Con la red todo está a mano y todo se ofrece a la carta. Quedan muy lejos aquellos tiempos en que uno esperaba, ansioso, a que llegara el día de turno para sentarse delante de la televisión y ver su programa favorito. Era un consumo de una vez, condenando a quien no pudiera ponerse delante del aparato receptor a una orfandad de visionado, sólo paliada con una posible reposición posterior.
Eran otros tiempos sin duda, que convertían estar delante de la televisión en una actividad colectiva, familiar e íntima . Ya fuera en el salón de casa, o en el de la casa de otra persona, incluso en un local público, el visionado de cualquier contenido era un momento excepcional.
Las tornas cambiaron con internet, con el desarrollo de contenidos en plataformas y dominios; el tempo de visionado se amplió, superando la acotación de la emisión en una franja horaria específica y a un día determinado. Hoy basta tener una conexión y cualquier terminal para poder disfrutar de una serie, un programa, un espacio informativo, un encuentro deportivo o cualquier otra creación visual. Esa panoplia de posibilidades, además ha modificado las condiciones del espectador, habitualmente un individuo aislado que puede acometer ver lo que desee en cualquier momento y lugar; el sofá o la mesa camilla ahora se sustituyen por una parada de autobús o la espera en un hospital para una consulta. Cualquier momento, a cualquier hora y en cualquier parte. La red no sólo amplía las conexiones, también las oportunidades de poder consumir contenidos.
Por todo esto llama mucho la atención la pugna que en dos canales de televisión llevan a cabo desde hace unas semanas, usando el clásico sistema de programación en abierto para aglutinar delante de las pantallas a más de cuatro millones de personas todas las noches. Dos programas, con dos presentadores estrella, que pelean por apuntarse el tanto de ser los más vistos, de lunes a jueves.
Voy a soslayar la intrahistoria que pueda haber detrás de ese duelo y sus lecturas políticas; la entrada de hoy sólo quería hacerse eco del detalle de la recuperación de la rutina televisera, sea de salón y hogar o en otras dependencias, de ponerse delante de la pantalla, a una hora concreta, un día determinado. Sorprendente en estos tiempos de ir a todo rápido, de consumir según los criterios del usar y tirar. Parece una especie de involución que puede tener tintes pasajeros, o no.
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