Reconozco que me daba mucho respeto, tan poco dado como soy a explorar los géneros de la fantasía y la ciencia ficción, aún así estaba en la lista de libros a leer, por lo que ha sido seguramente la lectura más procrastinada de mi vida.
Me imponía mucho su autor, Isaac Asimov, profesor de bioquímica y divulgador científico, ruso de religión judía naturalizado estadounidense y afincado en Nueva York. Seguramente junto a Carl Sagan, uno de los grandes culpables de que muchas generaciones de personas se hayan interesado por la ciencia y sus mundos.
Tal vez temeroso de perderme en unos cuentos escritos por separado, primera parte de una saga extendida en el tiempo, de complejos argumentos técnicos, si no académicos, poco entendibles para los que somos legos en la materia, la lectura de la Trilogía de la fundación, (Ed. Debolsillo), se me hacía bola, literalmente. Han tenido que pasar unas cuantas décadas para atreverme con un libro que en muchos casos ha sido lectura para adolescentes curiosos.
Así a primera vista podría tratarse de un trabajo como tantos otros del ramo, que cuenta batallas galácticas, luchas de poder y proezas épicas alojadas en las estrellas, sin embargo el texto de Asimov busca referirse al mismo tema con argumentos más sofisticados y profundos que se encarnan en la figura de su principal protagonista, Hari Seldon, matemático creador de la Psicohistoria, autor de ecuaciones que permitirían escribir la historia, pero a futuro, con capacidad de predicción en términos probabilísticos.
Toda una distopía en lo que no falta ninguna de las salsas esperadas en el menú, pero que invita a la reflexión y al analisis de la naturaleza humana, donde raciocinio y pulsiones libran la eterna batalla de control. Seguramente, una de las creaciones de obligada lectura en la vida.
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