Decía Juan, tu primogénito en el responso que precedió a tu inhumanción, que una vez te habían preguntado cómo llevabas el hecho de llamarte Fortunato, nombre muy poco común y que a eso tú contestaste que el nombre era como un traje, que se llevaba toda la vida, pero que no era más que eso y que lo verdaderamente importante era la percha, no el cómo se nombraba a ésta.
Te nombraron como a un Obispo de la ciudad francesa de Poitiers, de origen italiano que vivió en el siglo VI, canonizado por la iglesia y al que se recuerda por ser autor de textos hagiográficos, (escritos que cuentan vidas de santos) e himnos en latín.
Eran otros tiempos, cuando el santoral era un referente necesario para acudir al bautismo, debiendo contar con la aprobación del cura, que podía negarse a bautizar a algún niño si no encontraba equivalencia en el listado de nombres cristianos.
Fortunato, que significa en latín, el que tiene fortuna, cosa que pudimos comprobar ayer los que acudimos a despedirte.
Hombre afortunado por compartir más de sententa años con tu viuda Luisa, toda una vida de luchas y batallas desde que un día emigrasteis desde Ugíjar,pueblo de la Alpujarra de Granada, para comenzar un proyecto de vida que os trajo tras algunas escalas a Madrid, donde formasteis una familia con vuestros tres hijos.
Vida longeva y provechosa, de hombre trabajador, juicioso y sencillo, que destacaba por su prudencia y saber estar, poco dado a llamar la atención y a montar alboroto.
Te conocí en el tramo de final de tu vida, cuando ya afrontabas los largos días de jubilado, encontrando en la horticultura un pasatiempo y una forma de ayudar y hacer feliz a la gente. Humilde y siempre reservado, algunos de los frutos de tus cultivos llegaron a mi propia nevera, sin que pidieras a cambio nada más que un simple gracias.
Ese mismo gracias que te dimos ayer las muchísimas personas que acudimos a despedirte y a arropar a tu mujer y a tus hijos en el momento de tu marcha. Las personas, como bien predicabas, nos distinguimos por nuestros actos y tú en tu vida sembraste, como en tu huerto, toda una cosecha en forma de pequeños gestos que mostraban ese cariño y aprecio de corazón noble y bueno, que ayer de alguna manera, intentamos devolverte en forma de emocionado homenaje.
Que la tierra te sea muy leve. Descasa en paz, Fortunato.
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