Es la erótica de la muerte, la que convierte a mujeres asesinas en puntos de atención e interés, en especies de imanes que acaparan la atención de un público, que no se discrimina por razones de sexo. La muerte atrae, lo escabroso despierta curiosidad. Somos animales políticos,(zoon politikon), decía Aristóteles, pero también somos morbosos. La pulsión gana y dirige y lanza un pulso a lo racional y equilibrado.
Desde hace semanas, la asesina de Gabriel, el niño almeriense fallecido por los celos de una mente desequilibrada, aparece de manera recurrente en los medios. ¿El motivo?, la búsqueda de beneficios penitenciarios a cambio de ofrecer favores sexuales a sus celadores en la prisión en la que reside tras conocer su sentencia culpable. Argumentos frívolos que dejan relucir la tragedia que hace siete años convulsionó al país. El respeto a la víctima y el dolor que causó el crimen, no bastan por sí solos para frenar la avalancha de informaciones. Nada vende más que conocer detalles de la vida de una sanguinaria.
Con ella vuelve a la palestra otra ilustre, la viuda de Patraix, la mujer que enamoró a un hombre mayor que ella para que asesinara a su marido. La viuda negra que ha sido madre en la cárcel y que tiene a la plataforma Netflix, ganando dinero con la serie dedicada a su vida y horrores. Asesina y bella, conbinanción ganadora.
Dan para un serial, escrito hablado y filmado. Argumentos que encuentran un filón en lo sórdido y oscuro. Como si lo más hondo y profundo de la mente, marcara la agenda. Apasionante la mente humana.
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