domingo, 3 de noviembre de 2024

Cuentos raciales

 Hoy me he acordado de una anécdota que contaba mi madre.

 Hace años, en su ciudad natal, apareció un hombre de color, un negro, que terminó emparentándose con una mujer de la zona. 

 Era el único de ese color en el barrio y puede hasta que lo fuese en la ciudad; hace sesenta años en una capital de provincia, un vecino de esas características no pasaba de incógnito. 

 Siendo como era la comidilla, no era extraño que todo el mundo hablase de él, que intentasen conocer sus costumbres, qué hacía, por dónde paraba.

 Hablando mi abuela con algunas de sus vecinas, una aseguraba que se bañaba todos los días.

 - No entiendo por qué lo hace, si con eso no consigue que se le vaya el color negro, dijo sin pudor alguno.

 Vaya forma de retratarse en un momento; además de reconocer indirectamente su falta de aseo personal y diario, confesaba directamente su más profunda ignorancia.

 Como si de un minero que sale de la mina de hulla, tiznado con el polvo bituminoso que le cambia el color de la ropa y el cuerpo; así pretendía aquella señora que fuese el nuevo vecino.

 Desgraciadamente el agua y el jabón nunca consiguieron obrar el milagro, por más que se lavaba, el negro seguía negro.

 De donde vendría aquel buen hombre; a buen seguro que de un país subdesarrollado, aunque las creencias anquilosadas y retrógradas son más bien propias de países del primer mundo; precisamente por eso, porque viviendo en paises avanzados no te puedes permitir el lujo de tener opiniones tan obtusas como analfabetas, propias de gente primaria y rudimentaria.  

 Creencias de hace años. Puede que fuesen otros tiempos, que la novedad, la falta de contacto con otras personas de otras partes del mundo, alimentase, además de la imaginación, suspicacias y opiniones tan lerdas como absurdas. Simples creencias. Lo sorprendente es observar cómo éstas evolucionan y siguen estando aún vigentes en muchos conciliábulos, que siguen pensando que la separación de razas obedece a planes divinos y que no a todos se les puede tratar por igual.

 La ignorancia y sus consecuencias son intemporales.

 

 

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