Raíces

 Somos árboles sin entrada en la tierra, sin raíces que busquen nutrientes en el sustrato y en la profundidad.

 Tengo esa sensación cada vez que me veo erguido, de cuerpo entero, en una foto o en un reflejo de espejo. Cada vez que voy por la calle y veo a la gente andar, moverse por aceras o parques.

 Árboles sin raíz, aunque buscamos nutrientes cada vez que paramos, que apoyamos los pies en el suelo. No somos nada sin referentes.

 Como si de una suerte de reencarnación vegetal se tratase. Hacemos la fotosíntesis sin necesidad de buscar la aportación del sol; la savia que corre por nuestras venas adquiere fortaleza con otros compuestos.

   Tal vez me aficione a esa nueva costumbre de dar abrazos a los árboles, como si vida vegetal y animal pudieran fundirse en un sólo encuentro vital. Fuerzas de origen dispar, de vitalidad evidente.

  Fuerza y energía, siempre procedente de algún lado, tiene su raíz, aunque esté sin plantar o lo esté metafóricamente hablando.

 Círculo que gira y gira. Eterno retorno.