Pedro es un niño de trece años que mira al horizonte desde lo alto de un acantilado, cuando de repente ve sobre las aguas posarse un objeto extraño que se hunde; cuando lo cree desaparecido en el fondo de él emerge una figura con apariencia humana que se eleva y sube con sorprendente agilidad por el acantilado hasta ubicarse al lado del muchacho. Ataviado como si fuera a una fiesta de disfraces vestido de marciano, con semblante amable y con aire misterioso, el chico que aparenta tener una edad similar a la suya, comienza a hablarle de dónde viene, quién es y le invita a subirse a su nave espacial con la promesa de hacer un viaje que será inolvidable y del que deberá dar cuenta escribiendo un libro, cuando este acabe, camuflado como si de un cuento se tratase para evitar la incredulidad de la gente.
Con este comienzo Enrique Barrios construye esta primera entrega, titulada Ami, el niño de las estrellas, publicado por la Editorial Sirio.
Escrito en 1986, este cuento para adultos, escrito con lenguaje llano y asequible es un canto a la vida, a la naturaleza, a la solidaridad y al amor, sobre el que se deposita la ley fundamental de un universo conectado del que somos parte y en el que revivimos y evolucionamos constantemente, siendo como somos fuentes de energía.
Un alegato de respeto y protección al planeta y una advertencia a la necesidad de cambiar actitudes de intolerancia, competitividad y falta de empatía con los demás y con el entorno. Un relato utópico que juega a ubicar al ser humano en unas coordenadas de espacio y tiempo que nada tienen que ver con lo que contemplamos a día de hoy, en un estado de evolución como especie que se aleja de las leyes de compromiso y solidaridad que rigen el universo.