sábado, 19 de julio de 2025

Sobre el libre pensamiento y los miedos atávicos

  Mein Kampf cumple cien años, la que es considerada por muchos la biblia de los movimientos ultra conservadores en todas sus vertientes, la obra cumbre personal del genocida más gran de la historia, vuelve a estar de plena actualidad.

 Prohibida durante décadas en Alemania, desde 2016 está disponible en los catálogos editoriales con la única premisa de ser editada en trabajos críticos, es decir,  en textos que sean comentadas por autoridades en la materia, que pongan el libro en contexto y alerten de sus contenidos y efectos en el pasado.

 En resumidas cuentas, es un libro permitido pero tutelado. El temor a que pueda encender la chispa otra vez y saque a colación el grueso de sus principales argumentarios, teorías racistas, antisemitismo acendrado, desprecio a la democracia o la necesidad de los pueblos de que obtengan su espacio vital como naciones, ha establecido esta especie de precaución para limitar sus posibles riesgos sin cercernar la tan necesaria libertad de expresión.Tengo mis dudas al respecto.

 Un libro que puede cambiar el mundo, que puede llegar a enajenar y transtornar a la gente. Es un miedo atávico y ancestral, que se esconde en las profundidades de la historia y de la mente humana. Hay temores que no cambian ni conocen de evoluciones.

  Mi postura es clara al respecto. Además de las ediciones críticas, yo admitiría en todos los países y contextos su publicación íntegra, tal cual la pergeñó el mediocre pintor y pobre pensandor en la cárcel tras su condena por intento de golpe de estado; ahora que los derechos de autor son universales y no corresponden al Estado de Baviera, tras expirar su vigencia con el trancurso de los cien años pertinentes. Para enseñar a pensar y alimentar espíritus críticos hay que dar acceso a las fuentes sin cortapisas y dar a las personas la libertad de discernir por cuenta propia. 

 La censura es otro gran peligro que no deja de estar presente en nuestras vidas. Cercenar la libertad de lectura es otro gran intento de manipulación, de conducir a las gentes por unos cauces determinados, sin respetar la esencia de la libertad: que cada cual establezca sus principios en base a sus conocimientos, adquiridos, compartidos y discutidos. Sí al debate, no la imposición y control. Una cosa es alertar y otra decir a la gente qué es lo que tiene que leer. Con el Index Librorum Prohibitorum de los católicos, ya tenemos bastante.

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