Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 25 de mayo de 2017

Ken Macron

 Cada vez que veo una foto en los medios de Macron, el nuevo Presidente de Francia, ganador en las elecciones celebradas el pasado día siete de mayo, me acuerdo de Ken, el novio de Barbie, la muñeca.

 Parece un líder sacado de fábrica. Siempre bien vestido, de impoluta presencia, bien parecido, ojos azules, con esposa igual de delgada y rubia que la muñeca de la que lleva siendo novio desde hace años en las jugueterías y casas de medio mundo... Lo más elaborado que aparece en su currículum personal es la historia de amor que llevó a un alumno a enamorarse de su profesora para declararle amor eterno y terminar casándose con ella.

 Ex ministro socialista, pese a su marcado perfil liberal, muy definido en sus diferentes ocupaciones en el mundo financiero, su declaración de intenciones políticas deja desde el comienzo a las claras que la República francesa se apresta a recibir un liderazgo de marcada tendencia tecnócrata, seguramente más pendiente de estadísticas y datos macroeconómicos que de un despliegue con  transfondo ideológico.

 ¿Es esta la consumación, el punto álgido de la Europa de los recortes y las primas de riesgo? ¿ Cómo casa esta tendencia política desideoligizada con los intereses del ciudadano corriente? 

 Hablando de tendencias, es esta derecha de clara connotación liberal la que esta haciendo las veces de cortafuego a los embates populistas y demagogos de la ultra derecha en toda Europa a excepción de Austria. La caída en picado de la social democracia tradicional cuyos porcentajes de voto están alcanzando cifras residuales en Holanda o la propia Francia, hablan a las claras del enorme vacío que en las filas de la izquierda moderada hay en estos momentos, incapaces de vertebrar una batería de argumentos y medidas que sirvan de contrafuerte a la preponderante hegemonía liberal. Esa falta de ideas y de liderazgo, a su vez esta siendo aprovechada por la otra cara populista, la de una izquierda que está empleando como plataformas de lanzamiento a las casi inexistentes estructuras antisistema, que de ser una fuerza residual, han pasado a convertirse en agentes activos de la lucha política,con visos de arrebatar a la social democracia su trono progresista de décadas.

 Pero volvamos a Ken y a su modelo de liderazgo, adaptado a las circunstancias del presente, Qué lejos quedan en comparación figuras como la de Willy Brandt, Olof Palme, Helmut Kohl o François Miterrand. Aquella generación de políticos que lideraron el continente después de la guerra, con la lacra de tener que convivir con el telón de acero. Aquella Europa consiguió prosperar, eliminar los bloques del viejo continente y salir a flote en su intento de construir un espacio común, en lo monetario, en lo productivo y en lo individual. Esos líderes no tienen cabida ni razón de ser en esta etapa donde toca lidiar con enemigos menos evidentes, organizados en siempre difuminados grupos de interés que manejan los indicadores económicos a conveniencia. El nuevo tipo de liderazgo que necesita Europa ha de ser capaz de lidiar con eso, y para ello habrá de basarse en algún tipo de ideología, cuyos terminos aún están por definirse con nitidez; la clave es:  ¿ En cuál?, ¿ Están agotados los modelos clásicos? ¿ Qué han de hacer la nueva derecha e izquierda?

 Demasiadas preguntas para responder en el corto plazo, aunque el sistema siempre encuentra su modo de reajustarse, para seguir permitiendo que sus engranajes funcionen. Las respuestas iran surgiendo sobre la marcha. Sería bueno que alguien fuera capaz de entender esa marcha y sus mecanismos, y así de paso, trazar el camino.

 Ken Macron es mucho más que el nuevo líder de Francia, Es el primer dirigente de la Europa del futuro. El siete de mayo se dio el pistoletazo de salida a una nueva etapa. Veremos a donde nos lleva la dicotomía entre política y economía con estos mimbres y este nuevo modelo de liderazgo de manufactura a medida, como si lo hubieran sacado de un molde.

martes, 23 de mayo de 2017

Como un tronco



Matilde estaba completamente agotada. Cuando a comienzos de cada mes le tocaba peinar la zona de los pueblos para ofrecer nuevos productos de la empresa, le temblaba todo el cuerpo, hasta las canillas. Eran más de doce horas de trabajo, visitando un establecimiento tras otro, regateando hasta el último pedido con cada propietario. Tan larga era lista de clientes a visitar que no le daba tiempo de volver a casa. Por eso esa noche tenía que pernoctar en algún hotel de la zona.

Pese a tener una plantilla de cinco comerciales su jefe solo la quería a ella para hacer la batida de fuera de la capital. Tras más de quince años de trabajo, su solvente conocimiento de la empresa y de sus productos, así como su meritoria capacidad de persuasión, la hacían la persona ideal para ese cometido. Matilde sabía que sacaría de ello una estupenda comisión que le arreglaría la economía un par de meses, como mínimo. Con semejante reclamo no le importaban las horas de pie saltando de un sitio a otro, ni los muchos kilómetros de coche.

Tras acabar la faena, terminaría por ir a dormir a su hotel favorito. Una pequeña tahona de pueblo de piedra y traviesas de pino, reconstituida en casa rural. Su dueño había numerado las seis habitaciones por centenas, dando a cada una un número de tres cifras, la 101, la 201… Matilde siempre pernotaba en la 601. Pese a que las habitaciones eran todas iguales, ella siempre reservaba la misma, la suya. No sabía si era por su colchón látex, por la sensación de recogimiento que le daba el dosel que adornaba la cama, porque hacía esquina y le daba unas vistas preciosas al campo o por la imagen de un San Lorenzo que enmarcado en una litografía adornaba una de las paredes. Quizá fuese simple sugestión, pero ella solo quería dormir en la 601, desde el primer día que descubrió por casualidad aquella tahona. El dueño del hotel rural que ya conocía el capricho de Matilde, hacía una excepción con ella reservando con anticipación la habitación para la inquilina de una sola noche, como cada inicio de cada mes.

Eran más de las diez de la noche cuando Matilde cogió el coche para ir a su habitación a descansar. Se había entretenido enseñando la parte nueva del muestrario y la demora había merecido la pena. Un pedido extra venía en la cartera y Matilde, feliz, cantaba mientras conducía pensando en su cama y en dormir a pierna suelta.

Hoy dormiré como un tronco, se la oía decir entre cánticos amenizados por la música de la radio.

 La escasa visibilidad de la carretera comarcal por la que transitaba se complicó aún más cuando repentinamente empezó a llover. Primero cayendo unos goterones gordos que chocaban contra el cristal del parabrisas con virulencia. En apenas unos minutos dieron paso a una cortina de agua intensa que a chorros caía sobre ese cristal que ahora le daba una visión casi nula, apenas de un par de metros en la que distinguía a duras penas la línea discontinua de la carretera.

Hoy dormiré como un tronco. Se repetía una y otra vez intentando mantener la concentración agarrada al volante, con los ojos abiertos como platos.

Y entonces sucedió, en apenas un instante, sin dejarle un mínimo margen de reacción. Entre los dos halos de luz que proyectaban los faros de su coche, después de sentir un chasquido, al poco de aparecer un fogonazo en el cielo que iluminó por un momento toda la carretera, vio como un tronco se precipitaba contra el cristal, golpeando y atravesándolo con fuerza hasta conseguir que se hiciera añicos. Lo siguiente que vio Matilde fue como una de las ramas se precipitaba contra su cara; sintió un fuerte pinchazo, y como su pie pisaba a fondo el pedal del freno antes de perder la consciencia.

Cuando despertó Matilde estaba en su cama, en la 601. Eran más de la una de la tarde y por la ventana entraba un sol radiante que en nada hacía recordar la tormenta de la noche anterior. Convencida de que la había soñado se levantó para ir al baño cuando al mirarse al espejo vio como un arañazo de lado a lado en la mejilla derecha le había marcado el rostro desde la comisura de la boca hasta casi llegar a la oreja. No era muy profundo, pero si aparatoso. Cuando el dueño la vio bajar y dirigirse a recepción le contó los detalles de su percance, y de cómo justo a la entrada del pueblo un rayo había partido uno de los árboles que acabó precipitándose contra su coche, Cuando Matilde salió al parking de la entrada y vio como había quedado, sintió un momento de desazón pero al mismo tiempo de alivio. Seguramente aquel árbol caído podría haberla matado. Pero no lo hizo, apenas un arañazo superficial, que confirmó la revisión del médico del pueblo, que llevó a este a decidir dejarla descansar en el hotel, tal y como estaba la noche de lluvia.  
 
 Tanto quería dormir como un tronco, que hasta de un tronco me he valido esta vez para dormir a pierna suelta. La ocurrencia provocó la carcajada del dueño del hostal y del guardia civil que había acudido a la tahona para terminar de levantar el atestado iniciado por la noche. Matilde se sintió feliz de haber pasado el trago descansado en aquella casa rural, y en aquella habitación que para ella eran un remanso de paz.

viernes, 12 de mayo de 2017

Historias de barrio.1. De pavones al cielo.

  En Pavones se vive en el límite. Durante mucho tiempo fue la última estación de la linea morada, la siempre rápida y eficaz linea 9. Formó parte del primer tramo que el último día de enero de mil novecientos ochenta, inauguró esta nueva vía de comunicación entre Sainz de Baranda y la ribera de Fuente Carrantona. Fue el límite durante esos primeros meses y hasta bien entrado los años noventa, antes de que el Consorcio de Transportes ampliara su número de paradas, prolongándolas mas allá de Madrid hacia Arganda del Rey, en su zona sur.

 Es límite de Moratalaz; aquí tienen su confín los cien mil hijos de un barrio que viven rodeados de dos circunvalaciones, la M-30 a la altura del Camino de los Vinateros y la M40, frontera con Valdebernardo. Es una zona residencial, tranquila, aparentemente destinada a ocupar un segundo plano en uno de los distritos con más solera de Madrid, y en cambio, es cabeza de partida en muchas cosas.

 En Pavones tiene su sede la Junta Municipal de Distrito, aquí está ubicado el único intercambiador que tiene esta zona de la capital, nudo de conexión con Vallecas y los municipios de la Ribera del Jarama. Aquí se halla la única escuela de idiomas que hay en la zona. Las piscinas municipales dentro del complejo polideportivo municipal, también tienen en esta parte su sede.

 Cuando llega Junio, y el barrio celebra sus fiestas, la calle de las Brujas ejerce de anfitriona para dar cobijo a atracciones de feria, tenderetes, tómbolas y chiringuitos de fritanga, que acompañan al escenario donde lo mas granado del panorama musical patrio viene a amenizarnos con sus composiciones. Manolo Escobar, Carina, Nacha Pop o El Langui, han deleitado a la parroquia en estas lindes.






  Y no conformes con todo eso, el barrio ha visto como la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ha construido para los seguidores del mormón Smith, su gran Templo de Madrid, cuya fachada imponente de mármol blanco, coronada por la trompeta del apocalipsis dorada, visible desde distancias considerables, da a esta parte de Moratalaz un toque un tanto exótico, viendo pasear por sus calles a legiones de acólitos, siempre vestidos de riguroso pantalón/falda oscura y camisa blanca, acompañada de su caracteristica chapa identificativa. Originarios buena parte de ellos de los Estados Unidos, no es infrecuente verse uno en la tesitura de charlar con alguno de estos activistas religiosos, que utilizan su labor de predicación como pretexto para mejor su precario castellano.

 Para ser un barrio marginal, más conocido por ser quien da la bienvenida a la capital a quienes se aventuran a llegar a ella por la A3, Pavones no deja de tener reclamos y servicios que prestar a un barrio que ejerce como zona residencial de la periferia, pero que tiene vocación de distinción y de hacerse notar. 

 Y es que esto es, ni más ni menos , Moratalaz...

martes, 2 de mayo de 2017

El metrobus

 Te adquirí sin quererlo en La Cuesta de Moyano, cuando compré  Lo raro es vivir, de Carmen Martín Gaite.Te encontré oculto en la página setenta y siete,y me dejó perplejo tu diseño vetusto y pasado.  Fue entonces cuando fui a las primeras páginas, para ver qué edición del libro había comprado, y vi que era de mil novecientos noventa y siete. Una de las primeras ediciones, de un libro publicado por Anagrama el año anterior.

 Entonces me cuadró tu formato, la redondez de tus letras y números, lo difuminado de tu color. Y sin hacer más averiguaciones, sin buscar en internet algún historial de billetes de metro, me puse a pensar.


 Si a pensar. A pensar en lo que estaba haciendo yo en ese año, mil novecientos noventa y siete. Estaba considerando iniciar los cursos del programa de doctorado, que eran todavía un proyecto, que se acabó convirtiendo en una realidad. Fue el año en que decidí no volver a Tenerife y quedarme en Madrid. Aquí me di de alta en la Seguridad Social, y mi número de afiliado siempre será gato al empezar con un veintiocho. Fue desde luego un año de mucho trasiego en transporte público, gracias a mi obstinada idea de no tener transporte privado propio, ni licencia de conducción. De Conde de Casal a Somosaguas, de  Somosaguas a Pozuelo, a la Avenida de Europa para trabajar en mi primer restaurante como camarero; serían muchas las horas que en transporte público pasaría, amortiguando las horas de trayecto con la mayor de mis pasiones:  la lectura.

 No me conformé con mirarte por delante. Tuve curiosidad de ver las fechas imprimidas en el torno con su timbre de tinta azul para acceder al servicio de transporte. Allí encontré que aquellos diez viajes apenas se habían consumido en tres días de junio. 


¿ Qué estaría yo haciendo en esos días de incipiente verano?  Tal vez estaba en Tenerife ensayando mi proyecto de desembarco de vuelta a la capital. Nunca olvidaré aquella mañana en que acompañé a mi madre al banco, y tras hacer la gestión de turno, consultamos a aquel director de sucursal, gracias a la pregunta de mi madre de si no habría trabajo para mí en aquel banco.

.- Hijo, yo que tu me volvería a Madrid y me buscaría la vida allí. Por poco que puedan ofrecerte, siempre será más que lo que esta isla tiene para ninguno de sus jóvenes. 

 Hoy que parece que esta en boca de todos, que los jóvenes no tienen futuro ni trabajo, esa retahíla de vete fuera que estarás mejor que dentro, ya nos la habían contado a nosotros también. Aquellos fueron años de poco trabajo, de muy mala calidad, de mucho contrato temporal y por horas. Tanto que parece sorprendente ver a algunos que compartiendo edad piensen que ahora estamos peor que nunca. Es como si nos gustase regodearnos en la mierda y darnos baños en el lodazal. Quizá porque es más fácil sentir pena y ser cobarde  que ser osado y buscar mirar adelante pese a las difucultades. O tal vez porque seamos por defecto así, pesimistas y pobres de miras, incapaces de labrarnos un camino de oportunidades porque solo esperamos a que otros nos las ofrezcan, y si no hay quien lo haga, es que todo está mal...

 Dejo de divagar, querido billete. Solo me queda comentarte que parece una broma cómo te encontré Enterrado en mitad de la página, lo que seguramente ha hecho que hayas quedado ahí oculto y bien asegurado, y hayas llegado  hasta mi después de veinte años. En la página setenta y siete del libro. Para más casualidad, la protagonista, que vive un momento de zozobra personal, habla sobre el sentido de la angustia y menciona a Kierkegaard,  y yo que tengo exámenes ahora a mediados de junio de universidad, una vez que a los cuarenta me he decidido, por fin, a estudiar la carrera de mis sueños, me encuentro con que en este momento estoy estudiando al filósofo existencialista danés...

 Es una pena que sea tan racional, que no sea nada dado a hacerme pajas mentales, ni a creer en coincidencias y casualidades,  pero me ha resultado cuando menos sorprendente ver como gracias a ti a un simple billete de metro de diez viajes, he vuelto a recordar los días en que empezó todo...