Seguir las indicaciones del sistema de posicionamiento global para ir por le camino más corto, parece lo más elemental.
Pero por circunstancias de la vida, seguir ese camino se hizo demasiado largo, tanto que no llegaron nunca a su destino.
Cuatro jóvenes del Barrio de Vallecas en Madrid perdieron la vida el pasado fin de semana en una carretera de montaña cuando iban de camino a una casa rural, para pasar unos días en el hermoso Valle del Pas de Cantabria.
Por causas que se desconocen, el coche se despeñó por un terraplén cubierto de nieve; gracias al sistema de geocalización de uno de los teléfonos, pudieron ser localizados y rescatados sus cuerpos, sin rastro de alcohol, con los cinturones de seguridad abrochados.
Hoy sus familiares, vecinos y allegados lamentan por qué la carretera de montaña por la que transitaban estaba abierta, pese a las malas condiciones atmosféricas.
Tal vez si hubieran llevado activadas otras notificaciones del GPS, este les hubiera avisado de las nevadas localizadas en la zona y les hubiera propuesto otra ruta alternativa.
Quizá. Lamentarse con eso ahora es sólo el camino más rapido para martirizarse y el más lejano para alcanzar un consuelo que parece imposible.
Descansen en paz. Vidas sesgadas traumáticamente de una forma tan absurda como injusta. Así es la vida y la muerte.
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