miércoles, 28 de mayo de 2025

Heysel

 Fue un 29 de mayo, hace ahora cuarenta años.

 Tremebundo, espantoso, terrible, atroz, doloroso... faltarían adjetivos pare definir un espectáculo que vimos en directo por televisión y que nos dejó en estado de shock durante meses, cambiando para siempre las reglas y protocolos de acceso y permanencia en los estadios. 

Con el tiempo se ha convertido en uno de esos recuerdos de infancia que se quedan grabados a fuego en la memoria. Cada aniversario se reproducen imágenes y fotografías de la tragedia y la más  impactante es la que muestra la grada completamente vacía de personas, pero no de objetos. Ropa, mochilas, zapatillas, bufandas... restos de un infierno desatado en forma de avalancha por falta de previsión de la organización y de la policía, incapaz de segregar aficiones para evitar confrontaciones y sus riesgos.

 Es una foto que transmite desolación y tristeza y especialmente indignidad, con la que a menudo viene la muerte

 La memoria de los 39 fallecidos sigue viva. Un placa y un monumento recuerdan a los que perecieron aquella tarde, tan aciaga, que ni siquiera tuvieron la decencia de suspender el partido. Pese a tener la oportunidad, no he querido acercarme a ese estadio, que ahora se llama Rey Balduino, que sin quererlo se convirtió en un monumento a la ignominia.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Asesinato de una emparedada

  Toca retomar la agenda lectora comn una nueva reseña referida en esta ocasión a una novela histórica que firma Alberto Navalón Mateos , c...