearte qué  grado de ilusión y de entrega a los ideales forma parte de nuestras vidas. No se me ocurre mejor sugerencia de lectura para un año nuevo que ya casi empieza. 

 

 



viernes, 28 de diciembre de 2018

Santos inocentes

 No deja de ser sorprendente como algunas cosas derivan y se transforman, convirtiéndose en algo completamente ajeno a lo que en realidad representan. Si hay un caso paradigmático de eso, ese sin duda es el de los santos inocentes, cuyo origen religioso, envuelto en un halo de duda como tantos otros pasajes relatados en la Biblia, hace alusión a la supuesta matanza de niños menores de dos años perpetrada por el Rey Herodes I, después de conocer que el hijo de Dios había nacido en sus dominios.

 De cómo de un hecho tan luctuoso e impactante se ha derivado a una costumbre además de pagana, cómica y casi diría que absurda, seguramente darán buena cuenta decenas de teorías que justifiquen la costumbre del muñeco de papel pegado a la espalda, o de la noticia colada como veraz, a la que suelen recurrir los medios de comunicación, por citar algunas de las prácticas que pueden verse en un día veintiocho como este. lo cierto es que este día supone una transición que no deja de ser sorprendente ya que supone el paso del dolor a la risa, de la muerte al divertimento. De un extremo a otro, como si esa dualidad que la filosofía china refleja en el yin y el yang se llevara aquí a un grado diferente, aunque en esencia refleje la presencia de dos opuestos que parecen alimentarse.

 Es quizá este punto, el del paso de una punta a otra es el que más me llama la atención en este día de celebración para los cristianos, extremos que están presentes en nuestras vidas y que nos permiten balancearnos de un lado para otro, para de esa manera encontrar acomodo a nuestras incoherencias, manifiestas en comportamientos y comentarios, en no pocos casos difíciles de justificar.

 Inocentada, así es como suele denominarse a gastar una broma que se hace por descuido o ingenuidad; posiblemente habría que definir toda una suerte de matices, si juzgamos que hay cosas que pasan que parecen una broma o una inocentada, y uno no sabe muy bien si ocurren por ingenuidad, por descuido, o por completa y absoluta incompetencia. Podría ponerse como ejemplo lo que ocurre con la política en este país, por citar solo uno, aunque seguramente no tendríamos que buscar mucho para encontrar más ejemplos válidos.

 Que la práctica política haya caído en el pozo de la broma y la burla, no solo por la percepción que se tiene entre la ciudadanía, sino por las incongruencias y ejercicios estériles con que nos vienen acostumbrando nuestros políticos profesionales es, más que una broma, un drama, una desgracia en toda regla que daña los intereses colectivos e individuales y que nos condena a un futuro donde la incertidumbre no deja ver luces entre tantas sombras. Quizá a alguno habría que recordarle que la política es el arte de la toma de decisiones, y también de lo posible. Es el único camino para conseguir cosas y que estas hagan bien a una mayoría, cuyo provecho y bienestar debería ser la única luminaria que guiara las conductas de quienes la ejercen como profesión, ya que la interinidad o transitoriedad están reñidas siempre con ella.

  Los años pasan y al calendario llega otro veintiocho de diciembre de extremos. De sin sentidos y cabezonerías, de enroques e inmovilismos. De incapacidad para llegar a acuerdos. Que sigan pues parece no importarle al respetable, que jalea bravuconadas y actitudes estrafalarias, pero que no se equivoquen: eso que ellos hacen no es política.  Es otro espectáculo más, otra especie de reality show al que tan adeptos nos hemos hecho de un tiempo a esta parte. Más pan y circo.


jueves, 27 de diciembre de 2018

El pájaro pintado

  Cuando uno lee libros sobre la Segunda Guerra Mundial, normalmente espera encontrar datos que se refieran directa o indirectamente a hechos acaecidos en el devenir de la contienda.   

 En el caso de El pájaro pintado de Jerzy Kosisnki, (Edit Debolsillo ) ese dato no solo aparece difuminado, sino que termina por ser casi irrelevante. Se sabe que estamos en plena guerra porque en diferentes momentos aparecen soldados alemanes, unas veces mencionados de pasada, otras con su presencia que se advierte cerca; tan solo en un pasaje del libro, nuestro protagonista, un niño entregado por sus padres a un agricultor para que lo alejase del frente de batalla y con ello de un peligro de muerte casi previsible, se las ve ante un pequeño pelotón de fusilamiento del que consigue escapar con maña, pero tanto ese lugar donde ocurre ese acontecimiento como las diferentes aldeas que transita a lo largo de las páginas de la novela tienen un nombre o topónimo al que referirse, y es que esta novela es ante todo y sobretodo una historia humana, una historia donde sólo las personas tienen nombre y donde la humanidad y la bestialidad cruzan sus caminos por un sendero terrible y pavoroso.

 Muchas historias y hechos contrastados nos han llegado sobre las durísimas condiciones de supervivencia a que tuvieron que hacer frente cientos de miles de campesinos en el campo polaco. En el pájaro pintado, esas experiencias adquieren tintes dramáticos en la figura de un indefenso niño que se ve sometido a todo tipo de escarmientos, unas veces como consecuencia de la excesiva inquina del agricultor para el que entra a trabajar, y otras por el temor que el color de su piel, que le asemeja a un gitano, parece generar entre la analfabeta población con la que se relaciona, y a la que apenas entiende en sus dialectos rudimentarios. Así a lo largo de las páginas de este libro uno siento frío, miedo, dolor, angustia, pánico, y se sumerge en un tremebundo letargo donde la esperanza ni por asomo aparece en ningún momento.

 Es un texto de una dureza extrema, narrado sin adornos, sin ínfula alguna, con una sóla pretensión: la de mostrar cada hecho tal cual acontece, sin regodearse en la miseria, pero sin evitar al lector dato alguno que le permita configurar su historia en la cabeza. De ese estilo narrativo surge la fuerza de esta historia de supervivencia que muestra a un niño de apenas once años, que pese a todos los tormentos a que es sometido, consigue salir adelante siempre, fundamentalmente por su capacidad de leer las situaciones en las que se encuentra y a su virtud de amoldarse a cada hecho, tratando de conseguir ventaja a la primera ocasión que tenga.

 Los libros de historia contaron miserias y hazañas bélicas, pero pocos contaron lo que la población civil hizo para subsistir, especialmente en zonas profundamente rurales.

 Por muchos años considerada una novela maldita en su país de origen, con su historia kosinski elabora un pequeño canto a ese otro mundo menos favorecido, que con frecuencia no es portada en ningún relato oficial, ni tiene eco en cenáculos intelectuales o académicos. Con su pluma pone voz a los menos favorecidos y ofrece con este trabajo una reflexión sobre qué es importante en la vida y qué no lo es, más allá del hecho de buscar subsistir al precio que sea.




 

viernes, 7 de diciembre de 2018

La izquierda es la libertad

  Fue una agradable sorpresa descubrir echando un vistazo a la sección de libros de sociología y política de La Casa del libro, este trabajo de Andrés Torres Moral La izquierda es la libertad,  con un título tan sugerente y un contenido tan actual, máxime si lo descubres y lo lees en vísperas de que acontecieran las últimas elecciones andaluzas.

 Torres Mora fue profesor mío en la Facultad de Ciencias Políticas de la asignatura Estructura Social, de tercer año de carrera, cuando los años eran naturales y no se dividían en cuatrimestres como ahora y había que pasar en las aulas al menos un lustro, y no los cuatro años que permiten ahora graduarse a los universitarios.

 Es curioso que leyendo las páginas de este pequeño ensayo, mientras pasaba una página detrás de otra me viniera a la cabeza la imagen de Torres Mora encima del estrado al lado de la pizarra, con ese tono de voz calmo y suave que en nada hacía presagiar al militante aguerrido que lleva más de cuarenta años de militancia en el PSOE

 Curiosidad y sorpresa, si, como cuando le vi por primera vez sentado en su escaño del hemiciclo como diputado por su Málaga natal, y más aún cuando alcanzó la notoriedad que le supuso ser jefe de gabinete de un Rodríguez Zapatero, aupado en volandas por los acontecimientos en sus mejores años del talante, durante la primera de sus legislaturas. Nadie hubiera dicho que un hombre con ese aire de bonachón y despistado tuviera tantas caras y tanta notoriedad,con esa humildad que le caracterizaba cuando fue mi profesor y que no le ha supuesto un obstáculo para hacer carrera, 

 Torres Mora dsesglosa este pequeño ensayo en el que pronto el lector descubre lo suelto que se muestra el autor, al tratar el tema de la izquierda como ideología desde una perspectiva sociológica. Así el libro trata de definir la izquierda en función de sus militantes, de sus principios y de sus maneras de actuar, mostrados en diferentes tablas estadísticas extraídas la mayor parte de las veces de estudios demoscópicos ya realizados por entes como el CIS.

 A dos conclusiones singulares llega Torres Mora en estas páginas, a cual más chocante, seguramente para muchos: Que no todos los que dicen ser de izquierdas lo son, a juzgar por sus opiniones y actitudes,  y que de entre todas las izquierdas solo es digna de esa significación aquella que busca además de la igual , la libertad.

 Si, la libertad, ese viejo paradigma del liberalismo que tan pronto y bien emparentó con las ideologías más conservadoras, especialmente en lo referente a lo económico, es reclamada por Torres Mora como bagaje y patrimonio de la izquierda, aquella que busca que cada cual pueda hacer lo que quiera sin dar explicaciones a nadie. Un repaso a leyes tan significativas de la era Zapatero como la Ley de igual de género o la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo, son dos de los ejemplos que pone el autor como muestras de que una izquierda que busca solo la igualdad poco o nada hace por defender los derechos de todos, muy especialmente de los más favorecidos.

 Por momentos parece coquetear con ideas que van más allá de la socialismo moderado, de la que se muestra furibundo defensor, dejando a las claras que la actual socialdemocracia si en algo falla es en la poca capacidad de saber vender cuantos logros han alcanzado las sociedades modernas gracias a las izquierdas más moderadas. Critica duramente la demagogia y el populismo de los que denomina como rojos, aquellos que buscan más la militancia que el confort, la congruencia con unas ideas que la consecución de logros que puedan ser compartidos. De un modo u otro Torres Mora termina repartiendo en este libro reproches por ambos flancos, dejando ver que solo las opciones moderadas son las que terminan alcanzado logros.

  No hace falta ser muy avispado para comprobar que el sociólogo y el militante socialista cabalgan conjuntamente por estas páginas. Sin embargo merece destacar el enorme grado de autocrítica que demuestra consigo mismo y los suyos, justificando las mayorías de la derecha, más como falta de quien ha perdido que por defecto de quien no les vota.

 Así es Torres Mora, conciliador, militante y empedernido lector de Borges. La lectura de este libro después de la caída de su partido en Andalucía, tal vez fuera una buena influencia para orientar los criterios de renovación que necesitan los suyos después de tamaño descalabro.






domingo, 2 de diciembre de 2018

Hermandad del 7 de enero

 Ya está aquí diciembre. Preludio necesario del cierre de otro año que se nos va.  En estos primeros días además con temperaturas ya bajas que son anticipo de ese invierno que nos helará los huesos y ensombrecerá el alma, con sus días cortos y noches de frío y escarcha.

 Ya está aquí diciembre, con sus calles iluminadas, sus arbolitos decorados, sus tiendas de escaparates suntuosos y sugerentes, y sus supermercados atiborrados de turrón desde finales de octubre, recordando que la navidad está a la vuelta de la esquina. En apenas dos semanas comenzará la vorágine, esa especie de estado de enajenación transitoria compulsiva, que todos los años nos atenaza y que comenzamos en forma de soniquete al compás que los niños de San Idelfonso, lanzan rodeados de bombos y de bolas que reparten suerte.

 Cuando me preguntan qué me gusta de la Navidad, suelo referirme al día veintidós de diciembre como el mejor momento de esa celebración; pero si aún no han empezado las navidades ese día, suelen decirme, con cara de cierta perpledidad. En cambio para mí ese día no solo comienzan sino que, posiblemente en ese instante se produzca el momento más puro y más próximo a los valores que la navidad dice encarnar. Ese clásico comentario de:  Si no me toca, que lo haga a gente que más lo necesite, es probablemente el único momento sincero de desearle al prójimo algo bueno, y de alegrarse por algo que le ocurre a otro. Pocas veces ocurre esto a lo largo de todo el año.

 Reconozco que paso estas fiestas de incógnito, tratando de camuflarme como un camaleón entre tanta luz y boato. Yo siempre fui de navidades de christmas en papel, de belén con sus figuritas en vez de árbol y guirnaldas. De langostinos y cordero en nochevieja sólo y no durante todo el año; siempre fui de beber en las dos cenas, especialmente en la nochevieja, y no de hacerlo durante todo el mes de diciembre, con cenas de anticipo con amigos, compañeros de trabajo, de la universidad, del master, de... Para el día veinticuatro, uno esta ya inflado como un balón y con un hartazgo que hace que las dos semanas siguientes se conviertan en un verdadero tormento.

 Así que desde hace ya unos cuantos años, me he afiliado a la hermandad del siete de enero. Y sigo al pie de la letra sus criterios o mandamientos:

 1.- Pasarás de puntillas sin involucrarte en estas fiestas.

 2.- Reducirás al mínimo posible las comidas/cenas de navidad.

 3.- Evitarás el pasillo de los turrones en el supermercado.

 4.- No comprarás en Amazon.

 5.- Te escaquearás vilmente en la oficina cuando tu jefa/jefe diga si hay algún voluntario  para decorar el árbol.

 6.- Evitarás ir al centro a ver el iluminado de las luces. 

 7.- Te comerás las uvas con normalidad, sin hacer cosas raras en fin de año.

 8.- Volverás a regalar a tus allegados el día 24 y no el 6 de enero. Nunca entendiste ni entenderás porque las navidades duran en España una semana más.

 9.-   No te autorregalarás nada por estas fechas.

y 10.- No harás lista de propósitos para el año nuevo, pues para ti cualquier momento es bueno para plantearse algo distinto, sin necesidad de esperar a que ningún carillón descuente lo que falta para terminar el año.

 Y sí celebrarás que llegue el día siete de enero, ese día de expectativas sombrías para el que viene de sobrepasarse y vuelve a la rutina de trabajo y vida corriente. Ese día será un día normal y tranquilo, y disfrutarás de eso, mientras los demás andarán con cargo de culpa por haber cometido excesos y haber dejado pelas sus carteras; tu sonreirás y decidirás que tu año vendrá marcado por las efemérides que sean importantes para ti, y no por imposición.

 Amen.