Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 30 de agosto de 2018

Adios Facebook



            Han sido cerca de nueve años de permanencia en la red social más extendida en el mundo.

            Muchos comentarios, fotos, libros y exposiciones comentadas… Lo que comenzó siendo una página personal al uso, agenda para recordar cumpleaños o lugar donde tener ubicados a amigos a los que había perdido la pista hacia largo tiempo, acabó convirtiéndose en una especie de gacetilla cultural, de la que más bien pocos, por no decir casi ninguno de casi mis seiscientos contactos parecía prestarle demasiada atención. Siendo muy sinceros yo diría más bien que ninguna.

            Es evidente que todos tenemos un avatar virtual, una identidad construida en esa otra vida que hemos creado en la red. Y con frecuencia aquella otra no es continuidad de esta. Se ha convertido en una especie de vía de escape donde cada cual expresa su lado menos conocido.

            Habrá quien vea e eso un canto de libertad. Seguramente por ahí vayan los tiros. Un modo de expandirse, de desahogarse, de hacer cosas diferentes. 

            Dicen que todos tenemos una cuota de narcisismo, incluidos aquellos que se empecinan en mantenerla bien oculta. Si hay un medio de sacar a relucir esa querencia por uno mismo es a través de la red. Y de qué manera. Parecen infinitas las maneras existentes de poder hacerlo, a cual más estrafalaria, más absurda, más infantil.

            Me consta que la psicología estudia con detenimiento el fenómeno, y que encontrará en estos nuevos comportamientos individuales que buscan la colectividad a través de una red virtual, algo positivo. 

            Que lo disfruten. Han acabado por aburrirme. Llego veinticinco días con mi perfil dado de baja. Quien sabe, quizá lleve las cuentas como cuando dejé de fumar, y me auto declare exfacebuquiano, como soy exfumador. Desde luego siento como con aquello una liberación. Ahora no son mis pulmones los que ganan en salud, es mi cabeza libre de tanta estupidez.

            Me llamo Domingo y soy exmiebro de Facebook…

jueves, 16 de agosto de 2018

Estate al loro



Andaba perdido en mis pensamientos cuando alguien me golpeó en el brazo y me dijo:
         - Te toca, tira.

         Después de que Luis por enésima vez no consiguiera sacar un cinco, apreté mi botón para hacer girar el dado; llevaba una racha de varios doses y unos y confiaba en resarcirme.  Inclinado hacia un lado el dado marcaba un seis, pero al no estar completamente asentado sobre el fondo no valía la tirada.

         - Está borracho, tira otra vez, me dijo Fernando. 

        "Borracho estoy yo, pero de amargura, vaya castaña de dado", me dije mientras apretaba el botón otra vez. Ahora no estaba borracho, no, pero el que si estaba, como siempre, era el uno, que hacia que mi ficha roja se moviera como una tartana. 

        Mi suerte estaba echada. Poco después se precipitaron los acontecimientos; mis compañeros de partida se miraban de reojo con sonrisas cómplices, sabedores de cual iba a ser mi destino. Era el turno de "Miguel el implacable" que cual piraña insaciable, sacó el cuatro que necesitaba para merendarse mi ficha y mandarme para casa.

      Aquello desató la algarabía, las risas  de Lucía e Isabel, las burlas de Hugo y Luisito, hasta de Isa que no paraba de troncharse mientras Miguel, ajeno a las risas contaba impasible las veinte y analizaba el tablero en busca de su próxima víctima.

      - Estate al loro hombre, que si no te comen, me dijo Luis, mientras las partida continuaba.

      La partida terminó con emoción. Hugo consiguió el tres que necesitaba para meter la segunda ficha en dura pugna con su padre que vio como los nueve euros de bote que nos jugábamos iban a servir de presupuesto para comprar unas pistolas de agua.

       Cansado me tumbé en mi sofá cama, confiando en dormirme pronto y, quien sabe si soñar con Carmen Lomana. Con las luces apagadas y con todo en silencio y antes de dormirme, por alguna razón volví a acordarme de la frase que me dijo Luis después de que me comieran la ficha:

       Estate al loro...

       No serían más de las siete y media. Debía estar en lo mejor del sueño, con el aire fresco de la mañana reconfortándome cuando un chillido estridente me devolvió a la conciencia. No sé si estaba soñando con Carmen Lomana o no, pero al tercer bramido de aquel loro del vecino no me hubiera importado estar soñando con una escopeta.

     "Estate al loro Domingo sí, estate al loro, desde luego era una premonición", me dije refunfuñando mientras me levantaba lentamente. Poco me duró el enfado. Isabel ya estaba levantada preparando café... 

                         
                                         Dedicado con cariño a Hugo, Luis y Lucía.
                                                                 Almerimar, agosto de 2018.

viernes, 3 de agosto de 2018

A seguir mal



Oiga usted, ya lo siento pero… Es que tengo que matarle, ¿Sabe? Alguien que escribe cartas y las empieza con un simple: Hola, ¿Qué tal?… ¡Habrase visto!, por mucho menos mataron a gente en la Guerra Civil. Si, créame, le estoy haciendo un favor. Ya me dará las gracias en alguna otra vida. Cuando le envíe al otro barrio ya habla usted con quien esté de encargado allí y le pide que le devuelva con un poquito de mejor gusto. Que le de alguna lección de modales epistolares y le enseñe algún encabezamiento más decentito, que si perdemos la elegancia en los comienzos no somos nadie;  que no cuesta nada empezar con un Ilustrísimo señor o un Muy señor mío, puesto que no hay confianza con el interpelado en su misiva; y si la hubiera con un Querido amigo seguido del clásico, espero que a la llegada de estas líneas te encuentres bien, nosotros bien, a Dios gracias… ¡Qué menos, por favor!

Mire a donde nos ha llevado su parquedad estilística, su manía de ahorrar letras y tinta… ¡Pero alegre esa cara hombre, si está usted haciendo un favor a la humanidad, desapareciendo con su tacañería dialéctica! Espere, mire si soy generoso que antes de que le despache voy a prepararle una pequeña carta de recomendación para que así entre usted con buen pie y no me guarde rencor, que le veo que me mira raro… Como uno es hombre precavido ya tengo algunas  cartas preparadas para casos de emergencia como el suyo, que  es de traca y requiere de una intervención rotunda, sin medias tintas.

Dígale al que lleva las llaves ahí arriba que le entregue ésta a quien sea menester, y si no hay quien pueda adiestrarle, malo será que no se de usted de bruces en algún momento con algún Cadalso o Rilke que puedan aleccionarle.

Bueno caballero, con su permiso le pego ya el tiro que no tengo toda la tarde, ¿A seguir mal, eh?, ¡Qué es por su bien!  Cuídese.

          ¡Pam!