Sólo el 0,8% de los jóvenes
estudiantes de etnia gitana consigue graduarse en una carrera universitaria en España. La brecha
educativa no se hace visible sólo en el punto más elevado del sistema formativo, se arrastra desde la infancia, según un estudio reciente.
Es posiblemente uno de los colectivos con mayor raigambre en sus costumbres, ancestrales, que acotan el papel de sus integrantes, limitando muchísimo las posibilidades de optar por caminos diferentes.
Obstáculos internos y también externos. A menudo excluidos y menospreciados, convirtiendo ese ninguneo en una puerta más a superar, para muchos una autojustificación para no buscar la manera de cambiar.
Es un tema sumamente complejo, de difícil solución, pasan los años, las generaciones y no parecen mejorar las condiciones de un colectivo tan presente en nuestras vidas como ajeno a ellas.
Otros colectivos como el de migrantes, incluidos los chinos, tan herméticos en sus hábitos y modos de socializar, han dado un salto que no parece corresponderse con el caso gitano. Sin duda habrá que seguir trabajando para desde el respeto a la forma de ser de cada cual, mejorar las condiciones de integración y superación de unas personas que deben progresar como el resto, en todos los ámbitos, no sólo en el formativo, auténtica base sobre la que construir un mejor futuro.
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