La realidad supera siempre a la ficción, incluso a la que tiene que ver con la carrera espacial, caldo de cultivo de tantas y tantas ficciones escritas y visuales que no han dejado de alimentar los sueños de niños y adultos.
Kosmos-482 es una cápsula soviética, lanzada al espacio exterior hace más de cincuenta años, en 1972, (mi año de nacimiento),junto a su hermana gemela Venera. Mientras que esta alcanzó el hito de posarse sobre la superficie de Venus y enviar algunos datos deslabazados que sirvieron para conocer mejor, la atmósfera y las condiciones climáticas del segundo planeta más cercano al Sol, en los años dorados de la pugna por conquistar el universo que protagonizaron soviéticos y estadounidenses, la segunda está ahora de vuelta a la tierra, después de deambulear como alma en pena, describiendo en una órbita elíptica entorno a nuestro planeta.
Diseñada con materiales de altísima resistencia para poder posarse en Venus, ahora penetrará en nuestra atmósfera cual bólido incandescente de metal, que presumiblemente se mantendrá intacto hasta que se produzca su impacto, en un punto todavía no definido.
Una esfera de cerca de quinientos kilos que, según algunos cálculos debería precipitarse sobre nosotros entorno al día diez de mayo, a una velocidad de doscientos cincuenta kilómetros por hora, con una fueza de impacto equivalente a la detonación de un cuarto de kilo de dinamita.
Fascinante. Andaremos pendientes del cielo, pues la estela que describa el objeto, allí por donde penetre en nuestro mundo, dejará una imagen para la posteridad dificil de superar. Sólo queda confiar en que su caída se produzca en alguna de las infinitas zonas despobladas que pueblan el globo terraqueo y que pueda recuperarse entera para poder disfrutarla como lo que es, un tesoro de incalculable valor.
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