Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 31 de octubre de 2014

Sobre podredumbres

 Algo huele a podrido... ¿ En Dinamarca? Si algún famoso dramaturgo tiempo atrás hubiera tenido a bien venir a este mundo en esta época, tal vez hubiera cambiado el entorno del monólogo que ha hecho famosa a esa frase. Tal vez Laurence Olivier, el más universal intérprete de Hamlet, habría vestido atavíos mas próximos a los gustos ibéricos, aunque hoy día la globalización descarta lo particular en las modas del vestir en puntos geográficos concretos.

 Algo huele a podrido en España, ¿ Sólo algo? Es verdaderamente sonrojante ver el lento y parsimonioso desfile de personajes siempre vinculados al mundo económico y político que un día sí y otro también copan las portadas de los medios. Ya se han convertido en una costumbre. Forman parte del paisaje diario, de las rutinas cotidianas, constituyen el principal argumento de las tertulias en bares y espacios públicos, donde el respetable ya ni habla de deportes, más pendiente de lanzar el exabrupto correspondiente de condena a quien delinque que alevosía y reincidencia.

 Hasta que punto llegan a formar parte de nuestra existencias estas constantes salidas al exterior de cantidades ingentes de mierda por doquier, que incluso ocupan nuestro tiempo de ocio en aquellos días que habitualmente dedicamos para el descanso y la relajación. ¿ Era imaginable hace algún tiempo que en la parrilla de programación televisiva un sábado por la noche en horario de máxima audiencia, los canales que más cuota de pantalla acaparan, programen como espacios de divertimento, debates políticos donde los contertulios, en la mayoría de los casos, lanzan órdagos al cielo con el telón de fondo relativo a casos de corrupción y demás bagatelas delictivas?

 Es este el país de las tertulias. Debates pseudo-feministas para empezar el día hablando sobre temas de actualidad, tertulias de cotilleos para amenizarnos las sobremesas, discusiones políticas para sazonarnos las cenas y sus digestiones antes de ir a la cama, mesas redondas futboleras que ponen a prueba el forofismo y la idiocia con que algunos viven el deporte mas acá de los Pirineos... Nos pasamos el día debatiendo, el día hablando, el día escuchando cómo debaten, cómo hablan, cómo se soliviantan, cómo se empecinan, cómo se insultan, cómo se desquician...  Y en todos los casos la materia prima tiene implícita un componente escatológico, cuyo hedor resulta no ya vergonzante, sino esclarecedor. Describe el pelaje de quien asiste y participa en estos eventos con demasiada freciencia de baja estopa y escasa catadura intelectual. Son el reflejo del bajo nivel de cultura de un país que no solo vive en la mierda, sino que la utiliza como objeto de divertimento.

 Imagino a Sir Laurence con su calavera en ristre soltando su perorata cansina y doliente. Algo huele a podrido sí, pero en nuestras casas, hasta el punto de hacernos partícipes de una suerte de síndrome de Diógenes mental, que nos aboca a llevar tanta podredumbre siempre encima de nuestras cabezas.

 Esta situación sí que merece decir aquello de ser o no ser, esa es la cuestión. Ya va siendo hora de ser sí, pero de otra forma. De cambiar el ritmo y pensar y actuar de otra forma. De dejar de regodearse en la mierda haciéndonos dignos acreedores de ella. Además de otras muchas cosas, un cambio de actitud y mentalidad sería imprescindible para darle la vuelto a esto.
 


viernes, 24 de octubre de 2014

Banderas

Veintidos mil euros. A esa cifra asciende la compra y colocación en una rotonda de acceso a la localidad de Ciempozuelos de la nueva bandera de España que los vecinos de esta localidad del sur de Madrid podrán contemplar cada vez que accedan al pueblo con sus vehículos. Ante las desaforadas criticas que la acción ha supuesto, quiza por inesperada, desde luego por excesivamente costosa, más en estos tiempos de sospecha, la primer edil del municipio, ha rechazado cualquier crítica al respecto, alegando defensa de la insignia constitucional, motivo de ataque, una vez más según sus apreciaciones,  por fuerzas de la oposición.

 Es uno de los éxitos de la derecha española; el haberse apropiado de las insignias y símbolos identitarios que con frecuencia la izquierda ha tratado con desdén o incluso indiferencia. Cada cierto tiempo las banderas son motivo de disputa o polémica y cuando anda de por medio la rojigualda, como es en este caso, el principal partido conservador enarbola sin pudor o tapujo alguno la defensa reivindicativa de un símbolo que por derecho nos pertenece a todos, tengamos la ideología que tengamos.

 Si intentara uno mirar atrás podrían encontrarse diferentes momentos donde el elemento de fricción tuviera como protagonista a la bandera. La famosa guerra que año tras año acompañaba el tradicional acto de izado en fiestas patronales en ayuntamientos de Euskadi, como protesta porque se mostrase en sedes institucionales la que consideraban la bandera del estado opresor, disputas que se han alargado en el tiempo y que tienen continuidad en otras zonas, como Cataluña, donde algunos alcaldes se declaran en rebeldía incumpliendo el mandato que las normas obligan a instalar la bandera estatal junto a otras insignias locales y supranacionales.

De otra índole, pero también con la bandera española de por medio, fue inolvidable la polémica que el izado en la Plaza de Colon de la misma, con un tamaño descomunal,( próxima a los trescientos metros cuadrados), generó en el seno de  una izquierda, escandalizada por el exceso de chovinismo impropio a este lado de los pirineos. Aquella critica quedó paulatinamente en el olvido, hasta el punto de ocupar aquella izquierda contestataria el poder, sin eliminar el excesivo trapo ondeante de tan notoria plaza. 

 Banderas, siempre banderas. Rojigualda versus ikurriña. Señera que abriga la azul estrellada de la Europa comunitaria como contestación a la bandera nacional opresora. Señera versus estelada, nueva muestra identificatoria para diferenciarse de aquellos catalanes que no se conforman con ser uno más en el tinglado ibérico que llevamos organizando desde hace siglos sobre las ruinas de la Hispania, tierra de conejos, romana. Insiginias que pasan de unas manos a otras y que tienen un sentido u otro según la militancia que se profese.

 Forma parte de nuestra idiosincrasia manifestar protesta o disconformidad aferrándonos a un trapo y su valor simbólico. Con ella sacamos a relucir nuestras discrepancias, con ella reivindicamos nuestros derechos, envueltos en ellas celebramos nuestros triunfos... Somos un país de bandera, aunque quizá el sentido de la expresión diste mucho del valor original de esa expresión.