Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




domingo, 28 de junio de 2015

Box 3

 Siempre que sucede algo fuera de lo normal, uno tiene la tendencia a darle una proyección diferente, a considerarlo algo que por su característica anómala debe tener un tratamiento distinto. Y tratar a las cosas fuera de lo común, implica darle a ese acontecimiento una pátina distintiva, que lleva inevitablemente a observarlo de un modo distinto, y por ello a darle vueltas al coco y a pensar sobre ese acontecer distinto y diferente.

 Esta semana he visitado por primera vez un quirófano para ser intervenido quirúrgicamente. Se trataba de una intervención en la mandíbula, consecuencia de un quiste sebáceo que alojado en un lateral de la nariz ha afectado a paladar y encías. Para la intervención por parte de un especialista maxilofacial, se ha requerido de anestesia general y hospitalización leve. De resultas de todo ello, diagnóstico e intervención han resultado satisfactorios, y cuatro días después de la intervención ando aporreando las teclas de este ordenador para escribir esta entrada.

 Se que quien lea esta lineas podrá pensar como un tanto pretenciosa mi intención de darle algún pábulo a este acontecimiento. A fin de cuentas los quirófanos no dan a basto en este país y miles de intervenciones se producen a diario en los hospitales públicos y privados de toda la geografía estatal. Muchas de ellas son cirugías de riesgo y entrañan dificultades que en forma de efectos secundarios o dificultades propias de la propia operación hacen no solo hacer relativa la dificultad de la mía, si no que dejan a la altura de una anécdota mis posibles temores o nervios antes de ponerme en manos de los facultativos. Sirvan estas lineas de respeto para todos ellos a quienes uno no quisiera menoscabar con estos comentarios, pero mis horas en aquel box del hospital, donde esperé paciente a que me trasladaran a quirófano con la compañía de mis dudas y temores , me han parecido dignas de escribir estas lineas, que en el fondo no son otra cosa que una auto palmada en la espalda, con la que yo mismo me doy ánimos y me he dicho aquello de:  Domingo, lo superamos, prueba conseguida.

 Ha sido un pequeño lance de salud, Seguramente uno de los mas dolorosos de mi existencia, junto a la reacción a alguna pastilla o vacuna que estuvo a punto de mandarme al otro barrio. Siendo muy sincero nunca he sido una persona de constitución física robusta ni de salud de hierro, pero ahí vamos aguantando el tirón.  Sólo sé que el recuerdo del box 3 permanecerá indemne en mi retina de por vida y me permitirá seguir avanzando, recordándome lo estupenda que es la vida en cualquier caso, máxime cuando se tiene la suerte de tener salud.


Panteón

 Apenas si fue una visita relámpago de algo menos de sesenta horas, promovida por la estancia allí de un buen amigo, residente en París, a cuya invitación venía resistiéndome desde hacía tiempo atrás. Esa visita ha acabado convirtiéndose en  la segunda entrega o etapa de una primera, realizada hace ya algo más de veinte años, fruto del clásico viaje paso de ecuador de la carrera, que fue la excusa que busqué a mediados de los años noventa para poner por primera vez los pies en tan emblemática ciudad.

 De aquella primera entrega, por decirlo así, quedaron recuerdos increíbles, como la visita al Louvre o a la Torre Eiffel, cosa que hicimos una fría mañana de marzo, a pie por aquello de disfrutar de tan hermosa instalación de hierro y remaches y que acabó convirtiéndose en una pequeña aventura, entre otras cosas por la nevada que nos cayó, con ventisca incluida. La visita a Ile de Notre Dame, de cuyos rosetones y arbotantes  he vuelto a disfrutar en esta nueva escapada o el paseo por el Sena en barco, fueron otros puntos reseñables de un viaje, que aunque tuvo una segunda parte en Amsterdam, siempre nos dejará el único recuedo de una ciudad, de cuya belleza uno no puede menos que enamorarse permanentemente.

 Hubo algunos sitios que hubiese deseado visitar entonces, y que por falta de tiempo se nos hicieron poco menos que misión imposible. Entre ellos estaba visitar el Hospital de los Inválidos, a cuya vera, mandó construir Napoleón el Palacio que alberga el panteón donde se hayan sus restos, en una colosal tumba que pone de relieve el perfil y la magnitud del sujeto, cuyos restos reposan en una urna cineraria de mármol inmensa. Si a la visita, que ponía por todo ello remedio a la falta de la primera, se le sumaba la coincidencia de una efeméride, el doscientos aniversario de la Batalla de Waterloo, en la que el Duque de Wellington venció a las tropas de Napoleón II, todo ello terminó por dar a la visita una impronta sublime, que hizo que se convirtiese en más que una visita, un regalo: bien ha valido esperar estos veinte años para coincidir el conocimiento de la tumba de Napoleón, cuando han transcurrido docientos de aquella batalla en tierras belgas que marcó el futuro de la Europa de comienzos del siglo XIX.


 Aún asombrados por la magnitud y boato de la tumba del emperador corso, jalonamos la mañana de visitas con un paseo por los Jardines del Museo Rodin, Los Jardines de Luxemburgo, justo a la vera del Senado Francés y como colofón, rendimos obligada visita al Panteón de París, lugar de entierro y homenaje de personas ilustres, aquellas que por sus méritos han alcanzado la inmortalidad y el reconocimiento de los franceses, haciéndose dignos acreedores del honor de ver sus restos y despojos alojados en alguna de las tumbas que el Panteón incluye en sus catacumbas, sencillamente distribuidas en criptas sin apenas lujo u ostentación que contrastan con las ínfulas del general que llevó los designios de la patria poniendo en jaque a toda Europa. Entre sus insignes inquilinos, puede uno visitar las tumbas de Voltaire o Rousseau, las de Víctor Hugo o Emile Zola, o las de Marie o Pierre Curie, entre otros muchos personajes dignos de esa distinción que los franceses le han otorgado al darles esta sepultura que es equivalente a rendirles culto y reconocimiento eternos
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 Recientemente el Panteón volvió a abrir sus puertas para dar cobijo y reposo a cuatro miembros de la resistencia francesa, dos hombres y dos mujeres (Germaine Tillion, Pierre Brossolette, Geneviève de Gaulle-Anthonioz y Jean Zay), que han recibido sepultura junto a tan nobles individuos. Visitando la exposición que al efecto se realizaba allí y mientras en un vídeo reproducía el discurso solemne que el presidente de la República, Françoise Hollande, había pronunciado en el traslado de los restos, he de reconocer que sentí una enorme envidia. Envidia por comprobar como nuestros vecinos tienen símbolos que pueden considerar nacionales, lugares que convierten en sitios de culto y respeto y que emplean como elementos de unión. Sentí envidia al comprobar como sienten que tienen esos lazos y que, pese a las muchas diferencias que sin duda les atenazan, siempre la Liberté, egalité y fraternité, funcionan como panacea para considerarse miembros e inquilinos de una república cuyos valores, sin duda laicos, permiten al país avanzar unido a pesar de las adversidades que puedan acaecer en el futuro.

 Sentí envidia, lo reconozco. Lo que daría por tener aquí un estado de cosas mínimamente parecido que nos permitiera sentirnos parte de algo colectivo, pero mucho me temo que aquí la historia es muy diferente por la inevitable tendencia a la dispersión, que nos lleva a convivir en este permanente estado de reinos de taifas en que se ha convertido España en los últimos años. Quizá lo haya sido siempre, vistas las inquinas, celos, trifulcas y permanentes estados de competitividad en que vivimos, incapaces de sumar esfuerzos para crear algo colectivo en lo que creer. Quien sabe, igual es solo cosa de tiempo, y de tener paciencia, y de dejar pasar unas cuantas generaciones más; a lo mejor algún día tendremos algo parecido a ese Panteón donde puedan visitarse los restos de CervantesVelázquez, aunque antes habría que encontrarlos. Nunca un pueblo ha sentido menos aprecio y respeto por sus simbolos y personajes ilustres como este. Habrá que apechugar con ello. Como siempre.

viernes, 19 de junio de 2015

Sobre cloacas y lugares de esparcimiento

 Cloaca. Recuerdo perfectamente la primera vez que oí esa palabra. Más bien la primera vez que la leí, ya que fue en el colegio. Apenas tendría siete u ocho años y ocurrió esa primera toma de contacto en una clase de ciencias naturales. Recuerdo que andábamos estudiando la fisonomía de las aves y ese era el nombre que recibía la terminación del aparato excretor de estos animales. Recuerdo incluso una especie de juego de palabras o trabalenguas, al asociar cloaca con clueca, como las gallinas, que al igual que el resto de las aves, tienen cloaca por donde evacúan sus excrecencias.

 Pasaron algunos años hasta que, nuevamente en sede academia y lectiva, volviera a tener contacto con el término. Esta vez fue en el instituto, y la palabra salió a colación a cuenta de estudiar en clase de latín el nombre que los romanos daban a algunas de las partes elementales de sus ciudades. Fueron ellos los que realizaron el primer sistema de saneamiento urbano, con una red de alcantarillado que permitía expulsar los residuos y desechos por una marabunta de conductos que trasladaban toda esa inmundicia a un sitio que denominaban cloaca mayor. En apenas dos mil años el sistema en si ha variado poco, más bien nada, dando una idea del grado de inteligencia y practicidad de una civilización que sin duda ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad.

 Cloaca. Dos veces en contacto con la palabra en contextos diferentes, pero con significaciones idénticas. En ambos casos refiriéndose a un lugar donde expulsar, todo aquello que nos sobra, nos molesta, nos incomoda, ya sea porque el cuerpo no lo necesita o porque ha dejado de tener utilidad. Cloaca es lo que permite que la basura salga fuera, eliminar todo aquello que pueda resultarnos poco provechoso o simplemente nocivo.

 Por lo tanto detrás de una palabra asociada a suciedad, miseria y sustancias mefíticas, hay un componente de saneamiento e higiene, que alerta de la importancia, de la necesidad de que haya cloacas en nuestras vidas. Conductos que liberen la suciedad material y física, pero también otro tipo de miserias, mas etéreas o inmateriales, que no por ello requieren de menos cuidado, ni dilación en su eliminación.

 Como individuos que formamos parte de un colectivo, asumimos un rol de integrante de grupo, así como sus reglas de funcionamiento. Esas reglas afectan a todas y cada una de las partes de nuestras vidas, en el modo de obtener medios de subsistencia, en el lugar donde habitaremos a diario, en las formas de ocio y esparcimiento... Todo en nuestra forma de ser viene determinada por ese grupo al que estamos adscritos y sin el cual nuestras existencias no tendrían prácticamente razón de ser. Eso lo convierte en una cuestión pura de antropología, el aceptar la pertenencia al colectivo y el asumir el comportamiento que de ese grupo se espera. Indudablemente afecta a más materias o disciplinas, ( Sociología, economía, derecho, Historia...); La vida humana es un elemento de estudio multidisciplinar a la que sólo puede darse objetivo y sentido entendiendo por qué  nos comportamos así y que hay detrás de nuestras decisiones.

  Un elemento relativamente reciente ha sacudido nuestro status de ciudadanos tipo, y ese elemento no es otro que la red, o internet, como se le conoce comúnmente. Al ampliar horizontes y facilitar los medios y formas de contacto, nos hemos convertido, en apenas un puñado de años en miembros de un grupo, cuyos límites ahora no son tan nítidos y previsibles como lo eran antaño. Y la forma de perfilar esa nueva localización ha sido denominar ese nuevo espacio como aldea global, aldea, donde el sitio físico no es tan importante, y si el cuándo y el cómo interaccionamos. Una simple conexión de internet supone un infinito mundo de opciones y posibilidades, a las que podemos tener acceso desde un lugar cualquiera, siempre delante de la pantalla de algún dispositivo informático.

  Alterando nuestras rutinas, cambiamos todas y cada una de las partes de nuestra forma de concebir las cosas. Esos cambios constantes y ya visibles, seguramente solo estén en fase incipiente. lanzados a la conquista de una nueva forma de vida donde conceptos como salir o encontrarse, tendrán una configuración más virtual que real, y en donde el movimiento o la distancia no serán óbice para obtener puntos de encuentro y conectividad. Esa carencia de contacto afecta a todos los ámbitos, incluidos el del ocio, y los ámbitos de confrontación y debate también encuentran en esta nueva opción una posibilidad antes delimitada.

 Las redes sociales ocupan un lugar estelar en este nuevo batiburrillo posibilista en que internet se ha convertido. Sin apenas cortapisas y sin mayor limite que el que los administradores de cada casa quieran darle, son constantes las polémicas cruzadas que arrecian por cuenta de algún debate que la actualidad promueve, invitando a los internautas a dar su opinión. La falta de topes o limites, invita a que disputas y confrontaciones arrecien sin más regla que el grado de educación, sensatez, y cordura cada cual quiera darle a lo que dice y escribe. Y en ese contexto, la red posibilita la expulsión en forma de exabruptos o malas formas de cuantas sandeces quieran y puedan decirse, en una especie de pugna o competición, en la que los partícipes luchan por conseguir el comentario más atractivo que les permita atraer el mayor número de adeptos. En el fondo volvemos a un escenario de sobra conocido y que a lo largo de la historia ha contado con un sin fin de escenarios, donde los contrarios combaten entre si, buscando alcanzar el favor y halago de la muchedumbre. Buscan convertirse en héroes del pueblo, cuya hoja de laurel tiene en este punto formato de un click que significa me gusta.  Y en medio de esa batalla cada cual saca, en ocasiones,  lo peor de si, como si fuese bilis que hay que eliiminar porque hace daño dentro; con ello se apacigua el ánimo y se invierte en un equilibrio emocional que el simple uso de la razón nunca terminará de proporcionarnos.

 Internet, entre sus múltiples facetas, cumple tarea de cloaca emocional. Con ella sacamos todo lo retorcido y malo que llevamos dentro, sin temor al que dirán o a guardar las formas que en nuestro entorno convencional solemos mantener. Y de ese modo se irá cincelando un comportamiento donde realidad y mundo virtual tendrán que encontrar un equilibrio. Apasionante mundo de estudio para la Psicología  y cuantas disciplinas analicen el comportamiento humano. Seguiremos evolucionando, sólo falta determinar hacia dónde.