Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 21 de diciembre de 2016

Erre de Recreo

.- ¿ Me quieres?

.- Alfileres.

.- ¿ Me juntas?

.- Sacapuntas.

 Una vez más volvemos a repetir el juego de preguntas y respuestas. Sin venir a cuento, sin darle sentido o significado. El juego es decirlo y que te contesten, sin más. Siempre lo juego con una niña que se sienta mi lado y de cuyo nombre no puedo dar cuenta al haberlo sepultado mi memoria en algún lugar de mi cabeza. En aquel colegio, instalado en un viejo caserón con parcela que lindaba con un convento de monjas, empezó mi primer año de parvulario, parvulitos, que era como lo decíamos entonces, donde asistí al ceremonial de incorporarme a un grupo de niños y compartir enseñanzas y disciplina.  El patio de colegio tenía una tapia. En su base abundaban los zapateros, que se apareaban de espaldas quedando enganchados uno al otro. No sabíamos reconocer al macho o a la hembra, pero uno de los dos, el que tenía más fuerza, a veces tiraba del otro, hasta el punto de levantarlo al peso. Reíamos sorprendidos sin interferir en el rito de apareamiento, hasta que una mariquita se posaba sobre una rama de maleza y nos distraía de aquel espectáculo. "Si se posa en tu mano te sale novia", decía una niña avispada, que nos sacaba los colores con eso;  "nada de tener novia", nos decíamos, eso no lo hacen los niños.

 La monja sale para avisar que ha terminado el recreo, con cara de momia, siempre enfadada; tiene por culpa de eso su mote. Se lo puso Jacinto, Sor Tomasa, masa, la payasa. Nos miramos sonrientes ante la ocurrencia la primera vez que lo oímos, y ahora es como un himno que repetimos todos casi a coro cuando la vemos venir. Sor Tomasa se encabrita, parece que le disgustara vernos sonreír. Sale con paso firme con su cara de amargada al tiempo que agachamos la cabeza para ayudarnos a reprimir las risas; corremos el riesgo de que saque la mano a pasear, cosa que hace sin contemplaciones.

 En silencio entramos de vuelta al aula. Los pupitres no son indivuales; en tres mesas largas nos sentamos de corrido frente a Sor Tomasa que nos mira con su cara de vinagre, debajo del crucifijo que adorna la pared, en un lateral de aquel cuadrilátero y justo en oblicuo a donde se encuentra un viejo pizarrón. Toca lectura y dictado. La erre con la a: ra, le erre con la e: re...Después de repetirlo todos juntos me hace leer las silabas a mi, que tengo un principio de dislexia y arrastro las erres que más que erre suenan a una mezcla de ese con ele: "ssshla, ssshle..." La clase estalla en risas y burlas mientras agacho la cabeza avergonzado. Sor Tomasa suelta un exabrupto al tiempo que la chiquillería hace silencio. No afea a nadie las risas y manda a otro continuar la lectura. Días más tarde avisará a mi madre del problema, a la puerta del colegio, a donde cada mañana llega puntual para recogerme. Sin apenas ayuda, ni si quiera con consejo alguno de logopeda, aquella tara pasó de la noche a la mañana al baúl de los recuerdos, y desde entonces mis erres suenan con una potencia vibratoria digna de un portento en la pronunciación y vocalización. 

  Dicen que los niños viven en un peligro constante en sus más tiernas edades y que la más insignificante mala experiencia puede dejar algún tipo de complejo, en cambio a mi con apenas cuatro añitos aquel problema que me condujo entonces a aquel pequeño bochorno, no me supuso secuela alguna. Sin embargo mentiría si negase que no ha quedado prendada en mi fuero interno aquella situación, ya que siempre que pronuncio las erres alargo la vibración como si me mostrase orgulloso y presumiera ante aquellos que entonces no pudieron deleitarse con mi dicción. La erre es desde entonces mi letra, una especie de signo de reafirmación  que me abrió la puerta de a un sin fin de lecturas que hoy día son parte de mi existencia, como el recuerdo de los juegos infantiles en el recreo de aquel patio de colegio.

El reto del año

 Aun nos corre un escalofrío a todos. Otra vez un camión. Otra vez un mal nacido embistiendo todo lo que encuentra a su paso, con un objetivo, hacer el mayor daño posible. Al igual que cualquier de los atentados que andan recorriendo medio mundo desde Siria a Turquía, desde Irak a Francia. Sembrar el terror de un modo indiscriminado es el objetivo único.

 Seguramente nos toque estar preparados para lo que pueda venir. El mensaje que nos transmiten estas acciones es claro: nadie está seguro, en ninguna parte. Atenazarnos con la inmovilidad que solo un miedo profundo provoca es el resultado que quienes perpetran estas acciones buscan. 

 ¿Podemos nosotros hacer algo? Más allá de la labor que las fuerzas de seguridad realizan a diario, evitando que los ya padecidos atentados sean menos gracias a la anticipación de los profesionales de  los servicios de inteligencia, de las diferentes policías y ejércitos, que no sin riesgo han conseguido minimizar las pérdidas en vidas humanas,  mas allá de ese trabajo infinitamente impagable, está la labor que nosotros como simples ciudadanos podemos realizar.

 Este próximo año que empezamos en apenas unos días traerá consigo dos acontecimientos que se antojan fundamentales. Europa se juega su futuro en función de lo que dictaminen las urnas en las dos principales potencias de la Europa comunitaria, una vez que el Reino Unido comience su desconexión, presumiblemente en las próximas fechas. Francia y Alemania celebrarán elecciones para renovar la Presidencia del país y la Cancillería sucesivamente, en unos comicios que quienes atentan contra vidas y bienes tienen muy en cuenta y muy presentes. La Europa de las libertades y del progreso no puede caer en las garras de los fundamentalismos xenófobos que se retroalimentan con estas acciones delictivas en forma de soflamas que inyectan más miedo y frustración. Culpar a todo el que pide refugio en esta parte del mundo de lo que pueda hacer algún individuo aislado, no solo sería un injusticia tremenda, no se puede medir a todo el mundo con la misma vara , si no que terminaría por enterrar los valores de convivencia que hacen de la UE un experimento a futuro digno de explorar, pues muy probablemente el mundo de la próximas décadas se organice a través de Organizaciones Intergubernamentales como esta, que terminen por superar el viejo y cada vez más obsoleto Estado nación golpeado una y otra vez por los poderes fácticos económicos globales que escapan a su control como antaño ocurriera.

 Seamos inteligentes. No a la tentación de votar a los populistas de discurso fácil que buscan ondear la bandera del dolor y la indignación para sacar rédito electoral. No al cierre de fronteras ni a políticas de segregación que sólo nos conducirían a mirarnos el ombligo miserablemente, y con ello a crear nuevas injusticias que servirán de alimento a quienes buscan crear un clima bélico permanente, sembrando el mundo de sangre y fuego. Es la hora de apostar por opciones inteligentes y  sosegadas, porque sólo ellas obtendrán soluciones justas a la retahíla de problemas que azotan nuestras vidas y todo lo que hay en ellas. Es sin duda el gran reto del año que se nos echa ya encima: el de sobreponernos a las calamidades para hacer frente con dignidad y justicia a cuantos envites nos vengan. Fuerza y sentido común. París y Berlín tienen la palabra.