La ignorancia nos convierte en monstruos. No saber lo que sucede, además de hacernos más manejables, también nos convierte en cómplices. El silencio siempre se pone del lado del criminal.
Es un tema recurrente. Loa americanos se dieron cuenta de que claudicaron en Vietnam porque no pusieron censuras a los medios, que contaban toda la crudeza de unos combates que arrasaron con todo y devolvieron a miles de soldados en una bolsa, bajo una bandera que por mucho que enorgullezca, no lima el dolor del ser querido fallecido. Después de aquello, ningún conflicto bélico ha dejado de sufrir censuras.
Quizá hoy con internet sea más difícil poner puertas al campo, pero incluso la red puede andar controlada, filtrada o incluso capada. La tentación de mantener bajo control las atrocidades para evitar que la gente se tire a las calles es una obligación de quien abusa y asesina en nombre de una supuesta defensa u objetivo legítimo.
Ninguna de las guerras que sufre hoy en día el mundo está siendo divulgada tal y como está aconteciendo. El desconocimiento no es una excusa. Denunciar y criticar requieren de saber.
Es una necesidad, algo que debemos imponernos todos para no caer en la complicidad y el proselitismo. Sólo la verdad nos hará, ademas de libres, personas dignas.
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