Transito despreocupado por la inmediaciones de la casa cuartel de la Guardia Civil, que acoge el Colegio de Guardias Jóvenes de la Benemérita, cuando veo salir del recinto a dos vehículos a toda velocidad con las sirenas encendidas. No son todavía las nueve y media de la noche.
Continúo mi paseo bajando hasta Doctor Fleming. La Bua luce abarrotada, como muestran sus cristaleras que dejan vislumbrar mesas llenas y charlas animadas. Sábado noche a pleno rendimiento, pese a la descarga de las vacaciones de agosto. Que cada vez se queda más gente en periodo vacacional en casa es un hecho incuestionable.
Inicio el retorno y a la altura de la zona de bares próxima a la plaza de toros, vuelvo a ver las sirenas de los coches patrulla, que siguen proyectando sobre las fachadas de los edicificios sus luces azules y aleatorias, En torno a ellos un nutrido número de curiosos montan guardia, a la espera de que los agentes vuelvan a sus coches desde un portal, donde deben haber hecho la denuncia de urgencia. Que no haya ambulancias ni sanitarios en el lugar tranquiliza; lo que quiera que haya sucedido no parece haber hecho que llegue la sangre al río.
Abandono el lugar sin haberme siquiera parado y enlazo ya el tramo final para retornar a casa, seis kilómetros más tarde, con la garganta seca y con ganas de darme una ducha refrescante. El asfalto recocido expande todo el calor acumulado del día y agranda, todavía más, la sensación de sofoco de una noche de bochorno y temperatura superior a los 35 grados.
Sólo las sirenas han alterado la monotonía de otra noche más de estío, de un agosto que deambula lento y cansino, sin aflojar en su afán de recalentar todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario