domingo, 3 de agosto de 2025

Orquestas

 Visitar un pueblo cuando está de fiestas es un excelente momento para observar comportamientos y hábitos, tanto de los lugareños como de los muchos que se acercan al lugar, ya sea por razones de raigambre y parentesco o simple visita temporal.

 Celebraciones que tienen un denominador común en todas partes: el exceso, del que se hacen cargo propios y extraños. Se come demasiado, se bebe mucho y se duerme muy poco, con bailes y saraos nocturnos que violan las normas de contaminación acústica hasta altas horas de la madrugada.  

 Y el novedoso efecto que producen las nuevas orquestas invitadas a los saraos veraniegos, que dejan en lo arcaico las formas de animar y hacer bailar a los parroquianos, con sus pantallas y juegos de luces, músicos y cantantes ataviados con ropas que cambian en cada popurrí de canciones, con efectos de sonido que dejan en el limbo y tapan los momentos incómodos de desafinado o fallo a la hora de interpretar la canción de turno. 

 Por mucho que se innove el final de la noche acaba con el inevitable chocolate con churros, que vuelve en manjar la ingesta calorica de azúcar y harina y aceite. Llega entonces el momento de dormir, que no es otra cosa que una parada en el camino, para repetir el mismo plan a la noche siguiente.

 Divertimento que es una maratón, como si no hubiera mañana. Como se ve, por mucho que se innove, el efecto final no deja de ser el mismo. 

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