jueves, 26 de diciembre de 2024

Submundo

  No es la primera vez que escribo sobre aeropuertos.Pese a ser zonas indudables de paso, tienen algo de calidez, de proximidad, de familiaridad, tal vez por ser todos en la básico iguales, por estar llenos de indicaciones que hacen que no te pierdas aunque estés en la otra punta del planeta.

  Son lugares de paso, sí, también de acogida. Para muchos es un hogar.

 La última vez que hice noche en Barajas, fue hace apenas un año, en un vuelo a Tenerife a primerísima hora de la mañana, para ayudar a uno de mis hermanos en una mudanza. Tuve entonces la oportunidad de comprobar in situ, lo que se narra en el artículo publicado en el diario Público, de fecha veintiseis de los corrientes.

 La Navidad en la T4

 Personas que por diferentes razones han decidido acampar en la terminal del aeropuerto, al abrigo de la calefacción de las instalaciones y con la certeza de disponer de electricidad y agua corriente en la que poder hacer sus abluciones y necesidades más básicas. Personas de dentro y de fuera, detrás de cada cual hay historias tristes, conmovedoras y poco gratficantes, que les han llevado al umbral de la mendicidad, sin medios para subsistir por su cuenta, acumulando sus escasos enseres y pertenencias en un carrito de equipaje.

 El frio suelo de mármol es mejor opción que pernoctar en albergues, a menudo, dicen muchos de ellos, fuentes de conflicto y mayores incomodidades. Si durante el día recorren Madrid y sus diferentes puntos asistenciales para garantizarse una comida caliente al menos, o un lugar donde poder ducharse, la noche la pasan al abrigo de unos cartones, los más avispados sobre una colchoneta, montando tienda de campaña en una esquina, lo más recogida  y solitaria posible.

 Por una noche, compartimos posada y descanso los pasajeros circunstanciales, el suelo es una gran cama donde todos tratamos de pernoctar, acusados por la falta de butacas donde poder sentarse, escasas y estremadamente duras para poder intentar dormir. Eso hace que este muy concurrida la única cafeteria que abre toda la noche, aunque sea muy cara. Todo ello bajo la mirada atenta de policías y agentes de seguridad privada que observan y toleran, sin intervenir en toda la noche.

 Submundo triste pero también humano. Referente para algunas vidas en las que los meses del calendario no tienen festividades, ni motivos para celebrar nada.
 

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