¿ A qué huelen las lágrimas?
No sabría decirlo, aunque cuando uno está en pleno proceso de llanto, especialmente si es por alguna cosa mala, la nariz, no sólo se enjuga los mocos, también percibe como el aire que inunda los pulmones trae una esencia distinta a la normal.
Desde luego tienen gusto y saben a salado. Alguna de las últimas veces en que he llorado profusamente, he visto llegar algunas lágrimas a través de las comisuras de la boca a mi lengua, dando a mi paladar la oportunidad de saborearlas.
Producto de elaboración y cosecha, propias.
Forman parte de lo más íntimo, salen de dentro de tí y lo hacen para expulsar emociones, en ocasiones benignas y es que la línea que separa la pena de la alegría es tan fina como inexistente. Ante un acontecimiento significativo, la exteriorización del sentimiento conlleva poblar los lagrimales de líquido.
Es una especie de agua vital. Una señal.
Huele y sabe, aunque sea sólo eso, agua.
No todas las lágrimas se manifiestan físicamente. Hay lloros que se perpetran en silencio, sin muestras externas que pongan en sobreaviso. Lloramos a diario, de manera discreta, en cualquier sitio y en cualquier momento del día. Llantos que son efímeros unas veces y en otras ocasiones se dilatan en el tiempo.
La sombra de la preocupación y la inquietud es alargada y puede derivar en situaciones de rotura interna, aunque nadie se aperciba de ello.
Esas son las lágrimas que más preocupan, las que no tienen razón o lógica, al menos aparentemente.Dolores no localizados que bajo ningún concepto deben convertise en crónicos.
Cuando el equilibrio interno se rompe, el dique de contención deja pasar a los fluídos. El cauce ha de seguir su curso.
Por eso es tan importante desahogarse. Hay que llorar más y no avergonzarse por ello.
Las inmundicias, donde mejor están, es fuera. Siempre.
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