Experiencias nuevas. Verse de repente rodeado de miles de adolescentes, vestidas con ropajes extraños, más bien siniestros, que obedecen a una estética muy definida, donde los maquillajes se combinan con muñecos de peluche, fotografías de los ídolos y bastones y liternas que se emplean con la complicidad de los protagonistas en los conciertos en directo,es algo que es digno de ser contado.
El pasado martes, el grupo coreano Stray Kids, ofreció en Madrid en el Estadio Metropolitano su único concierto en España, en una gira que ofrece muy pocas oportunidades de verles en directo, con sólo tres actos más confirmados en París y Roma.
Actuando como guía y acompañamiento para sus padres, que la trajeron desde Málaga ex-profeso para asistir al evento, después de haber adquirido la entrada de ocho meses antes, tuve la oportunidad de ver el ambiente en los aledaños del estadio con colas en bares, baños, puertas de acceso al campo, abiertas tres horas antes del concierto y tiendas de merchandising, que ofrecían a precio desorbitantes, camisetas, forros polares y otras prendas con diseños y el nombre del grupo, mientras dejábamos a mi sobrina y a su amiga en la entrada.
Todo un acontecimiento que ya merece los apelativos de evento único para un grupo de ocho críos que han logrado reunir en el mismo recinto a más de 55.000 personas fuera de su Corea natal. Palabras mayores.
Podría continuar esta mini crónica con los rescoldos y la resaca del evento, incluidos el estado de agotamiento y éxtasis a partes iguales con que volvió la niña cuando salió del recinto deportivo y con ello, a la realidad, pero sería volver a caer en las mismas descripciones de más arriba. A fin de cuentas en el peculiar mundo de los adolescentes es difícil penetrar con la mirada asentada de un adulto, incapaz de entender cómo un acontecimiento así puede convulsionar tanto a tantos.
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