sábado, 14 de diciembre de 2024

Mininos

 Visita a la Sacramental de San isidro, unos de los varios camposantos que la capital tiene para rendir tributo a sus difuntos. Posiblemente el más castizo de todos ellos junto al de Santo Justo, al estar al lado de la Ermita del Santo, la de San Isidro y su manantial milagroso, dedicada al Patrón de Madrid, a quien se rinde homenaje todos los años en la pradera anexa que con tanto éxito retrataron muchos pintores, siendo el cuadro de Goya, perteneciente a su época más amable, uno de los más significativos, si no el que más.

  Cementerio que cuenta con más de doscientos años, en el que abundan las tumbas vetustas, cuyas lápidas y epitafios, siguiendo los modos de otras épocas, impresionan.

 Son tantos los panteones y tumbas ubicadas a ras de suelo que hacen casi imposible deambular por sus aledaños sin pisar en algún momento la que es la última morada de alguno de los finados allí congregados.  

 Reina un ambiente de silencio rotundo, apenas me cruzo con algunos empleados que cumplen con sus tareas de mantenimiento. Una pareja joven entra pertrechada con flores y material de limpieza; más adelante me los encuentro adecentando un nicho.

  Decido poner fin al paseo, no sin antes recibir la despedida de unos personajes entrañables, que se arremolinan juntos, aprovechando los primeros rayos de sol de un día que ha amanecido frío y con niebla.

 Mininos ángeles de la guarda, empleados de las dependencias que ayudan a mantener el recinto limpio de rodeores y otros animales propios de lugares así. Moradores que cuentan con ánimas como vecinos, sin imponerles temor o respeto su incorporeidad, para dispersarse entre sus osarios con arrumacos, juegos y ronroneos. 

 


 

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