sábado, 22 de marzo de 2025

Aviones furtivos

Furtivo, palabra que llama poderosamente la atención y que, en mi caso siempre asocio a la cinegética.Prácticas por lo demás ilícitas desarrolladas por personas sin escrúpulos que, sin los permisos debidos y sin el menor respeto por los animales, se cobran piezas porque a ellas hay asociadas un peculio creciente.

 En cualquier caso los cazadores furtivos siempre estaban inexorablemente ligados a la tierra. Ahora ese furtivismo también surca los aires.

 Si hace unas semanas los chinos anunciaban el lanzamiento del último avión de combate, el Chendug J-20, ayer mismo la administración Trump, con todo el boato y solemnidad que requería el momento, anunciaba la última joya de la industria militar estadodunidense, el F-47.

 Aviones furtivos, equipados para matar, que son invisibles porque resultan indetectables para los radares, que montan bombas y armamento letal con una capacidad destructiva acrecentada.  La estrategia acción-reacción-acción tiene uno e sus exponentes más acusados en la industria aeroespacial militar.

 Millones invertidos en una maquinaria pensada para destruír, con la excusa de defenderse del enemigo, al que se copia en lo que hace y al que se busca adelantar. Chinos y americanos continúan así en su escalada disuasoria, dejando claro al mundo cual es la bipolaridad real en el planeta, que ha superado la política de bloques para dirigir su atención hacia el eje Asia- América.

  Siempre se dijo que ha sido el mayor negocio que tuvo nunca Estados Unidos, el de la guerra. Es verdad y con el paso de los años no deja de mantenerse y aumentarse. El mundo es un polvorín calculado de conflictos, con guerras de primera, como las de Ucrania y Gaza y otras de segunda, silenciadas por los medios de comunicación, como las de Yemen, Sudán, Siria, Nigeria o República Democratica del Congo. En todas ellas hace falta armamento y a todas ellas los que venden ese material son los países de occidente. Hipócritas de primer nivel, decimos que queremos la paz, pero nos beneficiamos económicamente de que no la haya. 

 Sin ir más lejos España vende armas y diferente material bélico a Israel  y nuestros astilleros construyen buques militares a países con dudoso pedigrí democrático. Dinero que entra en nuestros bolsillos, puestos de trabajo que ayudan a mantener el bienestar y el nivel de vida local, a costa de sembrar la muerte en otros escenarios. Esa es la estampa. Ningún gobierno reconocerá nunca el monto total de las transacciones realizadas en este sector, ni qué porcentaje de ingresos supone en la balanza comercial, siendo exportaciones como son.

 Tecnología puntera para fabricar armas, que luego verá la luz en aplicaciones de industria civil. Este ordenador desde el que escribo fue ideado como un instrumento de uso para actividades castrenses, allá por la década de los años cuarenta del siglo XX. Es el consuelo de muchos para justificar unas actividades que bien podrían evitarse ese rodeo y dedicar dinero y esfuerzos en industrias que fueran de paz y sólo buscasen el bienestar de la gente, no su muerte. Pacifismo ingenuo que sigue siendo, ciencia ficción.

 

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