Se confirma que Calin Georgescu no podrá volver a ser candidato a las elecciones presidenciales en Rumania. Segundo y definitivo revés para el candidato del partido Alianza para la Unión de los Rumanos, que cuenta con apenas cinco años de existencia y que ganó la primera vuelta de unas elecciones celebradas en mayo del año pasado, que fueron anuladas.
Rumanía, miembro de pleno derecho de la Unión Europea, se encuentra en medio de una encrucijada, difícil de entender y de explicar. El país de Nicolae Ceausescu, cuya detención, juicio-farsa sin garantías y fusilamiento despiadado, dio la vuelta al mundo en el corazón del viejo continente allá por las navidades de 1989.
¿ Por qué se anularon las elecciones? La razón oficial es por injerencia rusa, sin que se hayan mostrado pruebas fehacientes que indiquen esa circunstancia. El país que abandonó el estilo comunista de manera traumática, asesinando al más depravado de los líderes orientales y a su esposa, en los extertores de la caída de la Rusia soviética, siente temor a volver a encontrarse en la órbita del gigante dirigido por Putin con mano de hierro. La memoria como síntoma de debilidad.
¿Puede Europa permitirse esto, anular un proceso electoral porque el candidato vencedor no es del agrado de la jerarquía europea? Si somos demócratas y aceptamos el veredicto que marcan las urnas, en unas elecciones celebradas con las debidas garantías, la respuesta es claramente no.
Cómo parar los pies a las idelogías ultras, nacionalistas exacerbados, financiados sin disimulo por el patriarca de los urales, que baña con rublos las cuentas de todas las formaciones de ultraderecha que habitan en el viejo continente; desde luego de otro modo, con otro camino distinto al que han seguido las autoridades rumanas, que con esa decisión alimentan la confunsión, el enfado y movilizan,(todavía más), a muchas personas que no se sienten ni identificadas, ni protegidas con el sistema actual. Desde hace ya batante tiempo se viene alertando de la falta de respuesta a las necesidades más primarias de la gente, especialmente en cuestiones de trabajo o vivienda,singularmente entre nuestros jóvenes, principales damnificados, caldo de cultivo perfecto para que las demagogias y discursos encendidos, lancen sus soflamas para ganar adeptos.
Respuestas que no encuentran quien las ofrezca. Somos víctimas de una incompetencia supina, de unos líderes incapaces de cubrir las expectativas. El futuro se tiñe muy oscuro, aunque para dar un golpede timón imprevisto, siempre hay tiempo.
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