Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 27 de septiembre de 2013

Cambio de Horario

 En medio del vendaval político-económico en que nos hayamos inmersos, otra cuestión un tanto curiosa ha decidido abrirse un hueco para terciar en el debate colectivo, y es que el famoso una hora menos en Canarias puede tener los días contados; la cuestión de un posible cambio de horario para adaptar el local peninsular al del Meridiano Cero está ya en fase de estudio, tal y como se deduce de las palabras del Ministro de Economía, De Guindos, que se remite con ello a un informe publicado en el Boletín Oficial del Estado  con fecha del 26 de  Septiembre de los corrientes, que se hace eco de los trabajos que al efecto esta realizando la  Comisión de Igualdad para el Estudio de la Racionalización de Horarios, Conciliación de la Vida Personal, Familiar y Laboral y la Corresponsabilidad.

 Detrás de este ampuloso nombre, como viene siendo habitual en la práctica política y jurídica, se esconde un grupo de trabajo que pretende realizar los pertinentes análisis que inviten a reflexionar sobre la conveniencia de adoptar el huso horario que ya en España tiene la Comunidad Autónoma Canaria.

 Adoptado el actual desde 1942 por el gobierno de la dictadura con el objeto de adaptar el horario español al del régimen nazi, durante setenta años hemos venido adaptando nuestro horario en base a cuestiones de índole principalmente económica, dada la necesidad de aprovechar las horas de luz solar con el consecuente ahorro de energía. Además de esta razón, otras cuestiones de índole más personal están sobre la mesa como el siempre sensible tema de la conciliación entre vida familiar y profesional, cuya adaptación requiere de un compromiso y voluntad de acuerdo entre trabajadores y empresas dentro de un marco regulador amparado por la legislación del Estado.

 Son muchas las cuestiones que pone esta propuesta sobre la mesa :  ¿Afectaría a nivel empresarial de un modo significativo atrasar una hora el reloj?, ¿Ahorraríamos en energía lo suficiente como para justificar el cambio?

 Particularmente tengo una opinión un tanto escéptica. Obviando las cuestiones familiares que no me afectan, apenas si creo que pueda tener un significativo efecto en el mundo empresarial cuyas practicas se han de acomodar siempre a las necesidades de unos clientes y de sus horarios. Quedan dudas en lo relativo a la adaptación al horario solar y las posibles mejoras en el siempre complicado tema del gasto energético. Cualquier informe que presente datos y cifras objetivas de ahorro en esta cuestión tendrán mi beneplácito en cualquier caso. todo lo que suponga ahorro en época de grandes carestías debe ser siempre mas que bienvenido.

 Falta solo por comprobar si los biorritmos se verían afectados o no por el cambio. En ese tema tengo grandes reservas. Como a mucha otra gente el cambio de hora que se avecina en fechas venideras me produce cierta tristeza al ser los días más cortos y ser por ello, menos las horas en que uno puede tener luz y claridad. Aun así y dada la necesidad de adaptarse, uno continua con su vida cotidiana aceptando los cambios.

 En fin, he querido hoy dedicar mi comentario a esta curiosa iniciativa que no sabemos que conclusiones nos deparará. Sea como fuere puede poner punto y final a la existencia de dos horarios diferentes como siempre hubo hasta la fecha. En caso de hacerse efectivo, tal y como ocurrió con la entrada en vigor de la moneda nueva, del euro, no faltarán voces discrepantes que independientemente de las consecuencias que arriba se señalan protesten por el simple hecho de quitar algo que siempre ha estado ahí. Para las nostalgias de todo tipo siempre hay gente. Veremos que pasa.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Miradas al pasado

 Han pasado apenas unos días, escasamente una semana, desde el famoso once de septiembre de dos mil trece que ha vuelto a sembrar la discordia y un tanto de zozobra a tenor del éxito que la denominada vía catalana tuvo consiguiendo hilvanar una cadena humana que unió los Pirineos con la Comunidad Valenciana.

 Ha sido una semana intensa, de grandes debates en los medios y con un sin fin de columnas de opinión que han dejado todo un lastre de versiones de lo ocurrido  para todos los gustos y colores. Es el tema estrella, de lo que se habla en el momento, dejando en un segundo plano de actualidad otros asuntos que no por complejos y que nos dan de lleno han logrado arrebatar protagonismo a la diada del día onze.

 Pero es sin duda en las las diferentes redes sociales donde el debate auténtico tiene tintes verdaderamente apasionantes. Cada cual emplea este espacio virtual que a todos nos es dado en Internet para hacer acopio de razones y documentos con  el objeto de dar soporte a las opiniones sostenidas.

 Como viene siendo habitual, aquellas historias mas convincentes pronto se hacen un hueco entre las demás, obteniendo el beneplácito de una mayoría que, ya sea porque se identifica con ellas o simplemente les parece ingeniosa la idea, no solo las jalean sino que, las reproducen como muestra de apoyo y adhesión al argumento o prueba en cuestión.

 De entre todas ellas, me ha llamado la atención la publicación casi sistemática que aquellos que defiende la unidad del estado, han hecho de un viejo mapa de la península ibérica que se hace eco de la división histórica de reinos que sirvieron de antesala a lo que es hoy el mapa político español. Adjunto a ese mapa, que a grandes rasgos recoge los grandes reinos históricos, una leyenda reza un mensaje claro a la par que sorprendente: Aragón también existe. Al parecer el título responde a un articulo de Arturo Pérez Reverte que con el mismo trata de dejar clara la manipulación histórica que algunos hacen del pasado para en un claro ejercicio de proselitismo, convencer a la población de una realidad vista desde un concreto punto de vista.


  No voy a comentar el artículo de Perez Reverte, cuya prosa clara y contundente goza de gran reclamo. Es mi intención llamar  la atención sobre un hecho que se reitera con frecuencia a la hora de armarse de argumentos para justificar opiniones o razones, sean del tipo que sean, y ese hecho no es otro que el interpretar la historia a conveniencia con el fin de explicar por qué las cosas son como son y por que deben seguir siendo así.

No podemos construir el futuro mirando al pasado. Una cosa es conocer la historia y otra muy distinta emplearla como instrumento inequívoco que explique por que son las cosas. Aragón no es garante de la unidad de España porque el Condado de Barcelona fuera parte de su territorio. Aquella realidad política fue superada con la unificación al reino castellano. Emplear aquella corona arcaica como garante de la unidad de España es cuando menos irrisorio. Casi tanto como lo de aquellos que califican a Carlo Magno y a su Marca Hispánica a la altura del Ebro como restos y evidencias obvias de la separación e independencia de Cataluña de otros territorios hispánicos.

¿Tiene sentido construir el futuro mirando y justificándose en el pasado? Ni lo que pensaran los catalanes a la hora de dar su apoyo mayoritario a la Constitución, que en apenas 35 años ha pasado de ser una norma básica de convivencia a ser una especie de cárcel legal que enjaula a los pueblos, ni lo que dijera Tarradellas cuando regresó a España del exilio, ni ninguna otra evidencia de declaraciones o hechos anteriores va a servir para que nadie ni  nada recuerden algo que a día de hoy parece roto, y es el deseo de mantener un proyecto de convivencia en común entre los distintos pueblos que forman parte  de esto que llamamos España.

  Seamos serios por favor.  Es el momento de renovar alianzas, de buscar nuevos equilibrios, y sobre todo de imaginar nuevos argumentos que sirvan de apoyo y otorguen soluciones; la cruda realidad habla de un país que esta marcado por una terrible crisis que esta machacando a una población que necesita de lideres que no solo tiren del carro sino que además aporten soluciones. Es hora de poner sobre el tapete un nuevo proceso constituyente que permita desde la legalidad vigente, avanzar en el proyecto de convivencia con unas instituciones que esten a corde a los tiempos y a las necesidades de la gente; para ellos hay que renovar compromisos y alcanzar acuerdos: tender puentes que permitan renovar una estructura de gobierno que sea sostenible y suficientemente descentralizada.
 
 Tras este conflicto de identidad y pertenencia al estado, se esconde una profunda desafección de la ciudadanía hacia unas instituciones y la clase política que la regenta, que cada vez sienten mas lejanas y con las que cada vez se identifican menos.

 Si de verdad hay tanto interés en hablar de historia, empecemos por escribir la del  futuro, para que deje de ser tan incierto y duro. El pasado, pasado está y no nos va a sacar de esta.  


 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Puertas al campo


 Cuántas veces habrá oído uno esa expresión a ver quien le pone puertas al campo, como tratando de significar la dificultad que supone intentar retener algo que por su tamaño desmedido es imposible cercar o contener.

 La expresión viene que ni pintada para resumir la situación que vive Cataluña en relación al exacerbado momento patriótico nacionalista que se registra allí desde hace algún tiempo y que a fuego lento viene cociéndose mes a mes desde que saliera la sentencia del Tribunal Constiticional considerando como no acordes con la carta magna determinados preceptos recogidos en el recién remozado y prebiscitado Estatut de Catalunya...

 De aquello lodos vienen estos barros, y seguirán llegando en una marea que lejos de poder apaciguarse tiene visos de continuar creciendo hasta nadie sabe dónde. Mucho se habla desde el pasado miércoles de qué debería hacerse con objeto de reconducir la situación, pero antes que nadie habría que plantearse:

¿ Hay algo que reconducir? ¿ Hay posturas que reconciliar? ¿ Hay marcha atrás posible?

 Las próximas semanas serán testigo del posicionamiento que los diferentes actores políticos irán perfilando en relación al momento político actual. Serán planteamientos que tendrán que gestionar de un modo a otro la situación nueva creada y que básicamente podría resumirse en los siguientes argumentos:


- Buena parte de la ciudadanía de Cataluña es ya un tema perdido en lo que concierne a la pertenencia a España. La inmesa mayoría del denominado catalanismo activo y militante, dentro del ámbito de la política o la cultura, así como el que queda reflejado en diferentes colectivos sociales, ha tomado partido posicionándose lejos de cualquier escenario que implique la dependencia de Cataluña al Estado en que ahora se encuentra.

- Como contrapartida, el sentimiento anticatalanista crece de manera alarmante en el resto del territorio estatal. El desafecto es admitido por ambas partes y nada ni nadie parece poder atenuarlo.

- Los actores políticos desmerecen en gran medida el apoyo y confianza que la ciudadanía les presta y concede. Culpables del estado de dejadez en que las instituciones han quedado tras los últimos tiempos, no solo no se muestran capaces de reconducir la situación si no que, lejos de aportar soluciones, ayudaran con  su granito de arena a  hacer la situación más insostenible aún, dado el grado de frustación que acabará imperando en una ciudadanía a la que nada servirá dar su opinión en consulta o referéndum alguno. La independencia vista desde un plano político sería lenta y farragosa por la falta de acuerdos y consensos necesarios para modificar leyes y allanar procedimientos, y en lo económico, casi imposible, dado el orden internacional que esta establecido donde los entes económicos disponen de medios suficientemente sofisticados para decidir por dónde deben discurrir los acontecimientos, qué debe ser y que no, a quien ha de pertenecer uno y a quien no...

 Habrá quien piense que es exagerada la comparación , pero España vive un momento de tensión similar al que acarreó al país la perdida de las últimas colonias tras la Guerra contra EEUU y la consecuente perdida de las ultimas posesiones de ultramar ( Cuba, Puerto Rico, y más allá Filipinas), allá por el año 1898. Aquel estado debilitado y humillado, carente de autoestima y falto de recursos para recuperarse del varapalo, vagó sin pena ni gloria y con tristeza por los albores del siglo que terminaba y del nuevo que comenzaba, sumiendo al territorio y sus gentes en un estado de depresión que no solo empobreció al país de manera rotunda, sino que además, sirvió de rampa de lanzamiento para que nacionalismos como el de Sabino Arana en Euskadi o Prat de la Riba en Cataluña, comenzaran a cuestionar una unidad territorial amparándose en hechos o episodios pasados como el que todos los años se rememora en la Diada Catalana de 1714; a aquel hecho bélico le ha sustituido ahora la decadencia institucional y el azote inmisericorde de una crisis económica que en tiempos de vacas flacas es siempre el mejor aliado para aquellos que enarbolan bandera rupturistas.

 Esperemos acontecimientos, algo que siempre nos queda, incluso cuando todo parece apuntar a que poco o nada  puede esperarse. El otoño se presenta movido, por lo pronto y apasionante para los amantes de la política. Más que nunca a ella deberemos aferrarnos porque solo politica con mayúsculas nos permitirá salir honrosamente de esta situación, sea cual sea el rumbo que sigan los contecimientos,




viernes, 6 de septiembre de 2013

2020

 Año 2020. Ese año y esa fecha parecen haberse convertido en referentes del optimismo. Mañana a estas horas, el país vivirá pendiente de la decisión que el comité olímpico internacional ( IOC en sus siglas en inglés), adopte en la sesión formal convocada para estos días en Buenos Aires.

 Optimismo. Ese es el mensaje; esa es la consigna. Detrás del tan cacareado sueño olímpico madrileño, que afronta estos días su cuarta acometida histórica se esconde algo más que alcanzar la gloria de organizar el mayor evento deportivo que puede celebrarse; se oculta  la necesidad que algunos tienen de incorporar al evento deportivo dosis de ilusión y progreso. Los juegos olímpicos de ese año no solo han de ser un gran espectáculo deportivo, sino que, además han de convertirse en el santo y seña de un país que necesita resurgir de sus cenizas.

 No nos engañemos. Los esfuerzos que implican optar a una candidatura de este calibre cuestan dinero, mucho dinero, y aunque son muchas las empresas que se han incorporado al proyecto como patrocinadores privados, no somos pocos los que pensamos que dada la coyuntura hubiera sido recomendable aplazar el sueño olímpico para ocasión más propicia. Sin embargo, los gestores municipales de la ciudad de Madrid, apoyados desde el gobierno central han optado por recoger el testigo de acceder a la candidatura olímpica, aun a sabiendas de que una parte importante de la ciudad y del país no lo veían claro o estaban en contra por los gastos que esta puede acarrear. A diferencia de Barcelona 1992, el apoyo y clamor populares han terminado por dividirse pese a la atmósfera de euforia que algunos políticos interesados tratan de mostrar.

 Nada garantiza que los juegos sean un éxito económico, tal y como quiere venderse. El riesgo a correr es alto y las consecuencias pueden ser muy penosas si como en otras citas, la posible olimpiada madrileña acabara sus juegos con un palmarés económico deficitario.Es bueno ser conscientes del peligro y no tratar de vender humo a una ciudadanía asqueada por tanta desidia.También sería lo suyo que en algún momento, los responsables de la candidatura hicieran público los gastos derivados de la organización y publicitación de la misma, cuyo coste elimina la opción de invertir ese dinero en otras cosas más urgentes en este momento.

 Aun con todos estos pesares mañana estaremos pendientes de la anunciación de la nueva ciudad olímpica, y viviremos ilusionados de ver como el país puede organizar unos nuevos juegos que deberán mirarse en el espejo de una Barcelona 92 esplendida. En unas horas saldremos de dudas.