Las nubes negras siempre acechan; a veces tardan en hacerse notar pero, antes o después hacen acto de presencia, aparecen en el horizonte y muestran su perfil amenzante, nítido, en forma de negrura, que anticipa la precipitación inminente.
Hay veces que se ven venir, que dan margen para prepararse; pero en otras ocasiones, su irrupción viene acompañada por la sorpresa.
Es quizá eso lo que peor se lleva, el no poder anticiparse siempre para ponerse a resguardo, más que la negrura en sí, que la lluvía a goterones que caerá. Siempre que se pueda prever el resguardo,no hay nube que altere el ánimo.
Por eso hay que cuidarse y prepararse para digerir lo que no se puede anticipar. Es la esencia sobre la que se construyen una suerte de equilibrios vitales, que nos llevan por derroteros calmos y sosegados, sin los cuales la vida pierde su linealidad y llega el vértigo.
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