domingo, 2 de marzo de 2025

Angosto

 Es un pasillo estrecho, que apenas si deja paso, que comprime mi cuerpo entre dos voluminosas rocas de granito,por las que transito de lado.

 Siento la superficie fría, el peso, la dureza de sus superficies. Mi aliento cálido hace eco acompasadamente, mientras paso a paso, avanzo hacia la otra punta, hacia un exterior que me mostrará un berrocal milenario e imponente.

  Paso justo debajo de una piedra que parece diminuta en comparación con las que me secundan y que luce encajada entre los dos muros de roca; quién sabe de qué peso estaremos hablando, si su llegada asllí habrá sido fruto del azar o de la voluntad de quien haya podido moverla; mientras me deslizo debajo de ella, la miro con desconfianza, temeroso de que se desmorone a mi paso, como a buen seguro se moverán muchas de estas estructuras, cada muchos años.

 Es una de las cosas que fascinan de caminar por sitios así, la sensación de que se para el tiempo, de que la paciencia y la calma son las que predominan, las mismas que a lo largo de los años, a fuerza de viento, agua y acciones telúricas han cincelado ese mosaico y paisaje tan hermoso.

 Salgo a otro lado y me acoge la luz del sol, que me da la bienvenida como premio,a mi ruta por sendas estrechas, con riesgos que pueden caer sobre mi cabeza. Toda una metáfora de lo que es la vida, un camino lleno de estrecheces y obstáculos en el que a veces sale el sol y a veces, no. 




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