Es un fenómeno meteorológico curioso y que, por momentos puede ser hasta peligroso. En medio de una tormenta que trae aparato eléctrico, se produce un episodio de ventolera descontrolada, que genera rachas de una intensidad tan grande, que hace que las ramas de los árboles se cimbreen desangeladas, como abandonadas a su suerte, mostrándose frágiles, como si fueran a arrancarlas de su tronco.
Se llama tormenta con reventón. El término no puede ser más grafico y contundente.
Apenas dura unos minutos pero en ese intervalo de tiempo arrastra todo lo que encuentra a su paso, convirtiendo las calles en remolinos de papeles, plásticos, hojas y otros objetos abandonados a su suerte. Reina una especie de caos absurdo e imprevisto, que envuelve y deja con sensación de desamparo a quien se ve en medio de la ventisca.
Como abducido por su encanto, la observo desde la ventana de mi salón. Pese a tener un campo de visión amplio, mi atención se centra en el árbol, aún nuevo, que está delante de mi balcón. Pese a agitarse compulsivamente se mantiene firme. Maravilla.
Cuando para y vuelve la calma chicha, la sensación es aún más extraña. De repente vuelven el calor y el sofoco y sorprende que tanto aire no haya sido capaz de dar un mejor ambiente o atmósfera. Todo se ha movido para que nada cambie.
Agitación puntual. Después de la tempestad vuelve la calma, como si nada hubiese pasado. Fenómenos que la atmósfera nos trae en medio de esta canícula tardía de agosto.
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