domingo, 8 de diciembre de 2024

La puerta del garaje

 Transito por la M-40 cuando quedan unos minutos para que den las seis de la mañana. Vengo en dirección contraria a la habitual y accedo a la zona de mi oficina callejeando por las calles del barrio de Las Musas.

 La mayoría de las calles están desiertas, algunas a oscuras, sin puntos de luz que  permitan ver más allá de la proyección de los faros del coche; tras hacer un giro a la derecha, veo en mitad de la zona de paso de vehículos a un hombre de apenas unos cuarenta años, que se acerca a mi con la intención clara de interceptarme. Me hace señales con los brazos en alto y paro a su altura. Bajo la ventanilla para preguntarle qué quiere y me dice:

 -  No me funciona el mando de la puerta del garaje y necesito de alguien que me la sujete para poder sacar el coche.

 Su cara denota agobio, ya se sabe que es el espejo del alma, que muestra lo que nos pasa por dentro, que no miente salvo que seas un excelente actor.

 Paro el coche en un parking de minusválidos y me bajo para acceder al garaje. Efectivamente, la puerta no atiende a las señales del mando a distancia y al abrir la cancela de pesado hierro, esta no se queda sujeta para permitir el paso del coche. La agarro al tiempo que saca su vehículo, un monovolumen de reciente matriculación.

-  He llamado a la policía por si podían venir a ayudarme, pero me han dicho que no vienen... 

 Le ayudo a cerrar la puerta y nos depedimos. Me vuelve a dar vehemente las gracias y se marcha en su coche. Hago yo lo propio en el mío, mientras sigo mi camino hacia el trabajo, a donde seguramente vaya él también. Sintonizo la emisora de radio para seguir escuchando las noticias, mientras me digo a mi mismo, qué cosas tan curiosas pueden pasarle a uno a primera hora de la mañana.

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