Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 2 de agosto de 2013

Ciento Veinte

Reconozco que es esta una entrada poco elaborada. Es más un comentario en voz alta, una reflexión hecha sin aparataje alguno ni confianza como la que da el investigar datos y cubrirse las espaldas con la documentación precisa.

 Ciento veinte. Solo escribir la cifra aunque sea en letras produce escalofríos. Esa es la cantidad, en millones de euros, que un equipo de fútbol español pretende pagar por obtener el transfer y hacer ficha a un jugador galés procedente de la liga inglesa.

 Con estos mimbres el traspaso en cuestión pasaría a ser el más caro de la historia de ese deporte, y probablemente, de todos los deportes que se practican a nivel profesional; a decir verdad,  no lo sé,  no me he parado a pesar si lo es o no, y tampoco me he sentido movido a realizar comprobación alguna al respecto; quizá porque resulte del todo innecesario dado que independientemente del ranking en cuestión, la cifra sigue apareciendo a todas luces disparatada.

 Habrá quien me acuse de demagogo. No se lo reprocharé en tanto en cuanto parte de razón le asistirá a quien lo estime así; aun con todo no pienso morderme la lengua, ante lo que considero un desafortunado gesto de poder y fuerza que en nada ayuda a paliar la imagen del país donde juega ese equipo. Parece casi una broma de mal gusto comprobar como ante tanto ajuste y escasez, ante el drama cotidiano que desgraciadamente nos toca vivir, los equipos de balompié no escatimen esfuerzos económicos en obtener jugadores al precio que sea.

 Hace mucho años que considero que tenemos un problema serio con este deporte en este país. Entre otras cosas porque en mi opinión los gestores deportivos y quienes les sustentan viven de espaldas a la realidad del mundo. Generar gastos tan monstruosos sin tener claro que puedan recuperarse los mismos es cuando menos un suicidio que cualquier entendido en economía desaconsejaría al instante. Pero hay determinados equipos que parecen vivir ajenos al mundo que nos toca vivir de los números y las cuentas, sabedores de que tienen un colchón eterno propiciado por instituciones publicas y entidades bancarias que estarán al quite cuando sea necesario para sostener esta gran mentira que dicen que es deporte y solo es negocio e interés.

 Al menos un par de docenas de equipos están en Europa al borde de la suspensión de pagos fruto de la mala gestión de sus juntas directivas. La inmensa mayoría de todos ellos juegan en alguna categoría del fútbol español. Este solo dato debiera ser sintomático y debiera llevar a la reflexión, a ciento veinte millones de reflexiones de que un deporte no puede vivir de espaldas a la realidad a través de la especulación.


 Hace apenas unas semanas se disputó la final de la edición de este año de la máxima competición europea. Dos equipos alemanes, pertenecientes a un campeonato mucho mas saneado que el que se juega por estos lares, disputaron el susodicho trofeo contra todo pronóstico. Habrá quien además de demagogo me acuse de poco dado al amor patrio deportivo, pero este que suscribe estas lineas se alegró de la eliminación de las dos estrellas de la liga española. Con todos los respetos no me hubiera parecido correcto ver a una marabunta de aficionados peregrinar hacia Londres para participar de un espectáculo costoso del que ahora poco o nada somos participes. A nadie se le escapa lo que mueve el fútbol entre unos aficionados capaces de gastarse lo que no tienen por seguir a los colores que predican con abnegacion casi religiosa. Hubiera sido la peor imagen posible para eso que dan ahora en llamar Marca España, cada vez más devaluada. Tocan tiempos de prudencia, ahorro y recogimiento. Nada más lejos de la realidad que transmite el futbol.