... Y hablando de modas, cómo podría dejar pasar por alto la impresión que me produjo ayer noche una estampa tan tierna como sorprendente, la de ver a un pitbull tumbado en un carrito de bebé tapado con una mantita recibiendo las carantoñas de un grupo de vecinos a su llegada a un portal.
- ¡Pobrecito, estará muy malito!, pensé para mí aunque pronto comprendí mi error, al ver que el animal reaccionó a una de las caricias y se incorporó todo lo grande que era.
Si fuera el primero que veo, pero es una estampa cada vez más extendida, entre personas de todas las edades que trasladan en estos cochecitos pensados para niños, a perros de todos los tamaños.
No seré yo quien critique a nadie, desde luego, tan dado a malcriar animales cuando estoy cerca de ellos, pero la verdad es que no recuerdo a ninguno de mis perros querer ir a cuestas pudiendo hacerlo por sus propias patas, correteando por calles y jardines y reconociendo el terreno con su fino olfato, dedicado en cuerpo y alma a degustar toda esa macedonia de olores que supone para un can, un paseo fuera de casa.
Nuevos hábitos, qué duda cabe...
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