Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 28 de diciembre de 2012

Balance

 Como viene siendo tradición, aprovechando el reencuentro con los seres queridos para pasar unos días juntos en familia con motivo de las fiestas navideñas,un año más hemos aprovechado la oportunidad ofrecida por ese reencuentro para ir juntos al cine a ver una película; en esta ocasión, de entre todas las que
ofertaba la cartelera, nos hemos decidido por una que además estaba de estreno ese mismo día, el de Navidad para más señas. Con un aforo más bien escaso para ser tan señalado día, este año, la elegida ha sido Les Miserables, enésima reedición del clásico romántico de Victor Hugo.

 Musical traspasado al celuloide, la cinta cuenta con interpretaciones de gran mérito como la de su protagonista, Hugh Jackman, cuya caracterización del personaje Jean Valjean así como sus sorprendentes dotes para la lírica, le colocan inevitablemente en cabeza entre los candidatos a obtener la ansiada estatuilla en la Ceremonia de los Oscars del año venidero que, presto, se avecina a acogernos.

 He de reconocer que la elección de la película de este año ha sido, a diferencia de otras veces, fruto de los avatares del destino ( del retraso habría que decir más bien). No era nuestra primera opción en este caso; ese honor quedaba reservado para El Hobbit, de cuya proyección debimos privarnos como consecuencia de la tardanza en llegar a la sala donde se proyectaba.

 Salimos encantados de la proyección de la que sin duda es una de las películas del año. Y pensativos a tenor de las imágenes que recogen la realidad de una Francia consumida por las intrigas políticas y la miseria de sus gentes.

 Que duda cabe que la Francia del siglo XIX no tiene nada que ver a la actual, y que cualquier comparación de aquella sociedad elitista y desequilibrada con alguna de las actuales de la Europa moderna es inviable. Pero no deja de ser recurrente el tema de fondo que da pie a la narración de Hugo: las hordas de gentes necesitadas recurriendo a todo tipo de triquiñuelas para subsistir. Los tiempos han cambiado y las necesidades son otras pero los estados de carencia se perpetúan con el paso del tiempo afectando a los grupos más débiles; la estampa se repite una y otra vez por mucho que las variables no sean constantes.

 Este es mi particular balance del año que termina; no he querido enumerar acontecimientos ni hechos que en su mayor parte vendrían jalonados por argumentos negativos; quizá el mejor de todos los aspectos del año que termina sea que, por fin, acaba. Confiemos que el año que se avecina traiga mejores argumentos para aliviar cargas y pesares y que como Valjean, tengamos la posibilidad de comenzar otra vida muy ajena a esta de cadenas e incertidumbres.

 Feliz 2013


viernes, 21 de diciembre de 2012

Fin del mundo

 Bueno señores, pues parece ser que el mundo se ha terminado. Estas lineas que escribo y que configuran mi comentario de hoy son escritas desde alguna suerte de limbo, (aunque el papa católico advirtiera en su momento que no existe), que es como solemos los mundanos denominar a todo suerte de espacio que no podemos ubicar en sitio alguno. Eso si, en este lugar indeterminado, continuo tal y como lo dejé ayer: estoy en mi mesa de trabajo, tengo un ordenador delante, y parece ser que en este lado la conexión a Internet está al día en cuanto a los pagos se refiere...

  Un acontecimiento de tal calibre merece algún tipo de comentario. ¿Cómo se ven las cosas ahora que el mundo no es mundo? Dejemos para otro momento las cuestiones existenciales y pasemos simplemente a otear un tanto el horizonte. ¿Qué veo? Justo delante de mi tengo una pared blanca, enorme, de unos diez metros cuadrados, la misma que tenía ayer a estas mismas horas; es lisa y en ella apenas hay ornamento alguno que ponga el contrapunto a tan inmaculada presencia. Parece ser que a pesar de acabarse mi existencia, de algún modo esta ha encontrado el modo de prolongar sus rutinas y eso que ha llegado el final de la cuenta larga del calendario Maya ; así que estoy sentado en mi silla, delante de mi mesa de trabajo, y enfrente tengo a mi perenne e inmaculada pared blanca...

  ¿Será posible que haya podido llevarme cosas al otro lado y sin apenas habérmelo yo propuesto? ¿ Qué más me he traído conmigo? Veamos, tengo mis pertenencias en orden, mi teléfono móvil esta aquí conmigo y tengo linea ( lo dicho esto de Internet y las nuevas comunicaciones es maravilloso, me habían comentado que era buena la banda ancha, pero esta de ancha que es debe ser un auténtico océano). Ya que estamos quizá pueda hacer uso de mi buena costumbre de parar en mitad de la mañana para consultar periódicos y ver las cabeceras con sus enunciados y portadas. ¿ Habrá prensa?, ¿ Tendrán ellos un Internet tan bueno como el mío?

  Vaya pues si, ¡Esto es una fiesta!, Estamos todos bien comunicados. Al tiempo que escribo esto, veo a mis compañeras de trabajo en sus mesas atendiendo a sus tareas cotidianas ( ¡Otros han pasado al otro lado y siguen estando conmigo!)  y ¡ También tienen Internet! Ellas a diferencia mía están trabajando ( o eso creo), quizá porque no tienen las mismas inquietudes existenciales que yo, tal vez porque tengan faena atrasada, o simplemente porque no quieran jugar con el temor de un toque de atención por invertir tiempo de trabajo en cosas que no sean de estricto provecho para el patrono que nos abona los emolumentos en cuenta. ¿Cómo se puede mantener uno tan impertérrito y seguir como si nada?, ¡Que se ha acabado el mundo joer!

 En fin, yo sigo a lo mío; me había propuesto comprobar si había noticias en un día tan trascendental como este, y casualmente los medios están trabajando. ¿ Qué noticias coparán las primeras de los tabloides si no hay mas noticia que la única, que el mundo ya no es, que nos hemos ido para no volver?

   Los sanitarios siguen en pie de guerra; Mas va a ser investido;  el otrora gran banquero declara ante el pufo que ha dejado a pequeños ahorradores (con el culo al aire, hablando en plata ) y miles de empleados sin oficio ni beneficio, El Vaticano va a pasar la aspirado en la Capilla Sixtina para preservarla y en Connecticut las mochilas antibala causan furor...

 Para este viaje no hacían falta estas alforjas, ¿No? Parece ser que no, que nos han timado. Habrá que mojar las penas con un buen fino, ahora que recuperaremos el viejo anuncio de la botella con el sombrero en la Puerta del Sol...






 

viernes, 14 de diciembre de 2012

Comida de Navidad


 Una nueva semana termina en lo productivo, eso si, para los que tenemos la fortuna de poder producir; lejos de ser un derecho y una obligación, tal y como siempre nos han contado, es ahora un privilegio, casi como si fuese un billete de lotería premiado del sorteo del próximo sábado veintidós, siempre y cuando el mundo no se acabe el día antes. Sea como fuere el fin de semana está ya en puertas y viene cargado de compromisos de ocio: cenas y comidas de navidad, tiempo de esparcimiento y reencuentro con compañeros de estudios o de trabajo.

 Son probablemente los días más bonitos del tramo final del año, que cierra el calendario en diciembre con esto que damos en llamar como Navidad. Las vísperas que suelen prolongarse a lo largo de todo el mes de diciembre hasta la llegada de la nochebuena, vienen cargadas de compromisos que suponen un jugoso pastel para los profesionales del gremio hostelero, que aprovechan este ánimo festivo para hacer la consecuente caja que ayude a salvar las carencias del ejercicio. Son días de reencuentro de viejos amigos, a los que nos ves por un cambio de residencia o de estado civil que ha limitado las posibilidades de hacer piña como antaño, de encuentro fuera del espacio de trabajo con los colegas de faena para disfrutar de un rato agradable fuera de la oficina y desear a los más allegados un mejor año en los meses que nos esperan de aquí en adelante.

 Repetiremos el mismo ritual y parafernalias de fechas pasadas; comidas y cenas copiosas, vino en dosis generosas seguido de las consecuentes copas con mejunjes y licores espirituosos de cierta y probable mayor graduación alcohólica... todo ello configurando un paisanaje de marcado carácter alegre: jolgorio incesante y exhaltación de la amistad; cariño que se hace patente  de modo significativo en estos encuentros en parte por el disfrute de la compañía deseada, y también por el deseo y la confianza en que los meses venideros sean mejores y traigan buenas noticias.

 Buenas noticias. Qué faltos andamos de ellas. Tal vez consigamos arrinconar con estas celebraciones las preocupaciones del día a día, esa inquietud por el hermano o por la esposa del amigo que están parados, será tan solo un pequeño receso en esta espiral de tristeza y preocupación que nos atenaza inexorablemente. a falta de pan, buenas sean estas tortas en la mejor de las compañías y con la mejores intenciones.

Buen fin de semana de celebraciones tengamos todos. ¡Salud!

viernes, 7 de diciembre de 2012

Chivi


 De nuevo viernes. Otra semana más toca a su fin. Es viernes de puente, el de la constitución para más señas; como tantas otra veces lo paso en Madrid y trabajando. El tiempo es de diciembre:  frío y lluvioso y apenas si hay luz en medio de esta mañana de cielos grises.

 Acaba una nueva semana; otras tres nos quedan para despedir este año, que como el día de hoy, si por algo se va a caracterizar será precisamente por su color gris y triste.Tal vez en las próximas entregas me anime a incluir algún comentario a modo de balance sobre estos doce meses de desidia, frustración y sobre todo miedo. Miedo a perder el trabajo a no tener a qué recurrir. Miedo a no saber qué va a pasar. Eso tal vez será otro día; hoy quiero poner como colofón a esta semana que termina un pequeño comentario que sirva de homenaje por un lado y bienvenida por otro.

 Día tres de diciembre de 2012. Difícilmente lo olvidaré; el pasado lunes fallecía César compañero de estudios y nacía Hugo, hijo de otra amiga también compañera de clase. Nos conocimos los tres hace cerca de doce años, cuando decidimos realizar un curso de especialización para licenciados. Fue aquel un año intenso, en que coincidimos un grupo de gente de lo más variopinto, con diversas procedencias y muy dispares licenciaturas universitarias. Pronto hicimos migas y más que un curso de especialización o master, hicimos de aquel año una experiencia de ocio, diversión y aproximación que nos permitió consolidar relaciones personales solidas y duraderas. Buena parte de mi grupo de amigos íntimo procede de ese año. Es por tanto inevitable recordar aquellos meses de convivencia con sentimientos de cariño y nostalgia.

 Una vez que concluimos cada uno siguió su camino, pero gracias a las nuevas tecnologías y formas de comunicación que existen gracias a las denominadas redes sociales volvimos a retomar el contacto. De hecho César fue uno de los más enfervorizados defensores de este medio de conexión, hasta el punto de convertirlo casi en un medio de vida. Gracias a él publicitaba sus convocatorías de reuniones para una iniciativa de recursos humanos de la que era precursor. Organizaba talleres para ayudar a gente en la tarea de buscar empleo y no dudaba en involucrar a cuantos pudiera en busca de ese objetivo. Recibí muchas de esas invitaciones a través de la red aunque nunca asistí a ninguna; mi alejamiento progresivo e inevitable del mundo de los recursos humanos, así como mi afortunada condición de empleado me invitaron a ello. Eso no fue óbice para que mantuvieramos el contacto a través de esa vía charlando sobre mil cosas o compartiendo experiencias en algo a lo que los dos eramos adictos: El camino de Santiago. En cualquier caso, nuestra relación nunca fue más allá de la pantalla de un ordenador, Hacía años que no nos veíamos físicamente
y apenas si mantuvimos contacto telefónico. Como no puede ser de otra manera, cada uno siguió  su camino, él cansándose con Silvia, otra compañera de aquel curso y siendo padre de dos hijos; yo con mis libros, mi trabajo y mis peculiares idas y venidas en la para nada convencional vida sentimental que he tenido desde esa  fecha. Un correo enviándole el currículum de un amigo que buscaba empleo fue la última vez que hable con él hace ya algunos meses. Misteriosamente desaparecieron las convocatorias del  pinkslip party  que promovía junto a otros profesionales de rrhh; incluso sus pequeñas coletillas que a modo de sentencias y consejos breves sobre como afrontar la tarea de buscar empleo dejaba a través de la blackberry, o sus pequeñas historias que sobre su vida privada compartía con nosotros en Facebook se evaporaron. No le di importancia, quizá porque no me pareció relevante; tal vez porque como hablaba con otra amiga a raíz de tan fatal noticia, cada uno esta a su bola y por no tener, no tenemos tiempo ni  de preocuparnos en llamarnos o de tomar un café.

 Hasta que el martes pasado otra compañera del master, María, me envió un correo preguntándome si me había enterado de su muerte; me preguntaba ella si no sería una broma... Y desgraciadamente no lo era; El Chivi, mote cariñoso que le pusimos en aquellos meses de estudio y fiesta en alusión a un cantautor cuyas letras escatológicas fuera de tono le gustaban, nos había dejado para siempre.

  Aún hoy no sé a que causa se debe su fallecimiento. Interrogando a otros con los que tengo contacto de aquella época no he conseguido esa información. Tampoco quise preguntar a nadie de los presentes en el Cementerio de La Almudena cuando decidí pasar a despedirme de él. Seguramente más adelante sepa las causas de ese silencio de meses y de tan terrible desenlace con tan solo treinta y siete años. Solo que se, que como María sugería en su correo, quizá aquello fuese una gracia más del Chivi; tenía que pasarme y comprobar que aquello no era otra de sus macabras bromas; solo cuando el coche fúnebre llegó al crematorio y vimos como salía el féretro de él, sólo cuando vi la reacción de  su madre, que no pudo evitar el acercarse a la caja y abrazarla a modo de despedida, solo entonces terminé por convencerme de que aquella no era una de sus bromas. Cómo olvidar las fotos de accidentes con miembros amputados que nos enviaba, o las charlas que sobre política, siempre a la derecha de la derecha nos daba, desde su peculiar universo conservador propio de quien pertenece a una familia tradicional castrense. A pesar de sus peculiaridades, de sus cosas, César escondía tras esa apariencia irreverente un gran corazón, el mismo que nos entregó cuando estuvo en vida y que nos ha unido a cuantos le conocimos en el momento de su muerte. 


El mismo día que César se fue y gracias a una cesárea programada, Hugo vino al mundo en una clínica madrileña, apenas a unos pasos de aquel chalé donde tenía su sede el centro de estudios superiores
donde cursamos el master y nos conocimos. Es como si el destino hubiera decidido que justo el día que te marchabas viniera al mundo un ser nuevo,  un niño que es hijo de otra integrante de ese mismo curso,
escogiendo como lugar de partida allí donde nos conocimos, allí donde empezó todo. Hugo ha venido bien al mundo y sus dos kilos cuatro cientos gramos llenos de vitalidad han compensado la pérdida de los veintiún gramos de tu alma; nos han permitido asimilar mejor tu marcha y no dejar paso al desanimo ni a la pena por tu ausencia.

 Aún a riesgo de parecer irreverente, he de reconocer César, que cuando fui el pasado miércoles a conocer al niño y a ver a su madre, no pude evitar sonreirme y pensar en ti. " Solo tú podrías irte así", me dije como quitándole hierro al asunto. El chivi en estado puro, saliéndote por la tangente.  Imposible que pasases desapercibido, aunque si quisiste a nuestros ojos hacerlo en tu marcha. Imposible dejarnos huérfanos aunque te has ido demasiado pronto. Déjame que a modo de despedida reproduzca esa sentencia que escogiste para despedirte y que no deja de estremecerme cada vez que la leo. Gracias César por haber existido:




 Si os veis cabalgando solos por verdes prados, el rostro bañado por el sol...
que no os cause temor, estaréis en el Eliseo, ya habréis muerto. Hermanos,
¡¡¡LO QUE HACEMOS EN LA VIDA, TIENE SU ECO EN LA ETERNIDAD!!!

                                                                                Maximus Decimus Meridius


 P.D.: Si lo ves, da recuerdos a Ramón Mendoza.