Numinoso

 Siempre me ha llamado poderosamente la atención el fenómeno religioso. No soy practicante de ninguna confesión, pero no me he tenido nunca por una persona agnóstica o directamente atea. Soy de los que creen que el ser humano tiene un componente espiritual y profundo, que va más allá de lo meramente material y que se manifiesta de mil y una formas. 

 Ese vínculo con lo etéreo, con lo transcendente, ese algo que se siente pero no se toca; esa necesidad de encontrar respuestas más allá de lo que nos supone el mundo conocido, señales que se vinculan en la religión con lo que se denomina sagrado, que tiene ese componente filosófico que se denomina numinoso o  presencia divina.

 Por mucho que queramos visualizarlo como un elemento de vivencia individual, este tiene también mucho de colectivo. Lo divino no se manifiesta del mismo modo en una comunidades que en otras; nuevamente el corsé de la cultura, tal y como lo apreciaba Freud, se convierte en algo determinante.

   Algo que nos une en su esencia, aunque lo vivamos de un modo diferenciado. Es por eso por lo que me llaman tanto la atención los conflictos que surgen a cuenta de las religiones; cómo algo que nos es a todos tan común ha sido motivo o excusa para matar y destruír. Nada más paradójico y absurdo que matar en nombre de Dios.

 Fundamentalismos; suena a arcaico pero está tan vigente como siempre; como concepto y como práctica. El paso de los años no es garantía de cambios, pues la mente de una persona del siglo XV no es muy distinta en su capacidad de discurrir de la de hoy en día. Según para qué cosas, la evolución no es una opción, desgraciadamente. Tal vez tengamos un concepto de nosotros mismos demasiado alto, somos lo que somos y lo que manifestamos y estamos en un estadio de la evolución aún muy tierno y temprano.