Disfruto de mi nuevo marca páginas, regalo tras visitar una exposición de fotografía en la Fundación Mapfre de Madrid.
La foto del tipo con un hermoso puro en la boca, con un cartel como los que pone la policía a los delincuentes fichados es la del fotógrafo a quien la fundación dedica esa exposición, conocido como Weegee, que es el sonido fonético con el que los anglosajones americanos pronuncian la palabra ouija.
Impactante la muestra de un fotógrafo que hoy día consideraríamos carroñero. Sus fotos, obtenidas en escenas del crimen, o en lugares donde se producía algún suceso como un accidente de tráfico o un incendio, destacan por la crudeza con que registra los cuerpos fallecidos o las estructuras dañadas. Precursor del género de fotografiar accidentes a los pocos minutos de producirse, eso era posible gracias a su rapidez a la hora de llegar a los lugares donde ocurrían los hechos, ya que había sido autorizado a sintonizar la radio frecuencia de la policía para informarse antes que nadie de qué había sucedido y en qué lugar.
De ahí le vino el mote de ouija, como si tuviera el don de hablar con los muertos de los sucesos que cubría para que acudiese a cubrirlos.
Además tenía instalado un laboratorio portátil de revelado en su coche,lo que le permitía mandar a los medios para los que trabajaba las instantáneas ya en su formato en papel. Insuperable.
Con un instinto observador nato, su trabajo de cobertura incluía captar momentos de la atmósfera del hecho, destancando los mirones que todo acontecimiento trágico inevitablemente trae. Es así que los trabajos de Weegee sean un reportaje completo de toda suerte de sinforófilos, personas que son adictas a sentir curiosidad y atracción por hechos luctuosos.
Todos los trabajos expuestos en la exposición tienen como escenario la ciudad de Nueva York, en los años cuarenta, lo que la convierten en un excelente documento gráfico que ambienta la vida de la Gran Manzana y sus bajos fondos, llenos de mafiosos, pistoleros, travestidos, feriantes y también gentes de alta sociedad que el autor gustaba contrastar con personas humildes, procedentes de lugares tan sórdidos.
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