sábado, 23 de agosto de 2025

Barras de hierro

 Hace fresco en el balcón. Salgo con mi taza de café recién preparado y con un libro que comienzo a leer de inmediato. Tras unos minutos absorto en la lectura, me devuelve a la realidad la conversación que un chico mantiene por teléfono con alguien; está justo debajo en el jardín que rodea a mi urbanización, paseando al perro que olisquea en la base el tronco del árbol que veo desde la ventana de mi habitación.

 Tarda más de lo previsto en moverse, a raíz del comportamiento de su mascota, que curiosa insiste en mantener la nariz pegada en el tronco; otros ruidos que hay al rededor no me perturban, pero la conversación, el ir hilando algunos detalles de lo que está hablando, me saca por completo de mi concentración y dejo de leer mientras confío en que se marche defnitivamente.

 Miro entonces a través de las finas barras de hierro que sirven de parapeto en mi pequeña atalaya doméstica; observo el descampado lleno de matojos e hierbas altas, que el ayuntamiento no ha tenido a bien venir a cortar, tal vez faltos de personal para hacer lo propio aquí y en otras zonas del municipio.   

 Pienso en mi vista, en el grado mínimo de deformidad que esas barras finas producen en lo que veo; aparentemente no alteran en demasía la foto final, pero mi vista no es directa, ni completamente limpia; por poco que sea, es un obstáculo y eso hace que mi percepción no sea exacta. 

 Me pregunto en cuántas cosas no tendré una visión similar, alterada en mayor o menor medida; dándole la vuelta a ese argumento, pienso en cuántas ocasiones habré tenido una imagen, prístina, clara y fidedigna de aquello que estoy viendo, o de aquello que yo creo que veo.

 La vida es un constante acceso a la realidad a través de filtros y obstáculos, en mayor o menor medida.  De la información que se obtiene se elaboran opiniones, estados de pensamiento y emoción, que de alguna manera marcarán nuestras vidas, en forma de decisiones, de planteamientos, de posturas a mantener y seguir.


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